Capítulo 79: Luna de Miel

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Tras la boda, Leah y Mariana pasaron unos días en su casa en Londres, disfrutando de la tranquilidad y la intimidad que su hogar les ofrecía. Cada mañana se despertaban abrazadas, con el sol entrando por las ventanas y una sensación de paz y felicidad que inundaba cada rincón de su hogar.

Una de esas mañanas, Leah se despertó primero y se quedó mirando a Mariana, que dormía plácidamente a su lado. No pudo evitar sonreír y acariciar suavemente su rostro.

—Buenos días, mi preciosa esposa —susurró Leah, besando suavemente la frente de Mariana.

Mariana abrió los ojos lentamente, encontrando los de Leah llenos de amor.

—Buenos días, mi amor. Despertar contigo es lo mejor que me ha pasado —respondió Mariana, acariciando el brazo de Leah.

Decidieron quedarse en la cama un poco más, disfrutando de la calidez de sus cuerpos y del suave murmullo de la ciudad que se despertaba a su alrededor.

Después de unos días de descanso y celebraciones en Londres, llegó el momento de preparar su viaje a Italia. Empacaron con entusiasmo, imaginando las aventuras y los momentos románticos que les esperaban.

—No puedo creer que finalmente vayamos a Italia. He soñado con este viaje desde que éramos novias —dijo Leah, mientras doblaba su ropa y la guardaba en la maleta.

—Será una luna de miel perfecta, Leah. Italia es el lugar ideal para nosotros —respondió Mariana, sonriendo mientras preparaba sus cosas.

Una vez listas, se dirigieron al aeropuerto, emocionadas por el viaje que estaban a punto de emprender. Durante el vuelo, se tomaron de la mano, compartiendo sonrisas y miradas llenas de amor.

Al llegar a Italia, el calor del sol y la belleza del paisaje las recibió con los brazos abiertos. Su primer destino fue Roma, una ciudad llena de historia, arte y romance.

Se alojaron en un encantador hotel boutique en el corazón de la ciudad, con una vista impresionante del Coliseo desde su balcón. Al entrar a su habitación, Leah y Mariana se sintieron abrumadas por la belleza y la elegancia del lugar.

—Este lugar es increíble, Leah. No puedo creer que estemos aquí —dijo Mariana, mientras exploraba la habitación.

—Es perfecto, Mari. Estoy tan feliz de compartir este viaje contigo —respondió Leah, abrazándola por detrás y besando su cuello.

Pasaron los primeros días explorando Roma, visitando lugares emblemáticos como el Coliseo, el Vaticano y la Fontana di Trevi. Caminaban de la mano por las estrechas calles adoquinadas, disfrutando de la arquitectura y el ambiente de la ciudad.

Una tarde, mientras paseaban por el Trastevere, encontraron un pequeño café con mesas al aire libre. Decidieron sentarse y disfrutar de un capuchino y un tiramisú.

—Roma es mágica, Leah. Cada rincón tiene algo especial —dijo Mariana, saboreando el postre.

—Y todo es aún más especial porque estoy contigo, Mari. Este viaje es todo lo que soñé y más —respondió Leah, tomando la mano de Mariana y entrelazando sus dedos.

Esa noche, Leah había planeado una cena sorpresa para Mariana en un restaurante con una vista espectacular del Panteón. Se vistieron elegantemente y tomaron un taxi hasta el lugar.

Al llegar, fueron recibidas con una copa de vino y conducidas a una mesa en la terraza, decorada con velas y flores. La vista era impresionante, y el ambiente era íntimo y romántico.

—Leah, esto es maravilloso. Eres increíble por haber planeado esto —dijo Mariana, emocionada.

—Solo quiero que tengas la mejor luna de miel posible, Mari. Te amo con todo mi corazón —respondió Leah, inclinándose para besarla.

La cena fue una experiencia culinaria única, con platos italianos exquisitos y un servicio impecable. Rieron, conversaron y compartieron momentos íntimos, disfrutando de la compañía mutua y del ambiente romántico.

De regreso al hotel, Leah y Mariana se sentían más unidas que nunca. Al entrar en su habitación, Leah tomó a Mariana en sus brazos y la besó apasionadamente.

—Esta noche es solo para nosotras, Mari. Quiero hacerte sentir todo el amor que tengo por ti —dijo Leah, con una mirada intensa y amorosa.

