CAPÍTULO 11

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La agonía de Gabriela Clark solo duró unos segundos más

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La agonía de Gabriela Clark solo duró unos segundos más. Su cuerpo cedió ante la inyección y cayó desplomada sobre el inodoro. Sus ojos abiertos mostraban la última emoción que tuvo antes de morir.

—¡Mierda! —exclamó Rebecca en un susurro al ingresar al baño.

Bastian se mantenía en silencio, como si las palabras se le hubieran quedado atoradas en la garganta desde que vio a Ariadne. La joven estaba aún paralizada, con los ojos fijos en el cuerpo sin vida; sus labios apenas se movían, incapaces de emitir un sonido. No era para menos: acababa de quitarle la vida a una mujer.

—Vámonos ahora —habló Rebecca al ver como ambos individuos seguían en silencio.

La rubia salió del baño, dirigiéndose a la salida de emergencia del restaurante. Bastian la siguió, pero al notar que Ariadne no se movía, regresó de inmediato y la tomó del brazo con fuerza, arrastrándola hacia el exterior.

Los tres salieron del restaurante por la puerta trasera, donde los esperaban Esteban y Elías subidos en un auto. Cuando ya estaban a más de un kilómetro, el moreno desbloqueó las cámaras de nuevo. Nadie dijo nada en el trayecto, era como si del silencio dependiera su vida.

Cuando llegaron a la casa, Bastian jaló a la joven pelinegra escaleras arriba hasta llegar a su habitación. Tenía que pedirle explicaciones acerca de lo que había ocurrido y no quería dar un espectáculo para los demás.

—Ahora mismo vas a decirme cuál de los tres te ha llevado —dijo con tono molesto—. Habla de una vez, que mi paciencia está llegando a su límite.

—Lo siento.

—¡No pedí que te disculpes!

—No...

—¿Ha sido Elías? —preguntó, viendo sus ojos grises—, ¿él te llevó?

La sola idea de que Elías haya sido capaz de exponerla de ese modo era terrible. Ariadne podía haber arruinado todo, si es que no lo había hecho ya. Lo único que el equipo podía hacer era esperar y se sentía insoportable.

—Bastian...

—¡Maldita sea! —gritó de nuevo.

Ariadne estaba asustada, se podía ver por la forma en la que lo miraba. Su voz a punto de quebrarse mostraba que quería llorar.

Bastian comenzó a moverse por la habitación, respirando agitado, buscando las palabras adecuadas, como si caminar le ayudara a tranquilizarse. El silencio se presentó de nuevo, la chica había bajado la mirada al piso.

La ira se intensificó de nuevo, ella no le estaba dando respuestas y eso desesperaba al joven. Sin embargo, recordó todos los sentimientos que atravesó al cometer su primer crimen y de alguna forma, trató de entenderla. Sabía que lo menos que ella quería hacer es hablar. Él se acercó y le levantó el mentón para que lo mirase a los ojos.

—¿Por qué lo has hecho? —preguntó, más calmado—, ¿por qué te pusiste en peligro así?

Ella no contestó, otra vez se quedó en silencio. Bastian solo exhaló y la dejó para ir a la planta baja de la casa. Si la joven no quería decirle nada, había tres más que sí iban a hacerlo.

—¿Quién de ustedes fue el imbécil que llevó a Ariadne?

Bastian ingresó a la sala de reuniones después de haber abierto la puerta con fuerza. Sus tres compañeros estaban ahí, sus rostros mostraban seriedad, como si todos tuvieran algo de culpa.

—Bastian.

Elías quiso hablar, pero se quedó mudo cuando Bastian se aproximó y lo sujetó con fuerza de su camiseta. Esteban se apresuró a separarlos, recibiendo un empujón como respuesta.

—¡¿Por qué hiciste eso?! —sus ojos siguieron intactos en el moreno—, ¿por qué la convertiste en una asesina?

—Espera...

—¡Creí que te importaba! —gritó de nuevo.

—Bastian, cálmate —Esteban se acercó de nuevo para evitar que una pelea se desatara.

—¿Puedes dejar de comportarte como un animal? —preguntó Rebecca.

—Estoy hablando con él —les dijo y luego dirigió su vista a Elías—. Estoy esperando una puta respuesta.

—¡¿Quieres calmarte?! —gritó Elías, zafándose del agarre.

El ojiazul caminó en círculos, intentando relajarse, pero parecía imposible. Quiso agarrar de nuevo a Elías, quería desquitar su ira y solo así podría estar más tranquilo, sin embargo Esteban y Rebecca se interpusieron entre ambos.

—Ustedes no entienden —comenzó a hablarles—. Les dije que no quería más involucrados y este idiota casi arruina el plan.

—A ver, la chica es de fiar —Rebecca comenzó a explicar—. Ha demostrado que está de nuestro lado.

La cabeza de Bastian se aclaró un poco con aquellas últimas palabras de la rubia. Había actuado por impulso. Elías no llevó a Ariadne, no podía haberlo hecho porque sabía lo peligrosa que era la misión. Además, la única que manejaba las inyecciones era Rebecca.

—¿Por qué, Rebecca?, ¿cómo fuiste capaz de llevar a Ariadne?

—Solo quería asegurarme —respondió, segura.

—Elías ya la había investigado —levantó de nuevo la voz—, ¿por qué le has hecho esto? Pudiste haber arruinado todo.

—La misión ha sido un éxito, ¿no?

Elías salió de la sala de reuniones sin pronunciar una palabra más. Esteban y Rebecca solo lo miraron irse. La rubia se dejó caer de nuevo en el sofá, ignorando por completo a Bastian.

Después de tomar aire profundamente, Bastian también decidió salir. Subió las escaleras a toda prisa y se dirigió al cuarto de Ariadne para luego entrar sin tocar la puerta.

Ahí estaba ella, sentada en la cama, con la mirada perdida en la pared. Cuando notó su presencia, ni siquiera reaccionó, solo siguió en silencio. Su rostro era serio y aunque no había lágrimas en sus ojos, parecía estar en otro mundo.

Bastian no dijo nada, no sabía disculparse porque nunca lo hacía. Se acercó a la cama y se sentó a su lado. Dudó por un momento, pero luego sintió un impulso y acarició su largo cabello negro. El gesto era suave, casi como si quisiera reconfortarla sin palabras.

Sin embargo, cuando se levantó para marcharse, Ariadne lo detuvo. Lo agarró de la mano y hundió su cabeza en su pecho, rodeándolo con sus brazos. En ese instante, tuvo una sensación extraña en el pecho. Bastian sintió cómo su corazón se apretaba al notar la fragilidad de ella. No necesitaba hablar; solo la abrazó de vuelta, esperando que aquello contara como una disculpa.

Buenas noches a todos

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Buenas noches a todos. 💖

Espero que les esté gustando este libro. 

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