Capítulo 17: Equivocación de guion II

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Sin embargo, lo aterrador de Meng Mo era que estaba especializado en invocar el terror, la rabia y la miseria más profundos del corazón humano para destruir las defensas psicológicas de una persona.

Para un Luo Binghe que ya hubiera activado sus trampas de modo dios, el poder de diez mil Meng Mos juntos equivaldría a poco más que trucos de salón. Pero el Luo Binghe de ahora, cuya sangre demoníaca aún no había despertado, estaba atrapado en el reino de los sueños y en sus oscuros recuerdos. Todo lo que podía ver era su propia impotencia.

De repente, la escena del callejón se distorsionó, transformándose en otra.

No es bueno, pensó Shen Qingqiu. ¡Un segundo golpe mortal sin tiempo para prepararse!

Estaban en una pequeña cabaña destartalada. La choza sólo tenía una cama, una mesita torcida con una lámpara de aceite tenuemente encendida encima, y un pequeño banco de madera.

En la cama yacía una anciana demacrada. Con gran esfuerzo, intentó incorporarse, pero de principio a fin fue incapaz de hacerlo. Una pequeña figura entró corriendo desde fuera. Un Luo Binghe de rostro tierno y poco más de diez años sostenía a la mujer. Alrededor de su cuello colgaba aquel colgante de jade.

—Madre, ¿por qué te levantas otra vez?- preguntó ansioso. -¿No habíamos dicho que estaba bien descansar?—

La mujer tosió. —Estar tumbada no ayuda en nada... Será mejor levantarme y lavar la ropa—

—Ya he terminado de lavar— dijo el pequeño Luo Binghe. —Madre, túmbate y espera a que termine de hervir tu medicina. Podrás trabajar después de tomártela y recuperarte—

El rostro de la mujer era ceniciento, su enfermedad ya no tenía remedio y le quedaba poco tiempo de vida. Sonrió mientras acariciaba la cabeza de Luo Binghe. —Binghe es tan dulce—

El pequeño Luo Binghe levantó la cara, obligándose a sonreír. -¿Qué quieres comer mamá?-

—Estos días tengo cada vez menos apetito— La mujer hizo una pausa y luego añadió vacilante —La última vez que el señorito de nuestra casa tiró su congee [1] blanco, deseé probar un poco. Me pregunto si quedará algo en la cocina—

El pequeño Luo Binghe asintió enérgicamente. —¡Iré a preguntar por Madre!—

—Con preguntar basta— le advirtió la mujer una y otra vez. —Si no queda nada, prepara algo ligero y caldoso. Mientras llene el estómago, está bien. No pidas absolutamente nada al cocinero—

Luo Binghe lo prometió profusamente, y luego salió corriendo como el viento, con los pies dando palmadas contra el suelo. Después de tumbarse un rato, la mujer buscó bajo la almohada aguja e hilo y se puso a hacer labores de aguja.

La luz de la lámpara de la cabaña se hizo cada vez más tenue.

Mientras la mente de Luo Binghe no estaba clara, alargó la mano, intentando agarrar algo. Shen Qingqiu le agarró la mano.

El Sistema de Autosalvación del Villano EscoriaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora