La mañana después de la quinta misión cumplida fue lluviosa y gris. El clima representaba la tristeza que la gente sentía por la reciente pérdida del tan amado doctor. Enrique Clark era reconocido por sus obras benéficas en las zonas rurales del Perú.
Las noticias volvieron a mostrar una flor hecha de papel como símbolo de lo que se había encontrado junto al cuerpo del doctor en la escena del crimen. Las interrogantes eran evidentes y siempre apuntaban a que el asesino era un ser desalmado sin compasión, pues sus víctimas eran excelentes personas que se preocupaban por la población de su país.
Bastian solo observaba las noticias con una sonrisa sarcástica. Los reporteros mostraban su dolor y luego daban palabras de aliento para finalizar rogando por justicia para estas personas.
La más afectada, fue al parecer su hermana también reconocida Gabriela Clark. La periodista que juró entre lágrimas encontrar al asesino de su hermano y refundirlo en la cárcel.
—Esto es cada vez peor —mencionó Clara, tomando un poco de su amargo café—. Los que deberían morir son los asesinos, no personas tan buenas como ese doctor.
—Ni siquiera lo conoces, ¿cómo sabes que era una buena persona, mamá?
—¿No estás escuchando que es el doctor Clark?
—No he dicho nada —dijo, resignado.
—Es muy triste, Bastian.
El joven de ojos azules le había hecho una corta visita a su madre para después pasar a comprar algo de ropa a su nueva compañera de cuarto. Había dejado que Ariadne durmiera en su habitación por el temor a que sus compañeros de equipo le hicieran algo.
"Tenemos información de último minuto. Al parecer la policía ha podido encontrar una pista que los llevaría a descubrir al asesino", mencionó un reportero, llamando la atención de Bastian.
Clara le subió el volumen al televisor, esperando a que dieran más detalles. Su hijo, en cambio, sintió algo de inseguridad. Él no había dejado huellas, estaba seguro de eso, pero reaccionó al recordar a Ariadne.
"Lamentamos no poder dar los detalles, puesto que la información es confidencial, pero esperemos que pronto se descubra la verdad detrás de todo eso", finalizó.
—Ya me tengo que ir.
El joven le regaló a su madre un cálido abrazo de despedida y se dirigió a la salida de la casa. La noticia alteró su cerebro e incrementó su inquietud. De inmediato, su mente obtuvo múltiples dudas acerca de la joven que había salvado y no sabía que hacer para evitarlo.
Los planes originales de esa mañana eran simples. Compraría algunas prendas para Ariadne y luego regresaría a casa para trabajar un poco en su proyecto final. Sin embargo, solo se montó en su auto y condujo hasta su hogar, intentando tranquilizarse en el camino.
—¡¿Qué mierda hiciste?! —sus gritos hicieron eco en la habitación.
Ariadne, quien había estado sentada viendo las noticias también, se levantó de inmediato para mirarlo.
—Nada.
—No te atrevas a mentirme.
Bastian se acercó con rapidez hacia ella y le tomó el rostro con brusquedad, haciendo que ella lo mirase a los ojos, los cuales lucían muy abiertos por la ira.
—¡Te he dicho que nada! —gritó ella también. Con una de sus manos apartó el agarre de él y luego se alejó.
—¡Te ayudé! —su voz se suavizó un poco al ver como Ariadne intentaba alejarse de él con miedo en sus ojos—, si has hecho algo...
—Y estoy agradecida por eso —interrumpió—, no he hecho nada que te perjudique.
—En las noticias...
—Me voy.
Ariadne caminó hacia la puerta y sus piernas temblaban con cada paso, pero no podía seguir ahí. Bastian la miró de pies a cabeza, ella se había puesto su ropa sucia de nuevo para irse.
—No puedes irte.
Ella no le hizo caso, abrió la puerta y la cerró después de salir, dejándolo en medio de su habitación.
Bastian exhaló con enfado, ella estaba acabando con su paciencia. Claro que no la dejaría irse, mucho menos después de traerla hasta su propia casa. Salió de la habitación y bajó las escaleras de prisa, hasta llegar a la sala. Soltó una risita al recordar que la chica no podría salir por su cuenta.
Ariadne intentaba abrir la puerta que daba hacia la calle, pero se encontraba con llave. Y era de esperarse, ninguno se confiaría tanto como para dejar las puertas abiertas con una desconocida que podía delatarlos a todos.
—Abre la puerta, por favor —pidió, dando media vuelta para verlo.
—No puedes salir de aquí.
—¡Abre la maldita puerta!
—¿Qué está pasando? —preguntó Elías, quien salió de la cocina.
—¿Puedes abrir la puerta, por favor? —le preguntó Ariadne con una voz suave, distinta a la anterior.
Elías se perdió ante aquella petición. Sus ojos negros brillaron al observar los grises de la chica. Le dio una cálida sonrisa en respuesta, pero observó a Bastian y su mirada fría le hizo cambiar su expresión.
—Lo siento —se disculpó con ella—. No puedo.
—¿Cuándo podré irme?
—Elías —habló Bastian, ignorando a la joven—, ¿dónde están los demás?
—Bueno... —se quedó viendo a Ariadne—, ¿es seguro hablar?
—Ariadne no saldrá de esta casa hasta el final de la misión.
—¿Qué misión?
—Ellos salieron por...
—Está bien —interrumpió Bastian–. Necesito pedirte un favor a ti.
—Estaré en mi habitación —miró a la joven y le dio otra sonrisa—. Hasta luego, Ariadne.
Elías se apresuró hasta un pasillo, alejado de la sala y se perdió en el. En el primer piso de la casa dormían también Esteban y Rebecca, su habitación estaba junto a la sala de reuniones y dos habitaciones más que habían habilitado las cámaras, lugar en el que Elías se pasaba horas.
Bastian caminó detrás del moreno, dejando a Ariadne sola y confundida. Ella comenzó a decirle cosas, pero no le hizo caso y continuó en lo suyo.
Hasta aquí las actualizaciones de hoy. Me ha gustado escribir estos capítulos y espero que ustedes disfruten al leerlos. Dejen sus comentarios y estrellitas.
Hasta la próxima semana. Besitos.
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La flor de origami
Fiksi SejarahDesde las sombras del anonimato, un asesino hace de las suyas por motivos que solo él conocía. A pesar de todo, la mayoría de gente sigue pensando en él como un monstruo, debido a que sus víctimas no tienen más en común que sus actos de humildad. É...