Monedas Rechinantes

11 5 1
                                    

Las monedas sonantes rechinando unas con otras despiertan mis sombríos ojos, me preguntaría qué estarías haciendo, madre, a estas altas horas de las noches, me pregunto si serás amiga de los infernales imaginativos que visitan mis sábanas en mis noches.

Sostengo la cera derretiente, tratando de mantenerme en pie, bajando cada escalón, mientras tus voces y una desconocida entran sobre mis oídos

- Madre, se supone que estas son las horas malditas -

Entonces volteas a verme asustada, como si de un fantasma yo me tratase.

Una anciana de capas negras, ojos gatunos, pero que se dejan de notar con sus pieles colgantes, apenas se puede sostener de una rama que ha sido moldeada para su estatura, entonces me cuestiono su presencia, pero antes de poder decir algo con la presencia mínima de una tenue luz, te levantas y sostienes mi brazo con dureza, entonces mi vela quemante cae sobre los suelos.

Me empujas como si de los cerdos de la granja me tratara, ¿qué está pasando? No logro comprender. Bajo la mirada sobre la mesa donde solía almorzar, bolsas de oro junto a una mirada morbosa y maquiavélica, madre, ¿qué significa todo esto? Te hago saber con mi mirada mi obvia confusión.

- Eso sería todo entonces - Dices observando los suelos antes de poder hacer un contacto visual con mi persona.

La desconocida se levanta y se ríe como si de un chiste se tratara, agarra mis manos y mi inercia las aparta, entonces entendí, y regreso mi mirada hacia ti, a la que solía llamar madre, solo fui un producto como todo lo demás en estas tierras, ¿pero no sé suponía que soy tu hija? ¿Lo más preciado que has tenido? ¿No dijiste que morirías por mí? ¿Entonces por qué ahora los brazos de una extraña sostienen mi cuerpo?

¡No soy un animal más en esta granja! No soy algo que puedas desechar así sin más, no cuando me juraste un amor eterno, dime, ¿qué hice mal? Pude haber trabajado más, ayudarte más, ¡prometo no volver a dejar pasar esa mancha pensando que no la notarías! Ruego sobre mis rodillas, no quiero irme, imploro bañada en lágrimas.

Entonces tiras mis ropas sobre la chimenea, con mis ojos abiertos, mis palabras se queman, ¿qué está pasando? Lo único que hice fue despertar, ¿pisé un escalón incorrectamente? Dime, ¿cómo se suponía que debía hacerlo entonces? ¿Fue descortés enseñarme en mis pintas más informales?

- ¡Pero yo te amo! - Lloré y lo repetí cuántas veces pude hasta que pude oírte expresar tu falta de correspondencia hacia mi alma. - ¿Qué? - Entre lagunas pregunté y entonces

- ¡Bruja! - en furias gritaste - ¡Mereces quemarte sobre las llamas del maldito infierno! - Expresándote como si de tu boca salieran mil demonios, los cuales pensabas que eran míos.

Mi vista se pierde sobre las telas quemantes, se torna borrosa, ¿es esta otra historia de los visitantes indeseables de mis noches oscuras?

Me agarran sobre mis brazos, pero me contengo, no quiero irme, Madre, por favor, no me hagas esto, nunca volé aunque así lo quisiera, siempre atendí, siempre lloré y nunca reí, entonces no me lleves con ella, pondrán mi cuerpo sobre sogas, mi silueta sobre llamas, mi alma sobre los ojos de cada pueblerino atacante con sed de sangre sobre alguien inocente que un día solo declararon culpable porque le temen a una imaginación que sea diferente a la de una mayoría.

¿Fueron mis historias? ¿Fue eso? Entonces las guardaré, no las sacaré, lo juro, ¿podré así quedarme contigo? No tienes por qué asustarte de mí, no soy nada de lo que ellos dicen, lo juro, no quiero ser un saco de sangre que tirarán sobre los mares, por favor, no hagas que las divisas importen más que tu propia hija, ¿acaso el dolor que sufriste no fue suficiente para pensar que valdría la pena?

¡No soy una de ellas! Los felinos me odian, y por Dios, siempre hago mis oraciones, y dime, ¿dónde están mis cenizas? Tu mirada bajas, y entonces te veo observar mis hilos rojizos, entonces suelto mis risas entre lágrimas de desesperación, ¿es este un pensamiento serio? Dime que es una especie de broma, dime qué no me sacrificarán hacia unos Dioses por los mechones de colores existentes sobre el hogar de mis imaginaciones.

Puedo teñirlos, puedo cortarlos. Dime, ¿qué prefieres? Pero en serio, dime que mi sangre no vale por un color distinto. No volteas a verme, tienes tus ojos sobre el oro. Supongo que los cantos de buenas noches no volveré a presenciar, solo recordar antes de que sea puesta sobre el ojo público a ver cómo imploran por verme gritar, entonces tus armonías sonarán y mis quemaduras no se sentirán.

Mi cuerpo se suaviza mientras voy comprendiendo, mis ojos se secan y mis mejillas rojas están, los culpables pegados sobre ellas aún están, arrastran mi cuerpo hacia una luz que no pensé ver cuando decidí despertar por el sonido de unas simples monedas rechinantes.

Las prosas que flotan sobre mis aguas: Lágrimas Reprimidas | RecopilaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora