CAPÍTULO 3

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El reloj marcó las seis de la tarde y Bastian ya estaba listo para salir a cumplir la misión

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El reloj marcó las seis de la tarde y Bastian ya estaba listo para salir a cumplir la misión. Había tenido casi dos meses para prepararse y todo el plan estaba en marcha.

Fue hasta su mesa de noche y abrió el cajón en la que se encontraba aquella caja de madera. El interior contenía tres flores de papel de las cuales una fue tomada cuidadosamente y colocada en su bolsillo. El papel con el que estaban hechas las flores había sido tratado por Rebecca antes de que se convirtieran en hermosos dobleces. De igual forma, la manipulación de estas era solo con guantes desechables.

Tomó las llaves de su motocicleta y se encaminó hasta la oficina para repasar todo el plan por última vez junto a su equipo.

Elías se encontraba revisando las cámaras del lugar en el que se iba a llevar a cabo el quinto deber. Todo estaba en orden y listo para bloquearlas al momento del ataque.

Rebecca le entregó el botiquín de bolsillo con el contenido listo para ser usado. Ella aún se mantenía algo distante porque no le habían permitido encargarse de la víctima personalmente, pero de igual forma cumplió con su trabajo.

Esteban era el único que iba a acompañar a Bastian, pues tenía que estar cerca por si algo salía mal y tenían que regresar de inmediato. Él también se alistó, tomó sus llaves y las guardó en su chaqueta para después ajustar el silenciador de su arma y meterlo en su pantalón.

—Vámonos —dijo Bastian, ajustando su auricular.

—Suerte —Elías y Rebecca dijeron al unísono.

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Una hora pasó y Bastian ya estaba en la escena listo para actuar. Esteban se había quedado en una ruta de escape alejada de las cámaras y la vista de las personas, tal y como Elías le había indicado.

El joven de ojos azules se apresuró a caminar hasta el estacionamiento después de que Elías le dio el visto bueno por medio de sus auriculares. En la entrada del lugar estaba un guardia de seguridad que fue noqueado en cuestión de segundos. No tranquilo con eso, Bastian le inyectó un sedante para mantenerlo dormido por un largo rato.

Se apresuró hasta el auto de su víctima cuando Elías le mencionó que se encontraba todo en orden. El asesino llegó hasta el coche y después de un movimiento rápido se metió en el asiento trasero, esperando a que llegase. 

Si había algo que Bastian disfrutaba, era mostrar su rostro durante el ataque a sus víctimas. Tal acto era tan satisfactorio, pues estos solo gozaban conocerlo minutos antes de morir.

Enrique Clark, doctor de profesión y dueño de varias clínicas en distintas partes del Perú, se dirigía hasta su auto para irse a casa después de su jornada laboral. Había sido un día cansado, pues se encargó de todo lo relacionado a un trabajo benéfico que tenía planeado realizar en las zonas rurales del país.

El doctor desbloqueó la puerta de su auto y se acercó para meterse en el. La oscuridad del estacionamiento era molesta, pues a los encargados se les había olvidado encender las luces.

La puerta del piloto fue abierta y Enrique ingresó rápidamente. Una llamada a su teléfono lo hizo distraerse y fue ahí cuando se dio cuenta de la presencia del joven, pero nada pudo hacer porque este lo inyectó de inmediato.

Bastian actuó con rapidez, le había clavado el líquido que lo inmovilizaba al instante, provocando dolor en todo su cuerpo.

Enrique solo dio un suspiro, pues sus músculos estaban inmóviles y ni siquiera podía hablar. Su expresión de susto solo fue visible mediante sus ojos, los cuales abrió en demasía. La respiración le estaba fallando, pero se mantenía consciente.

El asesino solo lo observó con una sonrisa en su rostro. El veneno solo le daría al doctor unos diez minutos de agonía, pero era suficiente para sufrir un infarto justo antes de morir. Bastian sacó la flor de origami y la colocó en la mano inmóvil de Enrique para después tomarle una fotografía rápida.

Revisó todo lo que había llevado y salió del auto, cerrando la puerta con cuidado. Se cubrió el rostro nuevamente con su pasamontañas y estaba a punto de salir del estacionamiento cuando sintió la presencia de alguien más, pues aquella persona había emitido un sonido.

Alarmado, sacó su arma y caminó hasta aquel sollozo que se había escuchado detrás de un auto. Con sigilo, se apresuró a aquel espacio y se encontró a una joven pelinegra cubriéndose la boca.

Ella al verlo se asustó más, pues sus ojos se fueron directamente hasta el arma que él tenía entre sus manos. Se quedó en silencio sin hacer nada más que mirarlo.

Bastian se maldijo internamente. No sabía cuánto había visto aquella mujer, pero al juzgar por su reacción, parecía que todo. Él le apuntó con el arma y ella cerró los ojos con miedo. No podían quedar testigos y el asesino lo sabía, pero su conciencia le impidió realizar algún movimiento.

Bajó el arma y se acercó un poco a la mujer. Ella seguía mirándolo, mientras temblaba de miedo por tal acercamiento.

—¡Lárgate! —le dijo con seriedad.

—¿Eres... eres él? —preguntó ella—. El asesino de la flor de origami, ¿eres tú?

—¿Qué has visto?

—Lo necesario para reconocerte —mencionó con valentía.

—Si dices que soy un asesino, ¿por qué sigues aquí? 

—Ayúdame —pidió de repente.

—¿Qué?

"Bastian, sal ahora", escuchó la voz de Elías en su auricular. Se apresuró a encaminarse a la salida, pero el agarre de la joven lo detuvo.

—Llévame contigo, por favor —pidió nuevamente—. Me están siguiendo y si me encuentran, van a matarme.

—¿Qué demonios?, ¿por qué...

—Solo ayúdame a salir de aquí.

—Estás completamente loca.

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En un momento se subirá el capítulo 4.

¿Bastian ayudará a esta joven? 

La flor de origamiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora