13. El mejor de los lugares

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— ¡Vaya! —exclamó Kururu, asomándose por encima del hombro de Renku.

Siguiendo a los hermanos Lilian y Ciel, los forasteros llegaron a la mencionada villa. A mitad del trayecto Kururu se veía bastante cansada, por lo que Renku la cargó sobre su espalda el resto del camino. La niña parecía estar por quedarse dormida, pero una vez llegaron recuperó algo de energía, mostrando un brillo de impresión en sus ojos.

Fue una caminata de unos cuatro kilómetros a través de la forestación, por lo que todos estaban bastante cansado, pero al ver la villa tanto Renku como Kuroka parecieron exaltarse de la misma manera que Kururu. Era un lugar bastante modesto y, comparado con ciudades como Hoytt, no resultaba muy impresionante, pero aun así había una atmósfera cálida que se podía sentir en el aire y que los hizo sentir bastante cómodos.

Se podían apreciar varias casonas de madera con techos de heno, distribuidas alrededor de una pequeña plaza con troncos cortados a modo de asientos que rodeaban lo que parecía ser un punto para encender una hoguera. Junto a algunas casonas habían cercas que resguardaban vacas, cerdos y ovejas, mientras que en uno de los límites del lugar se apreciaban campos de cultivo, con algunos campesinos trabajando la tierra.

Para cuando llegaron ya estaba a punto de anochecer, y se podía ver gente preparando la leña para encender la hoguera, hombres cargando carne y vegetales, mujeres repartiendo mantas sobre la tierra y tanto niños como niñas jugando entre ellos. Lilian había dicho que hace pocos días habían sido atacados por unos crueles bandidos, pero viendo aquella escena tan prospera resultaba incluso difícil de creer.

Pronto, varios aldeanos se acercaron para dar la bienvenida a los hermanos. Renku temió que eso llevara a una situación incómoda, pero cuando Lilian los introdujo, también los saludaron con calidez y les ofrecieron bebidas. Kuroka se vio bastante cautelosa ante esa explosión de amabilidad, y terminó aceptando la bebida con cierta duda. Por su parte, Renku bajó a Kururu de su espalda. La pequeña también se veía algo incómoda, por lo que no la presionaron para devolver los saludos. 

—Maestro —llamó Kuroka, mirando la bebida que le dieron—. Esto es vino.

—No me digas así, por favor.

—Descuida, Kuroka —dijo Lilian, tomando un sorbo de su vaso—, es jugo de uva. Aquí no se le da alcohol a las mujeres menores de edad.

— ¿Qué? —se quejó Kuroka, aunque no quería beber alcohol eso le molestó un poco—. No me gusta que me traten como a un niño.

— ¿"Niño"?

Renku simplemente río ante eso, para después notar como un alguien se acercaba a ellos. Se trataba de un hombre mayor, que caminaba ayudado de un bastón, de piel oscura, cabello corto y canoso, que les sonreía con sus labios gruesos y los miraba con ojos amables. Lilian se vio bastante feliz al ver a ese hombre y se apresuró por saludarlo.

— ¡Alcalde! —exclamó la joven—. Todo luce genial para el banquete.

—El tiempo es agradable y el ambiente seguro. Parece que los dioses nos han favorecido para disfrutar esta noche —respondió el anciano—. Dime, Lilian, ¿quiénes son estos jovencitos que te acompañan a ti y a Ciel?

—Los conocimos acampando junto al río, así que decidimos invitarlos a pasar la noche.

Renku se adelantó hacia el hombre, haciendo una leve reverencia a modo de saludo.

—Buenas noches, alcalde. Mi nombre es Renku, y ellas son Kuroka y Kururu. Planeábamos pasar la noche en la intemperie, pero Lilian y Ciel fueron lo suficientemente amables como para invitarnos a quedarnos aquí. Espero que eso no sea mucha molestia.

Kurogami Vol# 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora