Chapter XXII

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POV Seren

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POV Seren

Mis ojos se agrandan del miedo, mi corazón casi parece salirse del pecho debido a los acelerados latidos que emite y mis tímpanos casi están desgarrados debido a mi mismo grito. Él solo esboza lo que parece ser una sonrisa pero en realidad parece una mueca.

Tiene los ojos profundamente rojos, las comisuras de sus labios están rojas y su ropa está hecha jirones, no dejando de lado por supuesto, que se encuentra colgado cabeza abajo con los mechones de su pelo colgándole. Tiene unas grandes ojeras alrededor de sus ojos y su piel más pálida que de costumbre.

— ¿E... Enzo? —logro tartamudear.— ¿Q... qué te pasó?

Él relame sus labios y sus ojos se dilatan viendo fijamente mi garganta. Trago saliva y los recuerdos de aquel día en el parque vienen a mi mente.

— Comida. —dice como si estuviera hipnotizado a la vez que me lanza una mirada sumamente lasciva.— Doncella deliciosa y suculenta.

— ¿Qué tienes? —susurro con miedo.—

Él se acerca más hacia mí mientras me olfatea.

— Mmmmm. Sangre. Deliciosa, deliciosa sangre.

Lo miro con pánico, estiro mi mano temblorosa y le toco la comisura del labio, llenándome el dedo de líquido rojo. Inesperadamente él toma mi dedo y se lo lleva a sus labios, succionando la mancha roja. Asustada, chillo y de un salto me bajo de la rama, cayendo de rodillas al suelo. Vogrincic sigue boca abajo en una especie de trance mientras me mira de una manera recelosa.

Me pongo en pie lentamente, alerta a todo lo que pueda suceder. Lista para salir corriendo de aquí si es necesario. Él vuelve a sonreír de manera espeluznante para luego soltar una gran carcajada. ¿O sea qué? Empieza a reír descontroladamente, las ramas del árbol sacudiéndose al compás de su risa.

— Deberías haber visto tu cara, Merville. —ríe al borde del colapso.— Parecías como si hubieses visto al mismísimo diablo. ¡Rayos! Ha sido gracioso.

Mientras él sigue riendo como el imbécil que es, me dispongo a mirar hacia arriba, con mis manos hechas puños tratando de controlar la rabia que corre en mis venas; pero no puedo soportar sus risas y exploto.

— ¡No es gracioso! —Enzo para de reír y empieza a disculparse pero yo lo interrumpo.— Créeme, Vogrincic. —siseo.— No es para nada gracioso que una liebre se atraviese en el camino, ¡No es gracioso sufrir un accidente!, ¡No es gracioso no poder caminar por el dolor que ataca mi espalda! ¡No es gracioso que me abandones en medio de la nada! ¡No es jodidamente gracioso sentir que alguien te vigila! Y sobre todo: ¡No es gracioso, que la persona que más detesto en el mundo, aparezca colgado cabeza abajo con el aspecto de estar poseído por el mismísimo demonio, con lo que parece ser sangre en su boca, completamente desaliñado, con ojos enloquecidos, susurrando constantemente "Sangre, sangre. Quiero sangre" o "Doncella suculenta y hermosa". No te lo perdonaré, Vogrincic. No perdonaré el hecho de que me hayas dejado tirada en aquel bosquecillo de quinta cuando más te necesitaba y luego aparezcas asustándome de esta manera. Yo no...

Ya no puedo seguir porque mi voz se quiebra y mis ojos se cristalizan. Caigo al suelo de rodillas y tomo demasiado aire, tratando de reprimir el repentino llanto que parece agobiarme. Oigo cómo Vogrincic cae al suelo justo a mi par, siento como se acuclilla y empieza a acariciar mi cabello, lo cual logra enfurecerme.

— No has estado sola, cariño. —susurra suavemente y luego añade.— ¡Ah! Y sólo para que lo sepas. —señala sus comisuras rojas.— Esto no es sangre, es jugo de fresa.

Y como para resaltar lo que ha dicho, las limpia con su lengua haciendo un gesto de deleite. Molesta, aparto su mano de mi cabello. Ni siquiera le pregunté que era y mucho menos quería saber.

— No me toques.

— Nunca has estado sola, chiquita. —suelta un suspiro ignorando mi enojo.— Dirás que estoy completamente loco, pero debo contarte que todo este tiempo era yo el que te seguía. Sí, te diré que me molestó tu actitud cuando despertaste. Sólo trataba de ayudarte, pero luego empezaste a despotricar cosas y bueno. —se pasa la mano por el cabello.— Digamos que tengo un temperamento muy difícil...

¿Y hasta ahora se da cuenta? Imbécil.

— No te lo negaré. —entrecierra sus ojos.— Cuando me marché, me marché decidido a dejarte abandonada, pero parece que mi consciencia decidió reprocharme la acción cometida y sentía esa espinita dentro de mí. Me puse a imaginar cosas y... —suelta un suspiro.— Llegó un momento en el que no soporté la idea de vos estando sola acá.

Jadeo al escuchar lo que dice.

— Vamos, linda. —musita parándose y tendiéndome su mano.— Te ayudaré a llegar a casa.

Aparto un mechón de mi cara y lo miro desconfiada.

— Te lo prometo. —esboza una sonrisa.—

— No.

— ¡Qué! —exclama escéptico.—

— Lo que has oído, no quiero tu ayuda.

— ¿Podrías dejar de lado tu orgullo sólo por esta vez? —inquiere con el ceño fruncido.— De verdad, sólo quiero hacer las cosas bien.

— No soy la damisela en apuros, Enzito (o Encito?). —es mi respuesta, a la vez que me cruzo de brazos.— Puedo llegar a mi casa yo sola.

Alza una ceja y revolea sus ojos.

— Bueno, entonces demuéstramelo.

Bufo y logro ponerme en pie, sacudo mis jeans y empiezo a caminar tranquilamente logrando incorporarme nuevamente al camino que seguía antes de desviarme. Puedo escuchar los pasos de Enzo detrás de mí y no puedo evitar apretar mis puños.

— ¡Por qué rayos me sigues! —exclamo con fastidio.—

— Sólo quiero ver hasta donde llegas.

— ¡Ush! ¡Eres insoportable! —me quejo.—

— Pero sólo soy tu insoportable, y así me amas, chiquita.

— No argumentaré nada ante esa lógica, venga, ahora camina.

— No argumentaré nada ante esa lógica, venga, ahora camina

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"Bad Blood"  || Enzo VogrincicDonde viven las historias. Descúbrelo ahora