Inflamable

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¿Por qué enciendes la chispa? La fría brisa que pega nuestros cuerpos a la contraria, poniendo cada hilo de cabello sobre mi rostro, algunos pegándose por mis lágrimas tratando de comprender lo qué estaba pasando. Sostén mi mano, sigamos nuestra fuga, lo que estaba planeado desde el inicio.

¿No recuerdas? Háblame, nuestros planes están escritos, los billetes recogidos, la pasión que nuestros dos corazones juntan nos llevó a estos recorridos, no podemos parar y dejarlo aquí. Vamos, nuestro lugar feliz nos espera, no enciendas tu cigarro a quedarte viendo el desastre.

Errores cometimos, me puse a la defensiva, te pusiste a la ofensiva, no era el momento para discusiones, pues tus manos en el volante estaban, la rabia y la ira recorrían cada vena dentro de nosotros, llenándonos poco a poco y la fricción llegó a un punto detonador dónde todo se desmoronó y fuera del camino nos salimos.

La luz del sol estaba desapareciendo cuando hace un momento en el centro de nosotros brillaba. La sangre baja de mí frente a mi cara, y tú a mi lado no estás, ni siquiera sé cómo pasó, que hace un segundo lo teníamos todo y ahora nuestro itinerario se está quemando, pues puedo oler lo humeante del aire frígido.

Me levanto, como si no hubiera pasado nada, y observando el sol ocultándose estás, los vientos actúan como si fueran hielos férvidos, y antes de poder sostener tu mano, das la vuelta y abres la cajuela, que no recibió impacto alguno. Litros de nafta sobre el césped veraniego empiezas a rociar, como si el agua que los cómplices de escapes en el suelo necesitan se tratara.

Explícame, háblame, di algo, no me ignores, no morí, entonces, ¿por qué lo haces? Detente, podemos arreglarlo, sé que podemos hacerlo, solo fue una revuelta y podemos salir de esta, volver a la carretera cuando todo estaba bien, volver antes del desastre, evitar otro desastre, ¿por qué destruirlo así sin más?

El último respiro recibe tu cigarro y, por fin, lo dejas caer. La oscuridad fue cegada por las llamas de lo que antes fue nuestro, lágrimas recorriendo mis mejillas, tratando de entender el porqué de todo esto, suplicando por una respuesta, pero mil nudos en mi garganta detenían las preguntas.

Nunca planeaste llevarme a nuestro lugar feliz, ¿no es así? Me di cuenta, pues saque mis manos de mi ensangrentado abrigo, el calor recorría por mi silueta y no necesariamente porque estuviera cerca de la ira quemante observando la indiferencia de tus luceros, sino porque mi cuerpo seguía en el asiento de ese auto, con la cabeza baja, sin latido alguno, siendo apresado por las llamas carmesís desapareciendo cualquier rastro de mí, de mis huesos, de mis sueños, de mi amor.

Pero tú siempre tuviste esa mirada, solo que nunca me di cuenta hasta que perdí el brillo de los míos para así verte y darme cuenta de que tu resplandor solo era el reflejo de mi amor.

Prendes tu siguiente cigarrillo, agarras tu maleta y caminas hacia el horizonte, mientras mi cuerpo astral abatido está destruido, sentado en el monte del verano frío, viendo cómo te marchas junto con la luz del sol. Mi querer era demasiado flamante, lo suficiente para hacer parecer que eran nuestros dos corazones unificados, y por eso no me di cuenta de que tus planes de huida, eran de mí. Mi forma de amar era demasiado inflamable, tan fácil de quemar, que fue tan sencillo iniciar el incendio con tan diminuto ardor.

De todos modos mis quemaduras ya estaban desde antes, solo que tus palabras falsas que me hicieron ilusionar, no me hicieron notar como pasabas las flamas por mi piel poco a poco, por eso no logré notar mi cuerpo moribundo al dejarlo atrás desde un inicio. ¿Es este mi castigo divino? No creo lograr moverme de la tierra fértil por ahora y para siempre, pues es mi escena del crimen, el crimen de creerte, el crimen de mirarte, el crimen de amarte.

Las prosas que flotan sobre mis aguas: Lágrimas Reprimidas | RecopilaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora