16 - Mi nuevo hogar

368 22 0
                                    

4 años antes

Martin y Juanjo se encontraban en plena búsqueda de un piso en Madrid, justo después la final de Operación Triunfo. Habían recorrido decenas de barrios, discutido y debatido sobre qué tipo de hogar querían crear juntos. Sus diferencias eran notables: Martin deseaba vivir en un barrio tranquilo, lejos del bullicio del centro de la ciudad. Le gustaba la idea de la paz y la serenidad, de un espacio donde pudieran escapar del ajetreo constante de su nueva vida pública.

Juanjo, por otro lado, entendía las necesidades prácticas. Sin coche y con agendas llenas de citas, entrevistas y compromisos laborales, vivir en el centro les facilitaría la vida. Así, después de meses de búsqueda, finalmente encontraron un pequeño piso en el corazón de la ciudad.

El piso estaba en una calle estrecha y encantadora, con balcones llenos de flores y viejos edificios de fachadas coloridas. Al entrar, lo primero que notaron fue la luminosidad del espacio. Las paredes eran de un blanco impoluto, lo que hacía que la luz del sol se reflejara y llenara cada rincón. El suelo de madera clara crujía ligeramente bajo sus pies, añadiendo un toque acogedor al ambiente. La sala de estar era pequeña pero acogedora, con una ventana que daba a la calle y dejaba entrar la brisa fresca de Madrid.

La cocina, aunque compacta, estaba equipada con todo lo necesario. Tenía encimeras de mármol blanco y armarios modernos. Había un pequeño espacio para una mesa, aunque en ese momento solo había una alfombra enrollada en el suelo.

El dormitorio principal, el único en realidad, tenía un gran ventanal que daba a un pequeño balcón. Desde allí, se podían ver los tejados de Madrid y sentir el pulso de la ciudad. La cama, que aún no estaba montada, descansaba contra una pared, esperando ser ensamblada.

Esa primera noche en el nuevo piso fue mágica a su manera. Sentados en el suelo del salón, Martin y Juanjo compartieron una hamburguesa que habían traído de una cadena de fast food cercana. No había mesas, ni sillas, solo el suelo frío y sus risas resonando en las paredes vacías. Después de comer, decidieron ver una película en la pantalla de Juanjo, apoyada contra una pila de cajas aún sin desempacar. Ninguno de los dos recordaría más tarde cuál fue la película, pero sí recordarían cómo se sentían: emocionados, ansiosos, y llenos de amor.

Tras la película, se dirigieron al dormitorio. La cama, la única pieza de mobiliario en toda la casa, se convirtió en su refugio. Esa noche hicieron el amor con una intensidad que solo se da cuando todo es nuevo y prometedor. Las paredes desnudas fueron testigos de sus risas, sus susurros y sus promesas para el futuro.

Con el tiempo, llenaron el piso con muebles, recuerdos y vida. Pintaron las paredes de colores cálidos, colgaron fotografías y cuadros, y llenaron las estanterías con libros y discos. Las mañanas eran un caos de desayunos rápidos y carreras para no llegar tarde, y las noches se llenaban de conversaciones profundas y planes compartidos. En ese pequeño piso, construyeron su hogar.

Pero como todo, lo bueno también llegó a su fin. Cuando su relación se deterioró, el piso que había sido testigo de su amor también se convirtió en un recordatorio constante de lo que habían perdido. Ninguno de los dos quería quedarse allí. Decidieron venderlo y seguir adelante, y lo vendieron a otra pareja joven que, esperaban, encontraría la misma felicidad que ellos una vez tuvieron.

Martin recordaba la última vez que estuvo en ese piso. Las paredes blancas que una vez habían representado un nuevo comienzo ahora parecían frías y vacías. Las risas y las lágrimas que alguna vez llenaron ese espacio ahora solo eran ecos del pasado. Mientras cerraba la puerta por última vez, se llevó consigo no solo sus pertenencias, sino también los recuerdos de un amor que, aunque terminado, siempre sería una parte de él.

The time I spent without youDonde viven las historias. Descúbrelo ahora