Capítulo 25

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─¿Decir qué cosa?  ─tomó un trozo del brownie que estaba en su plato y lo masticó con lentitud.

     ─Que tu mataste a Ann. Entiendo que fue durante un brote psicótico y que no tienes un control sobre lo que alucinas, pero ¿sabes que en ese estado eres peligrosa? ─entrelazó ambas manos y posó su rostro en ellas─. Déjame ayudarte, Sofía.

     ─¿Qué…? ─musitó ella sin terminar de comprender.

     ─Ve a una consulta con mi padre, si lo que te preocupa es el dinero yo pago todo, las consultas, los tratamientos, todo. Solo… déjate ayudar. Así podrás tener una vida normal sin ser una amenaza para tus amigos y familia.

      Te dije que era malo para ambas, niña. No quiere ayudarte en realidad ¿por qué querría? Solo serás un experimento para su familia, su pequeña rata de laboratorio. Sofía sintió sus ojos inundarse de lágrimas ¿Le estaba diciendo que era un problema? ¿Que era una amenaza, un riesgo? Acaso…

      ─¿Me tienes miedo por lo que pueda llegar a hacer? ─su maquillaje se había corrido por sus ojos húmedos, lo cual le dibujó unos círculos oscuros y unas cuantas gotas negras caían de sus ojos. En su expresión se notaba el dolor, siempre quiso ser comprendida, no temida.

      ─No te tengo miedo a ti, sino en lo que te puedes convertir. Sofía amo a mi familia y no te perdonaría jamás si le llegaras a hacer daño a cualquiera de ellos o inclusive a mí. Así que, por favor, te lo ruego por Dios, déjame ayudarte.

      »Mataste a tu mejor amiga, eso podría volver a suceder. Pero se puede evitar con la medicación correcta. Espero que puedas comprender lo que te estoy diciendo.

      Pero Sofía no lo estaba escuchando. En su cabeza solo se repetía una y otra vez el pensamiento de que era un monstruo, una asesina, una criatura sin corazón ni razonamiento que actúa por impulso. Un experimento, una imbécil, un problema, una amenaza.

      Tú no eres el monstruo, él lo es. Es él quien desde un comienzo fue peligroso para nosotras, para tu familia.

      ─Yo…no. ─logró articular débilmente.

      ─Por favor acepta lo que te estoy ofreciendo, de lo contrario, no te me vuelvas a acercar ni a mí ni a ninguno de mis seres queridos por seguridad.

      ─¿Qué? No puedes hacer eso, no puedes alejarme de ti, Ger-

       ─Sí puedo. Y lo haré de ser necesario. ─soltó interrumpiéndola.

       ─No ─cayó de rodillas─. Me llamas monstruo, me dices que estoy enferma y además ¿amenazas con alejarte de mí?

       ─¿Acaso la parte donde te ofrezco ayuda psiquiátrica no la escuchaste, Sofía? ─la miró exasperado, no quería que pasara de esta manera. Se acercó a ella que seguía en el suelo, pero al intentar tocarla ella se alejó.

       ─¡No! ¡No me toques, aléjate! ─Gerson se levantó y se apartó de ella. Solo que Sofía ya no podía ver a Gerson, para ella era un monstruo, de forma literal, la imagen de aquel pelinegro de traje azul fue reemplazada por una bestia amorfa con sed de sangre, su sangre. Tenía que defenderse. Su respiración se aceleraba conforme pasaban los segundos, su vista se estaba nublando, caería desmayada del miedo y aquella cosa la mataría, debía actuar primero.

      Se levantó con piernas temblorosas y se apoyó en una repisa que estaba junto a ella y vio una cosa brillante cerca de su mano, era su salvación; el revólver de Marcus. «Gracias por enseñarme a usar armas, papá» pensó la chica antes de comprobar que todas las balas estuvieran en el tambor. La criatura rugió, alzando sus extremidades aterrada por la chica que se encontraba allí de pie con el arma entre sus manos. Se paró firme, apuntó a lo que suponía el pecho de esa cosa y disparó. Luego de eso, se desmayó.

No Estamos Locos, Somos Más Que EsoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora