Capítulo 46: Hogar

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Leah se despertó temprano en la mañana, los primeros rayos de sol filtrándose a través de las cortinas de la cabaña. Observó a Mariana, que aún dormía plácidamente a su lado, y una idea se formó en su mente. Quería dar el siguiente paso en su relación y sabía que este era el momento perfecto para hacerlo.

Deslizándose con cuidado fuera de la cama para no despertar a Mariana, Leah preparó el desayuno con esmero. Mientras cocinaba, su mente estaba ocupada con la planificación de la sorpresa. Quería que todo fuera perfecto.

Mariana se despertó con el aroma del café y los panqueques. Abrió los ojos y encontró a Leah sonriéndole desde la puerta de la cocina, una bandeja con desayuno en sus manos.

—Buenos días, hermosa, —dijo Leah, acercándose a la cama y colocando la bandeja frente a Mariana.

—Buenos días, —respondió Mariana, sentándose y frotándose los ojos. —Esto huele delicioso.

—Tengo algo importante que decirte, —anunció Leah, con un brillo en los ojos que hizo que Mariana se llenara de curiosidad.

Leah se sentó al borde de la cama, tomando la mano de Mariana. —Mari, estos días en la cabaña han sido increíbles. Me he dado cuenta de lo mucho que te amo y de lo feliz que me haces. Quiero que compartamos más momentos como este, no solo durante las vacaciones, sino todos los días. Quiero que vivamos juntas. ¿Qué dices?

Mariana se quedó sin palabras por un momento, sus ojos llenándose de emoción. —Leah, me encantaría. No hay nada que desee más que vivir contigo.

Ambas se abrazaron, sellando su decisión con un beso. Sabían que este era el comienzo de una nueva etapa en sus vidas, y estaban emocionadas por lo que vendría.

Regresaron a su rutina en Londres, pero con una nueva misión: encontrar su hogar perfecto. Durante las siguientes semanas, dedicaron sus días libres a visitar diferentes propiedades, buscando el lugar que sintieran como suyo.

Una tarde, después de varias visitas infructuosas, Leah y Mariana encontraron una casa que llamó su atención desde el primer momento. Era una encantadora casa adosada en un tranquilo barrio residencial, con un jardín frontal lleno de flores y un pequeño patio trasero perfecto para pasar tardes soleadas.

La agente inmobiliaria les mostró el interior, y ambas quedaron encantadas. La casa tenía un amplio salón con una chimenea de piedra, una cocina moderna y luminosa, y tres dormitorios en el piso superior. Pero lo que realmente les robó el corazón fue una habitación con grandes ventanales que ofrecían una vista panorámica del jardín trasero.

—Es perfecta, —dijo Mariana, tomando la mano de Leah mientras recorrían la casa. —Puedo imaginarme viviendo aquí contigo.

Leah sonrió y asintió. —Yo también. Este lugar se siente como un hogar.

Después de una rápida consulta y un intercambio de miradas cómplices, decidieron hacer una oferta por la casa. Unos días después, recibieron la noticia de que su oferta había sido aceptada. Estaban extasiadas.

La siguiente tarea era compartir la noticia con sus compañeras de equipo. Decidieron organizar una pequeña reunión en su apartamento actual para contarles la buena nueva.

La noche de la reunión, Leah y Mariana se aseguraron de que todo estuviera perfecto. Prepararon aperitivos y bebidas, y cuando todas las chicas estuvieron presentes, Leah tomó la palabra.

—Chicas, tenemos algo emocionante que contarles, —dijo Leah, sonriendo a Mariana. —Mari y yo hemos decidido dar un gran paso en nuestra relación. Vamos a vivir juntas.

Las reacciones fueron inmediatas. Beth y Vivianne fueron las primeras en aplaudir y vitorear, seguidas de Keira y Lucy, que las abrazaron con entusiasmo.

—¡Eso es increíble! —exclamó Beth, sonriendo de oreja a oreja. —Estoy tan feliz por ustedes.

—¡Felicidades! —añadió Vivianne, abrazando a Mariana. —Saben que pueden contar con nosotras para lo que necesiten.

La noticia fue recibida con mucha alegría y apoyo, y la reunión se convirtió en una celebración improvisada. Las chicas compartieron historias, brindaron por el futuro de Leah y Mariana, y ofrecieron su ayuda para la mudanza.

El día de la mudanza llegó más rápido de lo esperado. Leah y Mariana se levantaron temprano, listas para comenzar el traslado a su nuevo hogar. Sus compañeras de equipo llegaron puntualmente, listas para ayudar.

La mudanza fue un esfuerzo conjunto, lleno de risas y camaradería. Lotte y Jordan se encargaron de empacar las cajas más pesadas, mientras Beth y Vivianne ayudaban a organizar los objetos más delicados. Keira y Lucy supervisaban la logística, asegurándose de que todo estuviera bajo control.

—¡Cuidado con esa caja! —gritó Keira mientras Lucy y Lotte levantaban una caja etiquetada como "frágil".

—Todo está bajo control, —respondió Lucy con una sonrisa, asegurando la caja en la furgoneta.

La mudanza fue fluida, gracias a la ayuda de todas. Finalmente, llegaron a la nueva casa y comenzaron a descargar y desempacar. El salón pronto se llenó de cajas y muebles, pero con la ayuda de sus amigas, el caos se fue transformando lentamente en un hogar.

La primera noche en su nueva casa fue mágica. Leah y Mariana se sentaron en el salón, rodeadas de cajas y con la chimenea encendida, disfrutando de una copa de vino y reflexionando sobre el día.

—No puedo creer que finalmente estemos aquí, —dijo Mariana, mirando alrededor con una sonrisa. —Este lugar es perfecto.

—Y es solo el comienzo, —respondió Leah, tomando la mano de Mariana. —Vamos a hacer de esta casa un hogar lleno de amor y recuerdos.

Pasaron las siguientes semanas desempacando y decorando la casa, cada rincón reflejando un poco de su personalidad y su amor. Colocaron fotos de sus momentos juntos en las paredes, llenaron los estantes con libros y recuerdos, y transformaron el jardín en un pequeño paraíso.

Una vez que se instalaron por completo, decidieron organizar una cena de inauguración con sus compañeras de equipo para agradecerles por su ayuda y mostrarles el resultado final.

La casa estaba impecable, decorada con buen gusto y llena de detalles personales. Las chicas llegaron puntuales, y la cena fue un éxito. Compartieron risas, recuerdos y brindis por el futuro de Leah y Mariana.

—Esta casa es maravillosa, —dijo Beth mientras recorría el salón. —Han hecho un trabajo increíble.

—Gracias, —respondió Leah, sonriendo. —Ha sido un esfuerzo conjunto, pero estamos muy contentas con el resultado.

La noche continuó con juegos y conversaciones, y todas se sintieron más unidas que nunca. Leah y Mariana se dieron cuenta de lo afortunadas que eran de tener amigas tan increíbles, y de estar construyendo una vida juntas en un lugar tan especial.

Con el paso de los días, Leah y Mariana se adaptaron a su nueva rutina en la casa. Se despertaban temprano, disfrutando de los desayunos en la cocina luminosa, y pasaban las tardes cuidando el jardín o relajándose en el salón. Cada día juntos fortalecía su relación y les recordaba por qué habían decidido dar este paso.

Una tarde, mientras descansaban en el patio trasero, Mariana miró a Leah con una sonrisa.

—¿Sabes? —dijo Mariana. —Creo que esta ha sido la mejor decisión de mi vida. Vivir contigo es todo lo que siempre soñé.

Leah le devolvió la sonrisa, tomándole la mano. —Para mí también, Mari. No puedo esperar a ver qué nos depara el futuro.

El sol comenzó a ponerse, bañando la casa con una luz dorada. Leah y Mariana se acurrucaron juntas, sintiéndose agradecidas por el amor y la felicidad que compartían. Sabían que, sin importar lo que el futuro les trajera, siempre estarían juntas, construyendo una vida llena de amor y recuerdos en su nuevo hogar.

Y así, con el corazón lleno de esperanza y alegría, Leah y Mariana miraron hacia el horizonte, listas para enfrentar cualquier desafío y celebrar cada momento juntas. La casa que habían encontrado no era solo un lugar físico, sino un símbolo de su amor y compromiso mutuo.

Más que Fútbol - Leah Williamson Donde viven las historias. Descúbrelo ahora