24. Funeral

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El cielo estaba en su punto más oscuro, y eso sólo significaba que pronto iba a amanecer.

Muchas personas veían con incertidumbre cual sería el resultado de la batalla entre Renku y Tomoro, a excepción de un bandido. En el momento que vio como el círculo de fuego se deshacía y ambas figuras volvían a ser visibles, ese hombre supo cual sería el resultado; por ello, aprovechando que la atención de todos estaba en ese duelo, se escabulló para escapar. 

No pasó mucho hasta que la luz del amanecer se hizo visible, dando por terminada la batalla por la villa. La derrota del grupo de Tomoro era absoluta, por lo que ese hombre ya no tenía nada más que hacer allí, después de todo, ya tenía toda la información que necesitaba.

En su cabeza había logrado escapar sin que nadie pudiera darse cuenta, pero se detuvo en seco, dándose cuenta de que unos ojos detrás de la vegetación estaban puestos sobre él, fulminándolo con una intensa sed de sangre. Eso delataba al extraño, pero le resultó evidente que no estaba intentando ocultarse. Ya no. 

Alzó lentamente la mirada hasta la rama alta de un árbol, logrando divisar a un hombre robusto, pelirrojo, con ropa oscura que lo observaba con una sonrisa siniestra. Aunque ese individuo significaba un peligro, el bandido no dudó en devolverle la sonrisa. 

— ¿Te diste cuenta? —murmuró el bandido—. Ya me estaba preguntando dónde estarías. Supongo que lo observaste todo desde algún escondite. ¿Te gustó el espectáculo? 

Kouga se dejó caer, quedando en frente del bandido. Se irguió para demostrar su superioridad en altura y robustez, pero aquel hombre no pareció verse intimidado.

—Fue una batalla intensa, realmente dudé de que Kuro pudiera ganarle a ese monstruo.

—Bueno, el jefe era bastante poderoso; para nosotros era invencible y a su lado éramos imparables —pese a sus palabras, el bandido sonaba despreocupado—. Apenas vi que fue derrotado supe que tenía que escapar... las cosas se pondrán muy feas para los demás.

—Sí, eso tiene sentido... pero tú escapaste incluso antes de que Tomoro fuera derrotado, casi como si lo hubieras anticipado. Además, te estuve observando desde la distancia a lo largo del día: eres el único bandido que no intentó tocar a ninguna mujer, tampoco participaste en ninguno de sus sádicos juegos o te metiste con algún aldeano. Siempre te mantuviste a la distancia, observando. Para los demás habrá sido muy sutil... pero no para mí.

Kouga creyó que lo tenía acorralado. Esperó muchos tipos de reacciones, desde silencio hasta un ataque para intentar escapar. Estaba preparado para eso, pero en su lugar el bandido solamente soltó una suave risa antes de hablar.

— ¿Qué quiere decir con eso, buen señor?

—No juegues conmigo —Kouga sonaba frustrado—. Tienes una apariencia común, no pareces especialmente fuerte ni tienes rasgos que destaquen. A simple vista pareces un simple brabucón, pero esa fue tu intención para pasar desapercibido, ¿cierto? Ahora quiero que me respondas esto... tú eres el brujo, ¿verdad?

La sonrisa del bandido pareció ampliarse al escuchar eso, pero pese a eso su rostro adoptó un semblante más sombrío. Levantó las manos para hacerlas chocar en un sarcástico aplauso. Kouga se molestó al ver esa actitud, pero por fin había encontrado al hombre apodado como el brujo; un peligroso criminal que había estado ganando renombre en los últimos meses, además de haber estado relacionado con atentados de la Secta de los ojos cruzados. Los rumores decían que era uno de sus líderes. 

—Ya no tiene sentido negarlo —luego de eso el bandido se inclinó en una incómoda reverencia—. Así que me llaman "el brujo", ¿eh? Había escuchado ese apodo un par de veces y debo admitir que no me disgusta del todo. Pero ¿cómo supiste que estaría aquí?

Kurogami Vol# 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora