El plan como concepto era sencillo; Ciel y Kuroka cubrirían las espaldas de Renku, mientras que él se abriría paso hasta llegar a Tomoro. Eran muchos enemigos, pero en esa situación no tenían muchas más opciones. Esperaba que los bandidos fueran cautelosos, lo que les daría a los chicos una mejor oportunidad para defenderse, pero aun así el riesgo era enorme. Por eso Renku debía ocuparse de Tomoro lo más rápido posible. Cuanto antes derribara la torre de control, antes podría apagar el espíritu de los bandidos en su totalidad.
Los tres estaban por dar la iniciativa y correr hacia el enemigo, sin embargo, fue Tomoro quien se adelantó. El gigante se abrió paso entre sus subordinados, quedando frente a todos ellos para encarar a Renku.
En sus ojos se podía ver reflejada toda su ira tras haber sido humillado de esa forma. Parecía haber calmado su miedo, pero aún mantenía un estado exaltado imposible de disimular. Había tanta ira en su mirada que daba la impresión de que su ojo restante saldría expulsado de su cuenca; Ciel y Kuroka parecieron verse algo intimidados, y aunque Renku no era indiferente a eso, logró mantener la compostura.
—Enano —gruñó Tomoro—. Ya he tenido suficiente de esto.
—Creo que todos estamos hartos de esto —respondió Renku.
Renku entonces le entregó su espada a Kuroka con tal de que ella tuviera una herramienta para defenderse. La chica quiso decir algo, pero en ese instante Renku lanzó una pequeña bola de fuego directo al rostro de Tomoro. No tenía la potencia para hacer mucho daño, pero fue suficiente para hacerlo enojar. Luego de haber llamado su atención, Renku comenzó a correr a un lado, a lo que Tomoro no dudó en seguirlo.
Antes de alejarse, el chico le dio un rápido vistazo a sus compañeros, y ellos entendieron al instante. Tanto Ciel como Kuroka se armaron de valor y comenzaron a correr hacia el lado contrario. Ante esa disyuntiva los bandidos se separaron en dos grupos; el que siguió a los muchachos y el que siguió a su líder. Fueron pocos los que fueron tras Tomoro, pero el gigante los hizo a un lado rugiendo que él sería el único que mataría a Renku. Ante eso, los bandidos restantes fueron tras Ciel y Kuroka, sin embargo, ambos muchachos los encararon con valor, levantando sus armas para defenderse.
Muchos recordaban que Kuroka fue capaz de derribar a algunos bandidos esa tarde, por lo que verla armada y defendiéndose de los ataques que recibía los hizo mantener la cautela. Ciel también se sorprendió al verla, y ese pequeño momento de equipo le hizo recobrar algo de sus energías para poder luchar.
Hay que resistir... si es él, definitivamente podrá ganarle a Tomoro, pensó Ciel, sin perder la esperanza de que esa noche serían libres.
Sin embargo, Kuroka no compartía tanto ese optimismo. En sus manos tenía la espada de Kurogami, es decir, tenía la única arma que Renku podía usar. Gracias a eso ella tenía cómo luchar, pero eso significaba que Renku estaba completamente desarmado contra el enemigo más poderoso. Estaba preocupada, pero no tenía más opción que confiar en el muchacho.
Por su parte, Renku se movía de un lado a otro para evitar los golpes de Tomoro. Cada uno cargaba una enorme potencia y dejaba profundas grietas donde fuera que chocara. Si recibía aunque fuera uno sería aplastado; Renku sabía eso, pero aun así sentía su cuerpo más ligero. De alguna forma pudo moverse con mayor facilidad, y sus sentidos parecían estar más agudos. No podría haberlo explicado, pero con cada movimiento que hacía, Renku podía escuchar las palabras que Kuroka le había soltado.
Luego de haberla visto y escuchado una vez más, Renku había recuperado gran parte de sus fuerzas, y tras haberle prometido que terminarían su conversación, el chico comenzó a luchar con la intención de sobrevivir sin importar qué.
ESTÁS LEYENDO
Kurogami. Vol# 1
FantasiaCuando los dos grandes países del continente oriental se unieran bajo una sola bandera nació el imperio de Sacrath: un país rico en variedad de culturas, razas y sociedades que lograron coexistir. En este mundo seguimos a Renku, un joven vagabundo q...