Ya habían pasado varios años desde aquella conversación con el vacío. Y se había decidido a ir al psiquiatra. Bueno, a reservar la cita. Entro a la clínica, pasó frente al laboratorio, subió la escalera, dobló en el pasillo, y cuando estaba a punto de llegar llamaron su atención.─Déjame adivinar, ¿depresión porque tu crush no te ama? ─giró su cabeza, haciendo ondear su cabello que traía recogido en una cola de caballo. Solo había una persona en el pasillo. Un chico sentado bajo el único bombillo funcional, leyendo El Silencio de los Corderos, de Tomas Harris.
─Eh, no. Quería ver si no estoy loca ─dijo con una sonrisa─. Me gusta ese libro. El doctor Lecter siempre supo quién era el asesino. Por cierto… ¿el simple hecho de no ser correspondido desencadena algo tan fuerte como una depresión? Creía que influían otros factores en ello. Y tú ¿qué haces aquí?
─Pues, te sorprendería. Respondiendo a lo otro, aquí está tranquilo, hasta que llega su cita de las once ─señaló la puerta del consultorio─. Esa mujer sí que sabe gritar. ─soltó con total tranquilidad, sin despegar su vista del libro, un poco de su esponjoso cabello negro se movió cuando pasó la página.
─Parece que frecuentas por aquí. ─por alguna extraña razón le llamaba más la atención comenzar una conversación con un extraño desconocido que saber qué tan precaria era su salud mental.
─Mi papá me trae para que no me quede en la casa, tratando de matar al gato del vecino. Me tiene harto. Maúlla toda la noche y orina en la entrada. Tal vez hagamos las pases el animal y yo… algún día, o tal vez no ─ella escuchó en silencio. La cita podría esperar, la conversación estaba interesante. Se sentó a tres sillas de distancia, más cerca de la parte iluminada del pasillo que daba a las escaleras.
─Yo creo que el gato no tiene la culpa, sólo es eso, un gato. Perdónale la vida. ─el contrario pasó otra página.
─Por mera cortesía, ¿tu nombre es...? ─por primera vez en todo el rato levantó la mirada y la fijó en ella, los ojos del extraño eran de un azul oscuro muy profundo, y con la escasa luz, lucían casi negros, igual que cuando vas a mar abierto.
─Sofía. ─no agregó nada más. Su nombre era común, así que no se arriesgaba en lo absoluto─ ¿Y tú?
─Gerson Contreras ─señaló el rótulo de la puerta─. Y como podrás apreciar, mi papá es el loquero de la ciudad ─Sofía ladeó la cabeza. Eso explicaría, aun así en menor medida, el hecho de que estuviese ahí sentado leyendo como si estuviera en el patio de su casa─. Tu cabello es bonito.
─Ehhh, ¿gracias? ─su cabello era de un color zanahoria claro pastel, rayando al rubio fresa, las personas que la conocían, decían que les recordaba a Mary Jane, aunque ni siquiera fueran del mismo tono realmente.
─De nada. Total, tengo razón. Como sea, ¿vas a entrar a hablar con mi papá o no?
─Primero que nada ¿qué tan loca me veo? ─aunque sabía que la respuesta sería algo parecida a un "no mucho", nunca estaba de más la opinión de un tercero. Gerson dejó el libro a un lado, no antes de marcar la página. Lo que no esperaba era que se levantara y la tomara por la muñeca, impulsándola hacia arriba, haciéndole dar un giro sobre su eje para que quedase en la luz que se colaba por los ventanales del pasillo principal.
─Loca no pareces. Pero enana si estás. ─al tener de cerca al más alto, notó que tenía un lunar en el pómulo derecho debajo de su ojo, y justo encima una cicatriz de un corte que parecía haber sido hecho con una navaja. Frunció el ceño, ofendida por lo que le dijo.
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No Estamos Locos, Somos Más Que Eso
Misterio / Suspenso"Admite que te da curiosidad, él es como el fuego y tú una incauta polilla".