—Y yo a ti, Leah. Te amo más de lo que las palabras pueden expresar —respondió Mariana, comenzando a desabotonar la camisa de Leah.

Se besaron con una mezcla de pasión y ternura, sus manos explorando cada rincón de sus cuerpos. Se desnudaron lentamente, disfrutando de cada momento, de cada caricia y de cada beso.

Hicieron el amor con una intensidad y una conexión profunda, sus cuerpos moviéndose al unísono, compartiendo una experiencia que era a la vez física y espiritual. Cada beso, cada toque, cada susurro era una declaración de amor eterno.

—Eres todo para mí, Leah. No puedo imaginar mi vida sin ti —susurró Mariana, mientras se abrazaban después de hacer el amor.

—Y tú eres mi vida, Mari. Te amo con todo lo que soy —respondió Leah, besando su frente y acariciando su cabello.

Al día siguiente, viajaron a Florencia, la cuna del Renacimiento y una ciudad llena de arte y belleza. Se alojaron en otro encantador hotel, con una vista impresionante del Duomo desde su balcón.

Pasaron los días explorando museos, admirando obras maestras de artistas como Miguel Ángel y Leonardo da Vinci, y paseando por los jardines de Boboli. Cada momento estaba lleno de asombro y alegría, compartiendo su amor y su pasión por la cultura y la historia.

—Florencia es increíble, Leah. Siento que cada esquina tiene una historia que contar —dijo Mariana, mientras paseaban por el Ponte Vecchio.

—Y me encanta descubrir cada una de esas historias contigo, Mari. Este viaje es un sueño hecho realidad —respondió Leah, abrazándola y besándola suavemente.

Decidieron pasar una tarde en la región de la Toscana, famosa por sus paisajes pintorescos y sus viñedos. Alquilaron un coche y condujeron por las carreteras sinuosas, disfrutando de las vistas de colinas ondulantes, cipreses y viñedos interminables.

Llegaron a una bodega familiar, donde fueron recibidas con una cálida bienvenida y una degustación de vinos. Se sentaron en una mesa al aire libre, con una vista espectacular del valle.

—Esto es tan hermoso, Leah. Me siento tan afortunada de estar aquí contigo —dijo Mariana, levantando su copa para brindar.

—Y yo me siento afortunada de tenerte a mi lado, Mari. Cada momento contigo es un regalo —respondió Leah, chocando su copa con la de Mariana y bebiendo el vino.

Pasaron la tarde conversando, riendo y disfrutando de la tranquilidad y la belleza del lugar. La conexión entre ellas era palpable, y cada momento era una reafirmación de su amor.

De regreso al hotel en Florencia, decidieron pasar la noche en el balcón, mirando las estrellas y disfrutando de la brisa fresca.

—Las estrellas son tan brillantes aquí. Me hace pensar en todas las posibilidades y en el futuro que tenemos por delante —dijo Leah, recostada en una tumbona junto a Mariana.

—Nuestro futuro está lleno de amor y aventuras, Leah. No puedo esperar para vivir cada día contigo —respondió Mariana, acariciando suavemente la mano de Leah.

Se quedaron despiertas hasta tarde, hablando de sus sueños y de los momentos especiales que habían compartido en Italia. Finalmente, se quedaron dormidas bajo las estrellas, abrazadas y sintiéndose completamente en paz.

La luna de miel en Italia fue una experiencia que Leah y Mariana nunca olvidarían. Cada día fue una celebración de su amor, una reafirmación de su compromiso y una promesa de un futuro lleno de felicidad y aventuras.

—Italia ha sido todo lo que soñé y más, Leah. Gracias por hacer esta luna de miel tan especial —dijo Mariana, mientras volvían a Londres.

—El placer ha sido mío, Mari. Te amo más de lo que las palabras pueden expresar, y no puedo esperar para vivir el resto de mi vida contigo —respondió Leah, besándola suavemente.

De regreso a casa, sabían que su amor era más fuerte que nunca, y que juntos podían enfrentar cualquier cosa. La luna de miel en Italia había sido solo el comienzo de una hermosa historia de amor que seguiría creciendo y floreciendo con cada día que pasaban juntos.

Más que Fútbol - Leah Williamson Donde viven las historias. Descúbrelo ahora