Un revelde amor. Cap. 15

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Un revelde amor. Cap. 15 . TERRY había dejado que Candy le hiciera perder los estribos, y no parecía ser
capaz de serenarse. Había perdido por completo el control de la situación.
Jamás hablaba de su infancia. Nunca le había contado a nadie las penurias
que había pasado de niño. La mayoría de la gente daba por hecho que sus
padres habían muerto, no que ni siquiera sabía quién era su padre y que su
madre no había sido digna jamás de tal nombre. ¿Por qué diablos le había
contado todo aquello a candy , precisamente a candy ?
Y ahora que se lo había contado, y encima sin ningún motivo de peso, ¿por
qué estaba empeorando las cosas dejando que siguiese provocándolo? Era
como si ejerciera algún tipo de embrujo sobre él cada vez que estaba con ella;
tenía que alejarse de ella para liberarse de él, tenía que calmarse y aclararse la
mente.
De hecho, había tenido toda la intención de poner fin a aquella desastrosa
cena e irse a correr unos cuantos kilómetros en la cinta o a hacer unos cuantos
largos en la piscina para ver si con eso lograba recobrar el control sobre sí
mismo y apaciguar sus ánimos, pero entonces ella había tenido que levantarse
de la silla. Y él había perdido la cabeza al vislumbrar su larga y torneada
pierna. Y ahora estaba sonriéndole con picardía, como si supiese lo atraído
que se sentía por ella.
La candy que estaba mirándolo en ese momento parecía muy segura de sí
misma. Esa noche estaba tan elegante que se le había cortado el aliento al
verla, porque el vestido que llevaba parecía hecho a medida para resaltar sus
curvas. Además, se había hecho un recogido clásico con gruesas trenzas en
un guiño a un estilo más moderno, y se había maquillado los ojos de un modo
que le daba un aire exótico y misterioso.
Por las fotografías de su graduación que había visto en la página web de la
universidad, sabía que era guapa, y quizá siempre hubiera intuido que,
teniendo como tenía los genes de su madre, algún día heredaría el título de
Rosmery de la mujer más admirada y elegante de Europa y buena parte del

mundo, pero no se había dado cuenta hasta esa noche de que eso ya había
pasado. Era como si la candy que tenía ahora ante sí hubiese estado ahí
desde un principio, escondida tras esa otra candy mal vestida y peinada del
Bronx, pero ahora que tenía las herramientas adecuadas hubiese salido a la
luz. ¡Y cómo brillaba!
Sí, no había duda de que la heredera andry swts era ya una mujer hecha
y derecha, y que estaba lista para reclamar su trono. Eso debería alegrarlo,
pero no era precisamente esa la sensación que recorría su cuerpo en ese
momento. Más bien era una sensación de ira mezclada con deseo. Notaba una
sensación de tirantez en la entrepierna, y estaba a solo un paso de subirla
encima de la mesa y disciplinarla con la lengua, y con los dedos.
–¿Qué has dicho? –le espetó.
Ella levantó la barbilla, desafiante, y lo miró a los ojos para responderle.
–No puedes obligarme a casarme contigo –dijo en un tono altanero que no
le había oído antes–. Y lo sabes. Crees que te obedeceré solo porque es lo que
he hecho hasta ahora. Pero la realidad es que no eres más que mi tutor legal –
encogió un hombro–. Si quieres que me convierta en tu esposa, te sugiero que
por una vez intentes impresionarme un poco.
Lo cual no era un «no» en redondo, pensó terry . Sin embargo, antes de que
pudiera hacer esa observación, candy arrojó su servilleta sobre la mesa con
mucho dramatismo, se dio media vuelta y se dirigió hacia la puerta, como si
para ella la velada ya hubiese concluido.
Terry ni se lo pensó; la agarró por el brazo antes de que pudiera entrar por la
puerta y la hizo girarse hacia él para luego atraerla hacia sí.
–Esto es exactamente a lo que me refería –lo increpó furiosa.
Si hubiera podido, lo habría fulminado con la mirada. Pero terry ya estaba
cansado de tanto hablar. Lo único que había conseguido hablando con ella
había sido hacerle perder los estribos y acabar contándole cosas que nunca le
había contado a nadie. Y aquello era inadmisible.
La atrajo aún más hacia sí, dejando suelto a ese monstruo rugiente y
lujurioso que habitaba en su interior, y se apoderó de su boca.
Los labios de candy tenían un sabor más dulce que cualquiera de los
mejores vinos que había probado. Y era suya..., rugía algo dentro de sí. Pero
quería más.
Candy gimió contra su boca y él sintió ese gemido como un fuego
incontrolado que se coló bajo su piel y descendió hasta su entrepierna. La

deseaba tanto... Candy le rodeó el cuello con los brazos cuando la atrajo aún
más hacia sí, y él ladeó la cabeza para poder devorar mejor cada rincón de su
boca. Introdujo las manos entre los rubios mechones de su cabello y deshizo
las trenzas para que quedara suelto y le cayera sobre los hombros como una
sedosa cascada que desprendía el aroma a frutas de su champú.
Y a pesar del festín que estaba dándose con su boca, con esos labios
carnosos y esa lengua traviesa, seguía sin ser suficiente. Quería más.
Sin dejar de besarla la hizo retroceder de espaldas hasta la mesa y la sentó
sobre el borde. Solo entonces despegó sus labios de los de ella. Los ojos
Verdes de candy brillaban como si estuvieran llenos de estrellas, y sus
mejillas estaban encendidas.
Se puso de rodillas frente a ella, pero no para pedirle que se casara con él,
sino para devorarla, como el lobo feroz del cuento.
–terry ... –susurró ella.
Su voz sonaba ronca, su pecho subía y bajaba, y en sus ojos se leía el
mismo deseo que se había disparado por sus venas. Le puso las manos en las
caderas y la notó estremecerse, pero no hizo ademán alguno de apartarlo ni de
zafarse de él. De hecho, no veía en ella la menor vacilación.
–Prepárate –le advirtió él.
Candy se agarró al borde de la mesa y él le levantó el vestido, dejando al
descubierto esas piernas perfectas, torneadas. Se le estaba haciendo la boca
agua.
Se las abrió un poco más con sus anchos hombros, y sonrió al oír el
gemido ahogado y suplicante de ella. Se inclinó y apretó los labios contra su
monte de Venus, cubierto por unas braguitas de encaje.
Candy levantó las caderas y emitió un largo y dulce gemido. Terry succionó
mientras le sujetaba las caderas, y luego comenzó a juguetear con ella,
lamiendo las braguitas, mordisqueándola suavemente a través de la tela..., y
perdió la noción del tiempo, envuelto como estaba en su aroma y con sus
muslos enmarcándole el rostro.
Cuando notó que estaba dispuesta, tiró de las braguitas, que se rasgaron sin
demasiado esfuerzo, y aquello pareció sacudir a candy como una descarga
eléctrica.
Todo su cuerpo se estremeció: fue un temblor que subió por sus preciosos
muslos, por el abdomen y aún más arriba. Su respiración se había tornado
trabajosa. Terry se metió las braguitas rotas en el bolsillo de la chaqueta, asió a

Terry por las caderas y tiró de ellas hacia delante.
–terry ...
–Shhh... Vamos a ver quién es aquí quien tiene el poder –susurró contra
sus labios vaginales.
Notaba tenso por el deseo cada músculo de su cuerpo, pero inclinó la
cabeza un poco más y comenzó a lamerla.
Las manos de candy se enredaron en su cabello. Le tiraba del pelo y
gemía dulcemente. La torturó sin piedad, haciendo que se balanceara,
arqueándose impúdicamente contra su boca. Solo cuando gritaba de placer de
tal manera que casi estaba a punto de compadecerse de ella, succionó con
fuerza el clítoris.
Candy explotó. Se estremeció durante un largo rato, y mientras la
observaba, con la cabeza echada hacia atrás, ajena a todo, desnuda de la
cintura para abajo y despatarrada sobre la mesa como si fuera su festín
personal, terry pensó que jamás le había parecido tan hermosa como en ese
momento.
Se irguió, y dejó caer la falda del vestido de candy , ignorando lo que le
pedía el cuerpo. No se trataba de satisfacer sus propias necesidades. Se
trataba de demostrar quién tenía el poder. Era ella quien lo había dicho.
Candy hizo ademán de levantarse, pero parpadeó cuando volvió a
derrumbarse contra el borde de la mesa, como si las piernas no le. Continuara...

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