²⁵l Platinum

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CAPITULO VEINTICINCO
" p l a t i n o "

      Los guerreros sobrevivientes de la ahora llamada la batalla de los Cuervos regresaban lentamente al castillo desde Valle Oscuro

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      Los guerreros sobrevivientes de la ahora llamada la batalla de los Cuervos regresaban lentamente al castillo desde Valle Oscuro. El sol apenas se escondía tras las colinas, bañando el camino en tonos anaranjados y rojos. Elara galopaba con pereza, su mirada fija en el horizonte, pero su mente perdida, las filas de sus hombres estaban claramente reducidas, cada espacio vacío recordaba la ausencia de aquellos que no volverían. Elara apretó las riendas con fuerza, intentando sofocar el nudo en su garganta. Habían perdido a su tía, una de las pocas figuras maternas que le quedaban. Y Nimeria estaba destrozada, cabalgando en silencio a su lado, con los ojos hinchados de tanto llorar. Elara deseaba con todo su ser que las luchas y sacrificios valieran la pena en el futuro, que las vidas perdidas no fueran en vano. Porque si no, jamás se lo perdonaría. 

Alzó la mirada y observó a Benjicot, que cabalgaba unos metros más adelante. Notó la tensión en su rostro, la forma en que sus manos se aferraban a las riendas. Estaba molesto, lo sabía, porque no había podido estar junto a ella de regreso. Aleric  había sido claro: no quería que Benjicot se acercara demasiado a Elara hasta que declarara su compromiso en público. Ya habían causado bastantes habladurías y Aleric temía por la reputación de su hermana, lo último que quería era que ella resultara dañada por chismes o malentendidos, sabia lo sensible que era la joven tras el escrudiño ajeno. 

Las horas se alargaron mientras cabalgaban hacia Desembarco del Rey. El camino era largo, y el silencio entre ellos sólo era roto por el sonido de los cascos sobre la tierra. Elara sentía el peso de la mirada de Benjicot sobre ella, un peso que le reconfortaba y le angustiaba a partes iguales. Finalmente, cuando las murallas de la ciudad se alzaron ante ellos, Elara exhaló un suspiro de alivio y agotamiento, preparándose para lo que vendría una vez cruzaran las puertas.

Elara apenas recordaba su última visita a la capital; era solo una niña entonces, y los detalles se le escapaban como arena entre los dedos. Lo único que le quedaba eran vagos recuerdos de altas torres y calles abarrotadas. Ahora, sin embargo, Desembarco del Rey estaba sumido en un silencio inquietante, como si la ciudad misma estuviera de luto. Cabalgaron en fila hasta el castillo, el ruido de los cascos resonando en las piedras desgastadas de las calles.

Cuando llegaron a las escaleras de la entrada, Elara vio a la reina Rhaenyra esperándolos. Pero no fue ella quien atrapó su atención. A su lado, Jasper observaba con una expresión ansiosa. Elara no lo pensó dos veces: se deslizó del caballo y corrió hacia él, la preocupación que había mantenido oculta durante tanto tiempo ahora liberada en su prisa. Se arrojó a sus brazos, rodeándolo con fuerza, asegurándose de que estaba allí, que estaba a salvo.

Sintió otros brazos envolviéndolos y levantó la mirada para encontrarse con la sonrisa cansada de su hermano Cedric. Su alivio fue palpable, y por un instante, el peso de la batalla pareció desvanecerse. Nimeria, más cautelosa, se acercó lentamente. A pesar de su alegría por ver a Jasper, su corazón seguía roto, y la tristeza se reflejaba en cada paso que daba. Jasper, al percibir su dolor, la abrazó con cariño. Al contacto, Nimeria rompió a llorar, su llanto era un desahogo de la pena acumulada durante el viaje. Elara sintió su propia tristeza crecer al escuchar la voz entrecortada de su prima y ver la angustia en su rostro. Jasper, la estrechó más fuerte en sus brazos, pero sus ojos buscaban respuestas, llenos de preocupación.

N O R T H  W I N S_____ Benjicot B.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora