El silencio por la espera de respuestas era peor que un juicio. Elías, Esteban y Rebecca estaban sentados e impacientes por escuchar aquellas palabras que Bastian había prometido.
El joven ojiazul respiró un poco antes de empezar, pues sabía que su equipo no iba a estar de acuerdo. Es que ni siquiera él entendía el porqué de su actitud hacia aquella extraña. La había salvado y después de eso estaba intentando encontrar las palabras adecuadas para que los demás no la echaran de su casa.
—Es solo una pobre mujer que está siendo perseguida —dijo para referirse a aquella que ya hasta se estaba bañando en su ducha, pero que aún desconocía su nombre—. La ayudé porque me lo pidió.
—¿Sabes lo peligroso que es traer a alguien más aquí? —preguntó Rebecca—, esa mujer puede ver y descubrir que...
—Ella lo sabe —interrumpió Bastian—, me ha visto acabar con el doctor y me ha reconocido.
Elías y Rebecca casi gritaron ante la confesión. Esteban por su lado, ya lo sospechaba, pero no había dicho nada para evitar la preocupación de los demás.
—Estás bromeando, ¿verdad? —interrogó Elías, quien era el más calmado de los cuatro.
—¿Quieres decirnos por qué no acabaste con ella? —Rebecca preguntó furiosa—, ¿acaso has olvidado que no pueden haber testigos?
—No matamos personas inocentes, Rebecca, ¿lo has olvidado tú?
—¿Y qué vas a hacer?, ¿tu solución es traerla aquí y ya?
—¡La he traído para mantenerla vigilada, maldita sea!
—Todo se va a ir a la mierda por ti, Bastian.
—Rebecca, tranquilízate —dijo Esteban, intentando no alterarse también—. Bastian debe tener una buena explicación, ya que lo veo tan tranquilo.
—Tengo todo bajo control.
—Eso es lo que crees, ¿cómo estás tan seguro de que esa mocosa no va a arruinar todo lo que hemos hecho?
—He dicho que tengo todo bajo control. La misión de hoy ha sido un éxito, ¿no?
Elías y Esteban solo observaron la discusión como acostumbraban. Rebecca era la única que siempre le hacía frente a Bastian, interrogando sus acciones y tratando de poner orden en ellas.
—Si esto se arruina será tu culpa, Bastian —la rubia se puso de pie, aún con la ira acumulada en su rostro—. Estoy segura de que vas a arrepentirte de esto.
Rebecca salió de la sala, dejándolos en silencio. Bastian no volvió a decir nada porque, en cierto modo, sabía que la rubia tenía razón. El traer a una persona a su casa, lugar en el que estaba todo su plan era muy arriesgado. Sin embargo, ya no podía evitar sentir pena por aquella mujer que le había rogado por ayuda.
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La flor de origami
Ficção HistóricaDesde las sombras del anonimato, un asesino hace de las suyas por motivos que solo él conocía. A pesar de todo, la mayoría de gente sigue pensando en él como un monstruo, debido a que sus víctimas no tienen más en común que sus actos de humildad. É...