CAPITULO VEINTINUEVE " j u i c i o p o r c o m b a t e "
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La noche caía lentamente sobre la capital, envolviendo los jardines del castillo en una calma inquietante. El aire frío traía consigo un silencio que solo se rompía por las risas lejanas de Jasper y Lyana, que jugaban despreocupados. Aleric y Elena caminaban juntos, intentando distraerse, pero la espera se sentía como un peso invisible sobre sus hombros.
Aleric llevaba días con el ceño fruncido, sintiendo cómo la incertidumbre lo consumía. Habían pasado más de dos semanas desde su coronación y no había señales de Aegon, nada más que una horrible calma.
—Esto no es normal.— murmuró, sin apartar la vista de sus hijos— Debería haber atacado ya.
Elena guardó silencio por un momento, pero el mismo temor que Aleric describía también la carcomía. —Es la espera lo que nos está matando. —dijo al fin, mirando el horizonte oscuro— Esta calma... es como si Aegon quisiera que bajáramos la guardia. —
Aleric apretó los puños, sintiendo cómo la frustración crecía en su interior. Se suponía que la coronación lo traería a sus puertas, pero hasta ahora solo había silencio.
—No puedo soportar esto más —gruñó, sin dejar de caminar— Nos tiene atrapados en su maldito juego.
Elena lo miró de reojo. Sabía lo mucho que la inacción lo afectaba, pero debían ser prudentes. —Aegon puede estar esperando su momento perfecto —dijo con un tono mesurado— Quizás aún no tiene todo lo que necesita. Si nos adelantamos, podríamos hacer justo lo que él quiere.
Aleric se detuvo y miró de nuevo a sus hijos, sintiendo el peso de la responsabilidad sobre sus hombros. —¿Y cuánto más debemos esperar? —respondió con amargura— Cada día que pasa, me siento más vulnerable. No puedo permitir que esto continúe.
Elena asintió lentamente, comprendiendo su preocupación. También lo sentía. El peligro estaba latente, aunque invisible. —La incertidumbre es parte de esto, Aleric —dijo con suavidad, buscando calmarlo— Pero debemos estar preparados para cuando llegue el momento. Y llegará, no lo dudes.— Aleric suspiró, incapaz de sacudirse la ansiedad que lo invadía.
—Jasper también lo siente. —dijo en voz baja, para que sus hijos no escucharan— No lo dice, pero está preocupado por Helaena y su hija. Le hizo una promesa... y si Aegon llega antes de que podamos protegerlas...
Elena lo miró, con una mezcla de tristeza y comprensión. Sabía lo importante que era para Jasper esa promesa, pero también sabía el riesgo que corrían si Aegon decidía ir por su hermana e hija. —Él haría cualquier cosa por ellas. —murmuró Elena— Y eso es lo que me preocupa. Jasper no se perdonaría si algo les sucediera.
