Capítulo 40

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Pov Lisa.








Aquel día, mientras conducía mi motocicleta por la costa cerca de la casa abandonada en la playa, mi corazón dio un vuelco al ver a ciertas personas afuera de la propiedad. Intrigada, decidí acercarme para averiguar quiénes eran y qué hacían allí.





Al llegar más cerca, pude distinguir a un hombre de mediana edad conversando con otra persona.





Me acerqué con una sonrisa amable y les pregunté cortésmente qué estaban haciendo allí. El hombre, con una expresión melancólica en su rostro, me reveló que era el hijo de los dueños de la casa y que estaban planeando venderla en un remate.







Me explicó que su familia pronto se mudaría del país y que no tenían intención de regresar, por lo que habían decidido deshacerse de la propiedad.







Escuché sus palabras con atención, asintiendo en señal de comprensión, pero en mi mente ya estaba tomando una determinación. Aquel lugar significaba demasiado para mí, era el último vestigio de mi historia con mi chica de ojos felinos, y no permitiría que nadie se adueñara de él.






En esas paredes estaba nuestra historia, los recuerdos y sueños que eran lo único que me quedaba de ella.







Después de agradecer la información, monté mi motocicleta y me alejé, con la determinación de informarme más sobre el remate de la casa. Sabía que tendría que estar preparada para cualquier negociación que se presentara, porque a toda costa, debía convertirme en la dueña de ese lugar tan especial para mí.





Durante los días siguientes, me sumergí en la tarea de investigar todo lo relacionado con el remate de la casa.





Hablé con abogados, consulté registros de propiedad y me preparé mentalmente para lo que se avecinaba.





Cada vez que pensaba en la posibilidad de perder ese último bastión de mi pasado, sentía un nudo en la garganta y una determinación férrea en mi corazón.





Finalmente, llegó el día del remate.







Me presenté en el lugar, lista para luchar por lo que era mío por derecho sentimental. El ambiente estaba tenso, con varios postores interesados en hacerse con la propiedad.






Observé en silencio, esperando mi turno para entrar en la puja.






Cuando finalmente llegó el momento, me armé de valor y comencé a ofrecer mi precio. Cada nueva oferta llenaba mi corazón de ansiedad, pero no me dejé intimidar. Sabía lo que esa casa representaba para mí y estaba dispuesta a llegar hasta el final para conservarla.






Las miradas de los demás postores se posaban en mí, intentando adivinar mis intenciones. Pero yo mantenía la determinación en mi rostro, enfocada en mi objetivo.





Cada vez que la voz del subastador anunciaba una nueva oferta, mi pulso se aceleraba y mi determinación se fortalecía.




Finalmente, después de una intensa puja, el martillo cayó a mi favor.




La casa abandonada en la playa ahora era mía. Un sentimiento de alivio y emoción me invadió, sabiendo que había ganado la batalla por preservar aquel lugar tan especial para mí y mi historia con aquella chica de ojos felinos.







My Favorite GirlDonde viven las historias. Descúbrelo ahora