Capítulo 28

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Pov jennie





Al día siguiente, el vacío en la casa se hizo evidente en cuanto Lisa se fue.


Me levanté temprano esa mañana, sintiendo una mezcla de tristeza y alivio. Había algo en el silencio de la casa, algo que lo hacía tan estridente como cualquier discusión que pudimos haber tenido.


Mis padres habían ido temprano al restaurante, Pero no antes de que llegara Lisa, mamá dijo que volvería antes del mediodía, para que no estuviera sola, lo más seguro es que sabía cuánto significa el que yo quedaría sola nuevamente.


Lisa y yo desayunamos juntas, algo raro en los últimos tiempos.

Noté que ninguna de las dos mencionó la discusión de ayer, como si de algún modo hubiéramos decidido que era mejor dejarla ir, enterrarla junto con las otras que nunca resolvimos. Lisa hablaba del futuro, como si no hubiera pasado nada, mencionando que esperaba que me recuperara pronto y prometiendo que volvería al pueblo en cuanto pudiera.


Cada palabra suya era un intento de disipar la atmósfera tensa entre nosotras.


No importaba cuánto tratara, mis pensamientos constantemente volvían a la misma pregunta:


¿por qué sucedió todo esto? Pero sabía que era mi culpa por mantener oculto mi error, y Lisa por su parte decidió no preguntar nada más, ya que solo complicaría más las cosas.


Tal vez ambas sabíamos que un mar de palabras no arreglaría lo que estaba roto.


Cuando llegó el momento de despedirse, la inevitable incomodidad se asentó.

Sin decir más, Lisa me envolvió en un abrazo.


Sentí su calor, y en ese momento, todo se volvió a nuestro favor por un breve segundo. Nos aferramos la una a la otra, como si el abrazo pudiera ser un puente sobre el abismo que se había abierto entre nosotras.



Luego, con una suavidad que rompió todas las barreras, besó mi frente. No necesitamos decir más; ambas sabíamos que era mejor así.






Los meses siguieron su curso y, con ellos, también lo hicieron las heridas que dejó el accidente. Mi cuerpo curó, mis músculos volvieron a funcionar como antes, y el dolor se reemplazó por cicatrices que apenas podían contarse entre tantas ya presentes.



Zico también mejoraba, lo veía moverse con más facilidad, y estaba en camino a una recuperación completa.



Nunca pensé que vería a Zico atravesando tanto sufrimiento. Nos conocimos desde que éramos niños, y siempre fue el alma de la fiesta, lleno de energía y siempre con una sonrisa en el rostro.


Nunca imaginé que un accidente cambiaría todo eso.


Tras meses de recuperación, Zico se vio obligado a terminar la escuela en la escuela de verano.


Eso fue un golpe duro para él.


Toda su vida había estado enfocado en graduarse junto a sus compañeros de escuela, su clase, sus amigos.



Afortunadamente, nuestros profesores entendieron su situación y le permitieron participar en la ceremonia de graduación con el resto de su promoción.



A Zico no le importaba participar; de hecho, parecía casi indiferente ante la idea.


Pero gracias a la insistencia de sus padres, sus compañeros y, sobre todo, de todos nosotros, sus amigos, logramos hacerlo cambiar de opinión.



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