Hasta los cimientos

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Narrador omnisciente:

Amanda Garim era una mujer amada por todos, sus mejores años habían pasado hace ya tiempo, nunca conoció el amor romántico como se conoce popularmente, sin embargo, todo eso fue remplazado por el cariño que los niños que cuidaba depositaban en ella

Hace ya 55 años, con apenas 20, había empezado a trabajar como tutora en el orfanato de la ciudad, tenía una gran vocación de servicio, quería hacer del mundo un lugar mejor aportando su pequeño granito de arena, y vaya si lo hizo

El orfanato, o infierno como muchos niños de ese entonces lo llamaban, no era un sitio tan oscuro solo por su presencia, siempre tenía una palabra de aliento, una caricia, y las infaltables galletas que llevaba a todos lados consigo, intentando que ese pequeño gesto borrara en algo tanto sufrimiento de ángeles inocentes, pero claro, solo era un granito de arena en un desierto kilométrico

Mil veces denuncio los malos tratos que recibían los pobres infantes y la misma cantidad de veces se decepcionó del patético, nulo, inexistente accionar de la justicia; pensó muchas veces en renunciar pero eso no cambiaría nada

Incluso empeoraría, porque aquellas criaturas perderían a la única personas que sé que preocupaba por ellos; pensaba que todo sería igual por siempre, a nadie le importaban las sombras de la sociedad, su bienestar

Los niños son el futuro, pero solo aplica para aquellos que pueden acceder a el

Vio cientos de niños pasar, algunos con destinos prometedores, otros salvados por familias bondadosas, la gran mayoría solo fueron liberados al mundo sin ninguna protección u otra enseñanza que no fuera la ley de la selva, pero para todos y cada uno de ellos, ella siempre estuvo, porque no era más que otra sombra de la sociedad

Demasiado soltera, rebelde, arremetedora, poco sumisa, esposa, madre; una mujer que sin duda nació en la época equivocada y pago las consecuencias de ello año a año, sin embargo no le importaba, dedico cada minuto de su vida a la protección de esos niños, sin importarle recibir algo a cambio, pero lo hizo, el destino le sonrió de la mejor manera cuando la pequeña Samantha regreso poniéndole un punto y final a tanta crueldad

Pese a sus ya entrados 75 años, recordaba a la perfección como fueron los días antes y después de ella, como si de una especie de mesías contemporáneo se tratase; la pequeña no convertía el agua en vino, sino que se lo bebía con una Amanda 12 años más joven en el despacho

Tampoco multiplicaba los peces, pero desde que apareció, ningún niño volvió a ser privado de comida por un castigo injusto y cruel; por último, no realizaba milagros, pero cambio la vida de todos para bien, incluso la suya

Fue la luz de esperanza que todos creían inexistente

Samantha no dudo siquiera un segundo en nombrarla directora, sabía que ella mejor que nadie podría cuidar, querer y también consentir a los niños, porque lo había hecho con ella misma, la única adulta que respeto, a quien no le temió, al menos por 6 años

No fue una decisión para nada difícil de tomar, ni una propuesta que a ella se le complicara aceptar, se haría cargo del orfanato en su ausencia, como durante gran parte de su vida porque era todo lo que tenía

Por ese motivo ahora se encontraba recorriendo los pasillos desiertos y silenciosos del orfanato, no mentiría, extrañaba el ruido, las risas, los jaleos e incluso los gritos de aquellos que consideraba sus niños, todo era frio y un tanto más triste sin su compañía

Pese a la insistencia de Sam para que la acompañe ella prefirió declinar, ya no era una jovencita que soportara dormir en el piso por 7 días, ni tampoco las andadas que requería una acampada, no quería ser una carga para nadie, por eso declino, aduciendo que prefiera supervisar los avances de las construcciones

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