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Elara desayunaba con desánimo en el amplio comedor de Harrenhal, donde la actividad era frenética. Sirvientes y soldados iban de un lado a otro, algunos arreglando el castillo y otros preparando sus equipos de combate. A pesar del bullicio, Elara no podía ignorar las miradas inquisidoras de Cedric y Nimeria. Ambos intentaban mirarla disimuladamente, sin éxito. La incomodidad de Elara se incrementaba con cada mirada furtiva. Aún sentía la vergüenza por la escena que había montado en su habitación esa madrugada. Desde entonces, todos habían estado pendientes de ella, un exceso de atención que empezaba a irritarla.
Finalmente, no pudo soportarlo más. Frunció el ceño y miró directamente a Cedric y Nimeria.
—¿Pueden dejar de mirarme?—espeto con evidente molestia.
Cedric intercambió una rápida mirada con Nimeria antes de responder. —Solo estámos preocupados por ti, Elara. No todos los días te paralizas mientras duermes. — Nimeria asintió, su expresión mezcla de preocupación y curiosidad.
—Exactamente, no queríamos incomodarte. Pero después de lo que pasó anoche, es difícil no estar atentos. — aprieto los dientes, mi frustración aumentando.
—Estoy bien, de verdad. No hay necesidad de montar guardia sobre mí todo el tiempo. — Cedric alzó una ceja, escéptico. —Estoy perfecta, te lo aseguro.
De un momento a otro, Aleric y Cassandra se acercaron. El mayor de los hermanos tomó a Elara por el hombro, proporcionándole un gesto de cariño antes de hablar.
—Qué bueno que estés en condiciones, porque necesitamos informarte de algo.
El ambiente se tornó pesado en la mesa. Cedric y Nimeria, al percibir la tensión, se escabulleron rápidamente del lugar. Los observó marcharse antes de volver mi atención a Aleric y Cassandra.
—¿Qué tan importante? —preguntó extrañada.
Aleric y Cassandra intercambiaron una mirada leve antes de que su tía tomara la palabra. —Regresarás a Torremar, un navío vendrá al atardecer. — Suelto una risita incrédula, pero mi expresión cambia al notar la seriedad en los rostros de ambos
—¿Es una broma, verdad? — Aleric negó con la cabeza, su semblante grave.
—No, Elara. No es una broma.
Mi incredulidad se transformó rápidamente en enojo. Me levantó de la mesa de golpe, derramando un poco de jugo de naranja en el proceso.
—¿Qué demonios significa esto? —exclamo, mi voz temblando levemente — ¿Por qué me envían de vuelta como si fuera una niña a la que deben proteger?
