4. El dúo dinámico (I)

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Vincent se detuvo frente a la estación de policía, como lo había hecho en repetidas ocasiones en su vida, pero aun así no pudo sacarse la incómoda sensación que lo invadía, la de no pertenecer, de ya no ser parte de aquel grupo

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Vincent se detuvo frente a la estación de policía, como lo había hecho en repetidas ocasiones en su vida, pero aun así no pudo sacarse la incómoda sensación que lo invadía, la de no pertenecer, de ya no ser parte de aquel grupo. Pasaron dos noches desde su confrontación con Thomas en el sucio sótano de Silent Side, al final logró reunir el coraje suficiente para llamar a Rebecca y pedirle volver después del escándalo que hizo la última vez que la vio.

Le dio su palabra al chico, lo ayudaría a encontrar a sus amigos, pero no se detuvo a preguntarse si en realidad podría hacerlo hasta que se encontró frente a la imponente puerta de madera de la estación. Tomó una gran bocanada de aire y el frío de la mañana pareció congelar sus pulmones, luego exhaló y encontró la fuerza para subir los escalones.

Dentro de la estación, todo era tan caótico como lo recordaba, ningún comandante a cargo podía hacer algo al respecto, no en Krimson Hill. Bajo las miradas curiosas de sus antiguos compañeros, él avanzó hasta la puerta de la oficina de Rebecca, dio dos golpes suaves y aguardó a que ella lo autorizara a entrar.

—Si vas a decir "te lo dije", ahórratelo —la detuvo Vincent antes de que ella pudiera abrir la boca.

Rebecca respondió con una sonrisa genuina.

—Ven, toma asiento.

Rebecca volvió a ver a su viejo amigo caminar por su oficina. El pelo largo y la barba, ahora un poco más prolija y recortada, seguían ahí, pero ya no corría riesgo de confundirlo con uno de los tantos indigentes que recorrían las calles de la ciudad. Vincent vestía un traje casual, apropiado para el trabajo; era claro que pasó tiempo arreglándose antes de presentarse.

Una vez que él estuvo sentado frente a ella, volvió a tomar la carpeta que le mostró días atrás y se la tendió. Vincent la agarró y comenzó a hojearla, esa vez pasó de los detalles preliminares y se concentró en las particularidades del caso. Cuanto antes pudiera terminar con todo el drama, más pronto podría subirse a un barco y dirigirse a un lugar donde nadie lo molestara si elegía pasar sus días con una botella de alcohol barato en la mano.

—¿Por qué cambiaste de opinión? —preguntó ella luego de unos segundos de verlo estudiar el archivo—. ¿Tiene algo que ver con Mirlo?

—No es Mirlo, y ya no volverá a ser un problema —respondió él. Sus ojos se movían línea por línea a través del informe, absorbiendo los detalles—. Pero sí, está relacionado.

—Descubriste quién era, ¿verdad? ¿Y no piensas compartirlo?

—Código de enmascarados, no puedo revelarte su identidad a menos que él me autorice. —Un silencio incómodo se formó entre ambos—. Eso es una broma, por cierto.

—Difícil de distinguir en estos días —replicó ella—. Ahora, antes de que salgas de mi oficina y tenga que andar persiguiéndote para que me informes sobre el caso, hay algo más que quiero discutir.

Krimson Hill: Ciudad de MentirasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora