4. El dúo dinámico (II)

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El viaje en auto fue largo y silencioso

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El viaje en auto fue largo y silencioso. Charles conducía, como no podía ser de otra forma, de una manera excesivamente prudente, lo que les ganó unos cuantos bocinazos de parte de los conductores más apurados y le puso los nervios de punta a Vincent, eso los llevó a tomar caminos plagados de semáforos, que, insistía, eran "más seguros".

El joven detective intentó hacer conversación un par de veces con su más experimentado compañero, pero él tan solo se limitó a mirar por la ventanilla hacia afuera y "disfrutar" el lúgubre paisaje que Krimson Hill ofrecía en otoño. Al tercer intento, Charles desistió y tan solo se dedicó a escuchar la estación de radio local, que sonaba «Black Dog», el clásico de Led Zeppelin que su padre le hizo escuchar desde su juventud. Dejándose llevar por los recuerdos, pero sin jamás quitar su atención de la calle, Charles continuó su camino hasta detenerse en la puerta del abandonado orfanato... tan solo que no se estaba abandonado en lo más mínimo.

Al verlos llegar, algunos grupos de chicos que se encontraban sentados en las escalinatas se dispersaron y desaparecieron de su vista antes de que cualquiera de los dos pudiera terminar de cerrar la puerta del auto. Charles dedicó una larga mirada al edificio y, de inmediato, descubrió precarias refacciones en el mismo, el mantenimiento del jardín y, por supuesto, muchos ojos curiosos que se asomaban de entre las sucias cortinas y se ocultaban tan pronto como él reparaba en ellos.

Dejó de prestar atención cuando Vincent marchó hacia el edificio y abrió la puerta sin ningún problema, lo que forzó a Charles a apurarse para alcanzarlo. El largo pasillo que llevaba a la entrada del viejo orfanato San Francisco de Sales estaba iluminado a duras penas, y un aire frío recorría el lugar. De las diferentes puertas, cabezas de niños se asomaban y se escondían con increíble velocidad mientras ellos avanzaban, acompañados por un murmullo constante que provenía de todas las direcciones posibles. Vincent no daba mayor importancia a la situación, pero Charles no podía evitar preguntarse cómo era que el grupo de niños lograron copar el edificio y mantenerlo en funcionamiento. La mayoría de las luces funcionaban, la calefacción estaba encendida y brindaba una cálida bienvenida que contrastaba con el frío exterior, e incluso le parecía escuchar el sonido del agua correr por las viejas cañerías. Todas esas instalaciones eran ilegales, sin lugar a dudas, pero no dejaba de asombrarse por las pequeñas e ingeniosas mentes que lo pusieron todo en marcha.

Casi en automático, Charles siguió a Vincent hasta el segundo piso de la institución y tan solo se "despertó" cuando escuchó a su compañero dar tres breves golpes en una puerta de madera, antes de abrirla y entrar sin esperar respuesta. El joven detective se detuvo a ver en el vidrio corrugado las letras «O CI A E LA DI CIÓN»; el resto de las letras habían desaparecido hacía ya tiempo, pero su mente dedujo con rapidez: «Oficina de la Dirección», luego siguió los pasos de su compañero.

Al entrar a la vieja oficina, iluminada en plenitud a través de un enorme ventanal, se encontró con Thomas Davis con sus manos apoyadas sobre el deteriorado escritorio, estudiaba un viejo y desgastado plano junto a un chico y una chica de aproximadamente la misma edad que él. Cuando entraron a la sala, la tensión fue palpable. Era claro que Thomas estaba sorprendido por su presencia, y Charles lo estaba por la facilidad con la que Vincent dio con el muchacho que estuvo buscando desde la primera vez que le tomó declaración por el caso que investigaban.

Krimson Hill: Ciudad de MentirasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora