PRÓLOGO

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La carretera oscura y llena de curvas entre Lima y la costa norte de Perú estaba desierta a las dos de la madrugada

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La carretera oscura y llena de curvas entre Lima y la costa norte de Perú estaba desierta a las dos de la madrugada. El coche blindado avanzaba a gran velocidad, escoltado por dos motocicletas y otro coche de seguridad. Dentro, Eduardo Martínez, alcalde de Lima, muy respetado, revisaba algunos documentos bajo la suave luz de una lámpara portátil. Estaba de regreso a la capital después de una reunión importante con otros políticos de alto nivel.

El silencio de la noche solo era interrumpido por el sonido constante de los motores. Martínez ajustó sus gafas y suspiró, cansado pero satisfecho con el resultado de sus reuniones.

Oculto en las sombras junto a la carretera, un joven de ojos azules observaba el convoy acercarse. Había estudiado cada movimiento, cada detalle, durante semanas. Esta noche sería la primera vez que actuaría en un entorno tan expuesto. Su corazón latía con fuerza, pero su mente estaba clara y enfocada.

—Ahora —murmuró, presionando un pequeño botón en su auricular.

A unos metros más adelante, una explosión controlada levantó una nube de humo, forzando al convoy a detenerse bruscamente. Los escoltas descendieron de las motocicletas y se acercaron a investigar. Fue en ese momento que el joven hizo su movimiento. Con una velocidad y precisión letales, desarmó a los guardias, utilizando una descarga eléctrica para inmovilizarlos sin matarlos.

Dos hombres armados aparecieron de entre los árboles e inmovilizaron a los otros guardaespaldas que corrían entre el humo con la intención de dañar al ojiazul.

—¡¿Qué está pasando?! —gritó Martínez desde el interior del coche, su voz estaba llena de pánico.

El chófer alistó su arma y salió rápidamente del auto, pero antes de que pudiera reaccionar, una joven rubia se apoderó de él. Un golpe bien colocado y una descarga eléctrica bastaron para dejarlo inconsciente en el suelo. La chica abrió la puerta del coche y saludó al político antes de apartarse.

El ojiazul apareció y arrastró al asustado hombre afuera del auto con fuerza.

—¿Quiénes son ustedes? ¿Qué quieren? —balbuceó Martínez, observando a los cuatro atacantes. Su rostro estaba pálido por el miedo. Buscó a los hombres que cuidaban de él derrumbados en el piso y se dio cuenta de que estaba perdido—. Negociemos, ¿qué es lo que quieren?, puedo darles tanto dinero como me pidan —rogó rápidamente con desesperación.

—No negocio con los muertos —respondió fríamente el ojiazul, apuntándole nuevamente.

El político cerró los ojos con fuerza, esperanzo el impacto de bala atravesar su cabeza, pero eso no sucedió. El joven golpeó fuertemente a Martínez con la empuñadura del arma, provocando que se desorientara y cayera al suelo, tocándose la cabeza.

La rubia sacó un pequeño botiquín de bolsillo y lo abrió para acercarlo al ojiazul, quien tomó dos jeringas con líquidos en su interior.

—Esto te mantendrá consciente —murmuró justo antes de inyectarle la primera jeringa en el brazo del político—. Y esta es la que más te gustará —dijo enseñándole la otra.

—Por favor, no... —suplicó Martínez, pero el joven clavó la jeringa con fuerza en el cuello del alcalde, sin piedad le inyectó el veneno, ante la mirada de los demás.

La sustancia empezó a recorrer su cuerpo, causando un dolor intenso y prolongado en sus intestinos. Martínez gritó, sus ojos estaban llenos de terror y agonía, mientras sentía que sus entrañas se retorcían y quemaban. El asesino lo observaba con frialdad, asegurándose de que la agonía fuera completa.

—¿Cómo se siente eso? —le preguntó fríamente.

—A-ayú-dame.

El ojiazul regresó las jeringas al botiquín, el cual fue cerrado por la rubia que lo sostenía y guardado correctamente en su bolsillo.

Martínez comenzó a vomitar sangre, la sustancia destructiva afectó sus órganos internos rápidamente. Su cuerpo se convulsionaba, mientras el dolor se hacía más intenso.

El ojiazul metió una mano al bolsillo de su suéter y sacó una pequeña flor blanca hecha de papel, perfectamente definida, se agachó y la colocó junto al pecho retorcido del político. Sabía que, aunque sus guardaespaldas recuperaran la consciencia e intentaran ayudarlo, el veneno era incurable y su efecto irreversible. La sustancia causaba un deterioro gradual y doloroso de los órganos, asegurando que su víctima sufriera hasta el final.

—No, tú-tú, e-eres él —dijo el político con dificultad, horrorizado, al ver la flor de origami sobre su pecho.

El joven de ojos azules sonrió y luego miró su reloj. Sacó su teléfono móvil y tomó una fotografía rápida de la escena.

—Una hora, quizás un poco más —mencionó —en este tiempo sentirás al menos un poco de dolor.

Con solo señas, los demás sabían que tenían que salir nuevamente del lugar. Los cuatro corrieron y se perdieron entre los árboles, dejando la escena en medio de la carretera.

El político se retorcía en el suelo, con su respiración entrecortada por el dolor. Trató de arrastrarse hacia el coche, pero cada movimiento intensificaba su sufrimiento. La sangre brotaba de su boca y nariz, y comenzó a salir también de sus ojos y oídos. Finalmente, después de lo que le pareció una eternidad, su cuerpo cedió al veneno, y sus ojos se apagaron lentamente, la flor de origami terminó manchada de sangre, siendo único testigo de su agonía.

Horas más tarde, las luces parpadeantes de los vehículos de emergencia iluminaron la carretera. Uno de los guardaespaldas había despertado y llamó a la policía, pero ya nada se podía hacer por Martínez. Los periodistas rondaban alrededor de la escena, buscando respuestas, mientras la policía intentaba encontrar alguna pista. 

Holi

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Holi.

Están en el inicio de este nuevo proyecto y espero que se queden hasta el final.

Estas semanas estoy en exámenes por fin de ciclo y no he podido corregir los capítulos, así que pensaba no publicar aún hasta que estuviera terminado el libro, sin embargo, quise cumplir mi palabra. Por ahora solo subiré esto y la siguiente semana se irán subiendo los capítulos siguientes.

Quisiera que comentaran qué les pareció el inicio y cómo llegaron a esta historia.

¿Desde que país me lees? Deja tu bandera en los comentarios.

Hasta pronto, besos.

La flor de origamiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora