Chapter IX

11 9 0
                                    

POV Seren

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

POV Seren

Un dolor agudo en mi brazo provoca que despierte sumamente incómoda.

Asustada miro hacia todos lados, recordando que antes de caer desmayada estaba a punto de ser devorada por un felino. Pero me sorprendo al ver que ya no estoy en el bosque. No, estoy en mi cama, en mi habitación, en mi casa.

Desorientada, me siento en la cama mientras me devano los sesos pensando... ¿Qué diablos fue lo que pasó? Miro mis brazos, ambos están vendados desde el hombro hasta mi codo. No quiero abrir la venda pues sé que lo que encontraré serán los rasguños que me hizo el animal y creo que no estoy preparada mentalmente para ver el daño. Y al ver las vendas también me hace cuestionar... ¿Quién me vendó?

Ya no visto la ropa que andaba, no, ha sido reemplazada por mi suave pijama rosa con conejitos. Sé que no fue un sueño, pues los rasguños y el dolor de estos son la prueba de que todo fue real. No recuerdo mucho, solo sé que el animal estaba a punto de devorarme y no recuerdo arrastrarme hasta la casa pues:

1. Estaba lloviendo muy fuerte.

2. Estaba demasiado moribunda.

3. Me encontraba sin sentido de orientación.

Lo que me hace pensar que alguien me encontró y me trajo hasta aquí pero la pregunta es: ¿Quién me trajo? Quizás fue mamá. ¡Sí! A lo mejor ella pudo venir a casa y al ver que no me encontraba salió en mi búsqueda.

Salgo de mi habitación y bajo hacia la cocina esperando encontrarla pero solo me encuentro con la soledad. Suspiro y me dirijo hacia la sala, quizás esta dormida en el sofá. Voy hacia ahí y no la encuentro. La busco en toda la casa y no hay ningún rastro de ella. Miro el reloj cucú que yace sobre lo alto de una repisa y veo que marca las tres de la madrugada.

¡Diablos! Ya es muy tarde y mamá no está aquí, lo que significa que no fue ella la que me rescató. Camino hacia mi habitación con paso de tortuga y es ahí cuando un fuerte dolor ataca mi cabeza. Me recuesto en la cama y sin saber cómo logro dormirme.

Los ojos del felino recorren mi cuerpo, relame sus labios mientras se pone en posición de ataque y saca sus garras. No puedo moverme, estoy paralizada. Lo miro directamente a los ojos, esperando que esto acabe pronto. El felino se abalanza sobre mí, clavándome sus afiladas garras en mi cuerpo, grito porque el dolor es insoportable; pero cuando el felino va a morderme algo lo embiste y me lo quita de encima.

Grito. Despierto agitada y con el sudor recorriendo mi frente. Miro el reloj y veo que son las ocho de la mañana, justo a esta hora debería estar camino al instituto.

Como un rayo me levanto de la cama y me dirijo hacia el baño, cuando ya estoy aseada y vestida bajo a la cocina con la esperanza de que mi madre se encuentre ahí pero cuando llego no hay ningún rastro de ella. Miro el reloj y veo que son pasadas las ocho, asustada cojo mi bolsón, cierro la puerta y me encamino hacia el instituto.

El viento sopla con intensidad y agarro con fuerza mi suéter, esperando que este me abrigue. Me acaricio los brazos y sin querer suelto un grito pues me he lastimado las heridas.

¡Cielo santo, las heridas! Me detengo y veo que por estar apresurada olvidé cambiarme las vendas. Me doy un zape por estúpida mientras me quedo parada pensando si regresar a casa o ir a la enfermería a cambiármelas. Aunque sería mala idea pues la enfermera me preguntará qué me sucedió y en realidad ni yo misma lo sé.

Suspiro y empiezo a caminar nuevamente, resignándome a cambiarlas en el instituto pues si regreso a casa me retrasaré más.

Cuando llego al instituto ya están en el primer recreo, entro a la cantina en busca de Juani, pero no la encuentro. Todos me miran como si fuera una especie de zombie y yo los ignoro dirigiéndome a mi casillero para sacar los libros que me corresponden para la siguiente clase.

— ¿Seren? —pregunta una voz ronca detrás de mí.—

Volteo para encontrarme con Vogrincic, quien tiene en su rostro una cara de preocupación extrema.

— ¡Ah! Hola Enzo. —saludo cortante pues a mi mente viene la discusión que tuvimos ayer.—

— ¿Estás bien?

Asiento un poco extrañada por su repentina pregunta. Él no parece muy convencido con mi respuesta y me examina con la mirada durante un largo rato. A lo que yo me remuevo un tanto incómoda, pues no soporto que me mire. Transmite en su mirada cierto temor y odio a la vez, que me da desconfianza.

— ¿Ya terminaste con la inspección? —le espeto, cerrando con fuerza la puerta del casillero.—

Él se sorprende y se aleja de mí sin decir palabra alguna.

— ¡Sos un raro, lo sabías! —le grito, sin importarme que los demás me vean escépticos.—

Sí, y él es el raro. Me reprocha mi subconsciente.

— Un raro que te salvó la vida. —dice dándose la vuelta y mirándome fijamente.—

— ¿De qué hablas? —inquiero curiosa.—

Su mirada se posa en mi brazo y luego en mi rostro.

— Vos ya sabrás.

Y se aleja dejándome con la intriga. ¡Agh! ¡Maldición! Odio a este chico.

 ¡Agh! ¡Maldición! Odio a este chico

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
"Bad Blood"  || Enzo VogrincicDonde viven las historias. Descúbrelo ahora