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Will se queda inmóvil, sorprendido por el inesperado gesto. La mano de Lecter es fría pero su toque es sorprendentemente cálido. Hannibal mantiene su mirada fija en los ojos de Will, observando cada pequeño gesto, cada reacción. Will se siente expuesto, vulnerable bajo la penetrante mirada del doctor, pero no se aparta.
—Gracias —murmura Will, su voz apenas un susurro, como si el momento fuera demasiado frágil para ser interrumpido por algo más fuerte.
Hannibal retira lentamente su mano, pero no rompe el contacto visual. Una sonrisa juega en los labios de Lecter, mientras Will siente un escalofrío recorrerle la espalda, incapaz de distinguir si es por el toque de Hannibal o por algo más profundo, algo que empieza a despertar en su interior.
—De nada, Will —responde Lecter, su voz suave pero cargada de significado.—¿Quisieras una taza de té, William? —preguntó el profesor, sonriendo.
Graham parpadeó, confundido.—¿Eh?— El profesor rió suavemente.—Té, ¿quieres? —repitió mientras se alejaba del joven rizado y caminaba hacia su escritorio. Tomó unas pequeñas tazas de porcelana y comenzó a prepararlas.
—Uhm, sí, seguro —respondió Will, un poco distraído. Miraba al suelo, sintiéndose un poco avergonzado, sin darse cuenta de que el mayor añadía un calmante en polvo a su taza.
El profesor le pasó la taza con una sonrisa agradable. Will la tomó, agradecido, pero sus pensamientos estaban en otra parte. Mientras el aroma del té subía, calmante y familiar, él no podía evitar sentir una extraña sensación de inquietud, aunque no sabía por qué.
El profesor lo observaba con ojos calculadores, asegurándose de que Will bebiera el té. Sabía que en pocos minutos, el joven empezaría a sentirse más relajado, tal vez demasiado relajado.
—¿Todo bien, William? —preguntó el profesor con voz suave, casi paternal.
Will asintió, llevándose la taza a los labios y tomando un sorbo. El líquido caliente le reconfortó, pero algo en su sabor le pareció diferente, ligeramente amargo. Sin embargo, lo ignoró, atribuyéndolo a su nerviosismo.
El profesor observó cómo los párpados de Will comenzaban a pesarle, y una leve sonrisa se dibujó en su rostro.—Relajate un poco, William. Parece que lo necesitas—dijo el profesor.
Will sintió cómo sus pensamientos se volvían lentos, como si estuviera flotando en un estado de semiinconsciencia. Sabía que algo no estaba del todo bien, pero la calidez del té y la presencia tranquilizadora del profesor lo mantenían en un estado de calma extraña.
—¿Qué le ha puesto al té? —murmuró, todavía intentando enfocarse. El profesor se sentó frente a él, observándolo con atención.—Solo algo para ayudarte a relajarte, William. Pareces estar bajo mucha presión últimamente. —La voz de Hannibal era suave, casi hipnótica, y cada palabra parecía deslizarse por la mente de Will, calmando cualquier resistencia.