CAPÍTULO 4

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—¿Qué significa esto? —preguntó Esteban

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—¿Qué significa esto? —preguntó Esteban.

Bastian había llevado consigo a aquella mujer del estacionamiento y fue al encuentro de Esteban. No respondió las preguntas de su compañero porque ambos tenían que alejarse de inmediato del lugar. El ojiazul dejó que la pelinegra se subiera a su motocicleta y condujo, dejando atrás su quinta misión cumplida

Después de conducir por alrededor de media hora, se detuvo en un descampado, obligando a la joven a bajarse. Estaba algo confundido, ya que ella le había rogado que lo saque de aquel estacionamiento y él por alguna razón no pudo negarse, pero tampoco podía llevarla más lejos.

—¿Vas a dejarme aquí? —preguntó ella.

Estaban situados en medio de una calle solitaria, con la única luz que provenía de un poste de alumbrado público. Bastian había hecho algo estúpido y lo sabía, llevarse consigo a una mujer que podría delatarlo era como entregarse a sí mismo.

—No me dejes aquí, por favor.

Ella comenzó a rogarle que no la dejara, pero él solo arrancó su moto en respuesta, dejando a la chica en medio de la calle.

—¡No te vayas! —gritó, desesperada—, por favor. ¡Maldito imbécil!

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—Misión cumplida —mencionó Bastian, al llegar a la casa.

Todos los ojos estaban puestos en él, cuando ingresó a la habitación de reuniones. Esteban había llegado un poco antes y les informó a Elías y Rebecca acerca de aquella joven.

—Bastian —lo llamó Elías.

—¿Has ido con el chisme? —Bastian se dirigió a Esteban con algo de enojo.

—Sabes muy bien que no hay secretos entre nosotros —respondió Esteban.

El argumento era válido, los cuatro habían acordado que debían informarse en absoluto de las cosas que sucedían durante las misiones, pues no podían dejar evidencias de nada.

—No pasará nada, ¿de acuerdo?

Sin más que decir, se encaminó hasta su habitación con algo de frustración. Estaba cansado de tener que explicar todo lo que hacía y el tener compañeros empezaba a pesarle.

—No puedes irte así —Rebecca fue quien le habló—, somos un equipo y lo sabes. ¿Por qué demonios dejaste que una extraña se acerque?, ¿quién era ella y dónde está?

—Les dije que no pasará...

—¡¿Quién te asegura que ahora no está declarando ante la policía?! —gritó la rubia.

Bastian solo exhaló con fuerza y se fue, dejándolos sumidos en la preocupación. Ingresó a su habitación y quiso deshacerse de su ropa para meterse a bañar, pero el recuerdo de aquellos ojos grises lo hizo maldecir.

Las palabras de Rebecca le habían hecho dudar. Sacar a esa mujer del estacionamiento fue peligroso, pero dejarla sola y viva era aún peor, mucho más porque le había visto el rostro. Comprendió un poco aquella preocupación que tenían los demás y decidió encargarse de la situación.

Ni siquiera se tardó dos minutos en volver a abandonar la casa. Se subió a su motocicleta y comenzó a conducir como si su vida dependiera de aquello.

—¡Maldita sea! —exclamó con ira.

La mujer ya no estaba. Habían pasado como cuarenta minutos desde que la dejó, cometiendo posiblemente el mayor error de su vida.

La inquietud de pensar en el futuro era amenazadora. 

Volvió a arrancar su motocicleta y siguió conduciendo a poca velocidad por los alrededores. Quiso creer por algún momento lo que le ella le había dicho y de alguna forma, esperaba que nada le hubiese pasado por dejarla a su suerte.

"¡Ayúdenme!", alcanzó a escuchar entre otros gritos que no entendió. Una sensación de extrañeza que no comprendió se hizo presente en su ser. Detuvo la motocicleta de golpe para escuchar con más claridad y se bajó solo un segundo después.

A pasos alargados, se dirigió hasta el lugar del que provenían los gritos. La cercanía le permitió escuchar mucho más y sintió rabia al reconocer la voz de la mujer que asustada suplicaba por piedad. Sacó el arma que descansaba en su cinturón y la alistó para disparar. Caminó mucho más hasta que pudo observar la escena completa.

La mujer que había sacado del estacionamiento estaba siendo sometida por dos hombres. Uno le tapaba la boca con fuerza y el otro intentaba arrancarle el pantalón.

Con rapidez, Bastian se apresuró hacia ellos, guardando su arma de nuevo, pues ellos no tenían más que navajas. El que sujetaba a la joven por los brazos se dio cuenta de su presencia y le avisó al otro. Ambos hombres se levantaron, mostrándole navajas, pero al ojiazul nada le importó.

Los hombres corrieron al encuentro, lanzando una serie de insultos hacia él, pero en cuanto llegaron, ni siquiera pudieron realizar algún movimiento. Bastian estaba muy bien entrenado, con poco esfuerzo los esquivó y devolvió el ataque que ellos pensaban darle en un principio.

Las navajas salieron volando, dejando a los agresores desarmados. Los tipos no eran más que vagabundos de la calle.

Ante la mirada de aquella mujer, Bastian comenzó a golpear los cuerpos de ambos hombres, que poco a poco se debilitaron y rindieron. El ojiazul estaba furioso, ver lo que intentaban hacerle a esa joven lo nubló y no se detuvo hasta que los rostros fueron cubiertos de sangre.

—¡Qué asco! —exclamó, limpiando de su rostro el líquido escarlata que le había saltado.


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Es la primera vez que escribo algo así, por lo que posiblemente no cumpla al 100% las espectativas de todos.

Hasta la próxima semana, besos. 

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