Capítulo 73: Viaje

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Leah y Mariana habían soñado con unas vacaciones idílicas desde hacía tiempo, pero sus compromisos profesionales siempre habían pospuesto esos planes. La final de la temporada había concluido con una emocionante victoria, y con el trofeo en sus manos, ambas sabían que era el momento perfecto para tomarse un merecido descanso.

La mañana antes de partir hacia las Maldivas, el apartamento estaba lleno de una energía palpable. Mariana, tratando de contener su emoción y nerviosismo, se encargaba de los últimos detalles. Leah, por otro lado, empacaba con una sonrisa en el rostro, ya sintiendo el calor del sol y la brisa del mar en su piel.

—¿Estás lista para la aventura, mi amor? —preguntó Leah, cerrando su maleta y girándose hacia Mariana, quien revisaba por enésima vez sus documentos de viaje.

Mariana sonrió ampliamente, dejando a un lado los papeles y acercándose a Leah. —Más que lista. He soñado con este viaje durante tanto tiempo. Va a ser perfecto.

Se dirigieron al aeropuerto, sus manos entrelazadas, compartiendo miradas llenas de complicidad y emoción. Durante el vuelo, Leah no dejaba de admirar las revistas de viajes que había traído consigo, señalando lugares y actividades que quería explorar. Mariana la observaba con ternura, sabiendo que este viaje sería inolvidable.

Al aterrizar en las Maldivas, fueron recibidas por un aire cálido y una brisa suave que acariciaba sus rostros. El trayecto hacia la villa privada en la isla era ya una aventura en sí misma, recorriendo paisajes de ensueño y aguas cristalinas. La villa estaba situada en un rincón remoto de la isla, rodeada de exuberante vegetación tropical y con acceso directo a una playa privada.

Al llegar, un amable personal les dio la bienvenida con refrescantes bebidas y collares de flores. La villa era un auténtico paraíso: amplias ventanas que ofrecían vistas panorámicas del océano, una piscina infinita que parecía fundirse con el mar, y una decoración que combinaba lujo y comodidad.

Leah se quedó sin palabras mientras exploraba el lugar. —Esto es increíble, Mari. Nunca he visto algo tan hermoso.

Mariana la abrazó por detrás, apoyando la barbilla en su hombro. —Quería que este viaje fuera especial. Y esto es solo el comienzo.

El primer día en la villa fue dedicado a la relajación y la exploración. Después de instalarse, decidieron dar un paseo por la playa. Caminaban descalzas, dejando que la suave arena blanca se deslizara entre sus dedos, mientras las olas del mar acariciaban sus pies.

—Esto es exactamente lo que necesitábamos —dijo Leah, deteniéndose para mirar el horizonte. —Un momento de paz, lejos de todo.

Mariana asintió, tomando la mano de Leah y entrelazando sus dedos. —Y solo el principio. Tenemos tantas cosas planeadas.

De regreso a la villa, decidieron nadar en la piscina infinita. El agua estaba cálida y refrescante, y se abrazaron mientras miraban el sol ponerse, pintando el cielo de tonos naranjas y rosados.

—Te amo, Leah —susurró Mariana, apoyando la cabeza en el hombro de Leah.

—Y yo a ti, Mari. Esto es perfecto.

El segundo día comenzó con una emocionante aventura: un viaje en barco para bucear en los arrecifes de coral. Equipadas con trajes de neopreno y gafas de buceo, se sumergieron en un mundo submarino lleno de colores y vida.

Leah, fascinada por la belleza del arrecife, señaló una tortuga marina que nadaba cerca. Mariana asintió, sonriendo detrás de su máscara de buceo. Era un espectáculo asombroso, con peces de colores vibrantes nadando a su alrededor y corales que parecían brillar bajo el agua.

Después de bucear, se relajaron en la cubierta del barco, tomando el sol y disfrutando de la brisa marina. Leah no podía dejar de hablar sobre lo increíble que había sido la experiencia, mientras Mariana la escuchaba con una sonrisa.

—Esto es solo una de las muchas aventuras que nos esperan, Leah —dijo Mariana, tomando la mano de Leah.

De regreso en la villa, decidieron explorar los alrededores en bicicleta. La isla tenía senderos que serpenteaban a través de la jungla y llevaban a playas escondidas. Se detuvieron en una pequeña cala, donde disfrutaron de un picnic preparado por el personal de la villa.

Mientras comían, Mariana no podía dejar de observar a Leah, quien parecía tan feliz y relajada. —Te ves tan feliz, Leah. Me encanta verte así.

Leah sonrió, tomando un sorbo de su bebida. —Es difícil no ser feliz en un lugar como este, con la persona que amo.

El tercer día decidieron tomárselo con más calma. Comenzaron con un desayuno en la terraza, disfrutando de frutas frescas, pasteles y café mientras el sol se elevaba en el horizonte. Después, optaron por un día de spa, con masajes relajantes y tratamientos rejuvenecedores.

Mientras recibían un masaje en pareja, Leah giró la cabeza hacia Mariana. —Esto es el paraíso. No puedo imaginar algo mejor.

Mariana sonrió, disfrutando del momento. —Lo mejor está por venir, Leah.

Por la tarde, decidieron disfrutar de un tiempo en la playa privada de la villa. Colocaron una manta en la arena y se recostaron juntas, mirando el cielo y escuchando el sonido relajante de las olas.

—¿Sabes? —dijo Leah, girándose hacia Mariana—, este viaje ha sido más de lo que esperaba. Todo ha sido perfecto.

Mariana la miró con ternura, acariciando su mejilla. —Y aún tenemos muchas sorpresas por delante.

Los días siguientes en las Maldivas fueron una mezcla de tranquilidad y expectación. Mariana y Leah disfrutaron de cada momento, explorando, relajándose y compartiendo risas. Leah, ajena a los planes de Mariana, estaba encantada con cada detalle del viaje.

Mariana, aunque disfrutaba cada momento, no podía evitar sentir mariposas en el estómago cada vez que pensaba en la propuesta. Sabía que el día se acercaba, y quería que todo fuera perfecto.

El último día en la villa, antes de la gran propuesta, decidieron pasar la tarde en la playa, disfrutando del sol y el mar. Leah, tumbada en una hamaca, miraba el cielo con una sonrisa en el rostro.

—Este viaje ha sido más de lo que podría haber imaginado, Mari. Gracias por hacerlo tan especial.

Mariana, sentada a su lado, tomó su mano y la besó. —Eres todo para mí, Leah. Quería que este viaje fuera inolvidable.

—Lo ha sido, sin duda —respondió Leah, cerrando los ojos y dejándose llevar por la brisa marina.

El día antes de la gran propuesta, Mariana se sentía más nerviosa que nunca. Había planeado una última cena en la playa, un momento especial antes de la gran pregunta.

Mientras preparaban todo para la cena, Leah notó la tensión en Mariana. —¿Estás bien, Mari? Te noto un poco nerviosa.

Mariana sonrió, tratando de calmar sus nervios. —Solo quiero que todo salga perfecto. Este viaje significa mucho para mí.

Leah la abrazó, besando su frente. —Ha sido perfecto. No tienes de qué preocuparte.

Esa noche, mientras Leah dormía, Mariana miró el anillo una vez más, asegurándose de que estaba lista para el gran momento. Sabía que al día siguiente, su vida cambiaría para siempre.

Más que Fútbol - Leah Williamson Donde viven las historias. Descúbrelo ahora