3. Nunca conozcas a tus héroes

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Tom Davis despertó con un dolor de cabeza infernal, de esos que hacían pensar que el final estaba cerca

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Tom Davis despertó con un dolor de cabeza infernal, de esos que hacían pensar que el final estaba cerca. Sin embargo, a medida que recuperaba la conciencia, notó que le hubiera sido más fácil señalar las partes del cuerpo que no le dolían. Poco a poco, abrió los ojos, pero su visión aún estaba nublada y le era imposible enfocarse. Solo de dos cosas tenía seguridad: la primera era que había alguna fuente de luz cerca iluminándolo sólo a él, y la segunda era que no se encontraba en los tejados de Krimson Hill, el último lugar que su agitada mente le permitía recordar.

Intentó levantarse, pero sus músculos no respondieron y, por un segundo, temió que en su última pelea se hubiera roto algo y ahora se encontrara en un estado de parálisis, indefenso ante su misterioso agresor. Sintió alivió al descubrir que tan solo se estaba maniatado a un asiento. De inmediato, buscó la pequeña cuchilla que guardaba en un compartimento secreto del guante para situaciones como esa, pero descubrió que el accesorio le fue arrebatado. De hecho, ya no vestía con guantes, lo que lo llevó a una terrible realización: tampoco usaba su máscara.

La idea de que sus enemigos descubrieron su identidad y se dirigían a The Shelter a castigar a sus seres queridos por sus imprudencias llegó a su cabeza con la velocidad de una bala, y lo obligó a recuperarse más rápido. Su visión se aclaró a medida que su corazón se aceleraba y sus extremidades luchaban por zafarse de las ataduras, entonces, percibió movimiento a su alrededor.

La sangre de Tom se heló de repente; estaba tan preocupado por sus amigos y su hermana que olvidó considerar el peligro más evidente en ese momento. Por algunos segundos permaneció en silencio, agudizando sus sentidos al máximo, pero lo único que logró captar fue una respiración lenta y rítmica a sus espaldas, que le confirmó lo que ya sospechaba: no estaba solo.

Sin embargo, conforme pasaban los segundos y su visión se ajustaba a la oscuridad reinante, la situación fue más clara, aunque no por eso menos confusa. Formas familiares se dibujaron en las sombras, lugares conocidos, sonidos y olores a los que se había habituado... y pronto, descifró que se encontraba en "su" guarida. Su mente corría a la velocidad de la luz intentando descubrir qué significaba todo eso, pero el sonido de pasos acercándose detuvieron en seco sus intentos de deducciones.

La misma figura oscura que lo atacó en el callejón y que, sin dudas, le dio caza por los tejados de Silent Side, ahora lo rodeaba como un animal hambriento al acecho de su presa, moviéndose con cuidado para no entrar en el halo de luz donde él estaba apresado. Tom pudo distinguir que aquella figura usaba ropa oscura, una capucha y una especie de cuellera para cubrir su rostro y así ocultar su identidad.

—Jamás debiste haber entrado aquí, Thomas —dijo finalmente la figura, con una voz grave, alterada por algún dispositivo—. Ese traje no te pertenece.

Tom era consciente de que tenía que hallar la manera de escapar de su captor, sin embargo, no podía despegar la mirada de aquella oscura figura que lo observaba desde las sombras, casi como hipnotizado por ella. Algo de la situación no encajaba, y no entendía de qué se trataba. Todos sus instintos le gritaban que debía escapar, y aun así, a una parte de él lo consumía la curiosidad por saber quién era su captor y cuáles eran sus intenciones. Si lo quisiera muerto, había tenido oportunidades de sobra para acabarlo, ¿deseaba torturarlo entonces? ¿Con qué fin? En los últimos meses molestó a muchas personas, personas peligrosas, pero no se imaginaba qué era lo que podían querer de él más allá de su muerte... a no ser que quisieran divertirse primero. La idea le lanzó un escalofrío por su espalda, que lo habría hecho temblar si no fuera porque estaba inmovilizado.

Krimson Hill: Ciudad de MentirasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora