12. La villa del bosque

47 9 55
                                    

— ¡Esto es tan frustrante! —se quejó Kuroka en voz alta.

Luego de que Renku y Kururu volvieran al campamento, Kuroka decidió rendirse con la fogata y encargárselo al muchacho; en su lugar decidió también aprovechar para bañarse en el río. Pronto comenzaría a atardecer y no quiso esperar a que el agua estuviera insoportablemente helada. Después de todo, había sido un día intenso entre tantas carreras, ser atacada por un oso y haber perdido contra un trozo de madera; le urgía lavar su cuerpo.

Ya dentro del agua la chica rememoró todo lo sucedido desde que salieron de Hoytt hasta ese momento, dándose cuenta que no había sucedido absolutamente nada. Tenía la ilusión de ser entrenada por el mismísimo Kurogami, el erradicador imperial más joven de toda la historia, aquel que había sobrevivido en una batalla contra cien enemigos a la vez; era por eso que lo había seguido. Aun así, el muchacho era distante y se negaba a hablar sobre cualquier tema relacionado con eso. Incluso intentó escapar y abandonarla en el bosque; en un principio Kuroka creyó que podía tratarse de una forma de ponerla a prueba, pero no era estúpida y al final entendió las verdaderas intenciones de Renku. Si no se hubieran cruzado con la pequeña Kururu, seguramente él ya se habría marchado.

Lo peor era que Renku ni siquiera quería decir por qué no quería entrenarla o darle algún consejo. Aunque no quería admitirlo, no llegaría a ninguna parte si las cosas seguían ese rumbo.

— ¿Qué puedo hacer para que me acepte? —se preguntó Kuroka en voz alta—. Tal vez podría atacarlo por sorpresa y forzarlo a defenderse.

Tal vez podría hacer eso para incitarlo a mostrar aquella actitud que tuvo en la casa de los Shizaku. Soltó un pequeño suspiro al suponer que quizá no sería buena idea, después de todo, fue su hermano Tera quien lo puso a la defensiva, y por muy fuerte que fuera su hermano, ni siquiera él logró que Renku se pusiera completamente serio.

Si Tera no pudo, ¿qué podría lograr alguien como Kuroka?

Soltando un suspiro de frustración se dejó caer de espaldas sobre el agua, flotando y dejándose llevar por la suave corriente. Cerró los ojos, sin dejar de pensar en Renku. Era un muchacho risueño e inocente, tanto que de no ser porque vio su pelea contra Tera, jamás habría creído que se trataba del gran Kurogami. Y no sólo eso, era el hijo perdido de Kuroto Renkei, y si las cosas hubieran sucedido de otra manera tal vez se hubiera convertido en su esposo.

Mejor no pienso en eso, se dijo la chica a sí misma. 

La familia Kuroto estaba extinta, lo realmente importante era la fuerza del muchacho y todo lo que podía aprender de él. Todo lo demás, así como las preguntas sin respuestas que habían respecto al pasado de Renku eran de poca importancia para ella.

Sus pensamientos fueron interrumpidos cuando, de pronto, su cabeza hizo contacto contra un bulto extraño. Era algo rígido, pero no tan duro como para ser una roca. Tenía cierta suavidad similar a la carne, y ese choque detuvo su rumbo.

Exaltada, Kuroka alzó la mirada, logrando ver una espalda humana, seguida de un cuello torcido, cabello oscuro y la expresión sorprendida de un muchacho desnudo. Al igual que ella, esa persona estaba dándose un baño en el río, y la manera en que la miró indicaba que no esperaba encontrarse con nadie más. Era joven, probablemente de la misma edad que Renku, tenía el cabello corto, negro, y un par de cicatrices que se cruzaban muy cerca de su ojo izquierdo.

Soltando un grito ahogado, Kuroka se puso de pie y se alejó unos pasos, adoptando una postura defensiva; no sabía si tal vez se trataba de alguien peligroso. Por su parte, el desconocido se apresuró por sumergirse hasta la altura del ombligo, notándose algo nervioso.

— ¿Quién eres tú? —exclamó Kuroka.

—Yo debería preguntarte eso, ¡estas son tierras privadas!

Kurogami Vol# 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora