Capítulo 3

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     Con manos temblorosas abrió el sobre, sacando una hoja de papel salpicada de trazos hechos con tinta oscura, pero no parecían de bolígrafo, tinta china, sí eso era. Desdobló el papel para comenzar a leer, la caligrafía era pequeña, corrida y afilada. Cualquier otro le habría llamado “letra de doctor”.

     Sofía
     Si estás leyendo esto es porque es mi último intento de escribir algo lo suficientemente bueno, y de alguna manera logré convencerte de llevarte el libro, donde además de esta carta hay varias notas, borradores y pensamientos vagos que ahora yacen ocultos en las páginas de esta novela territorio de tarados mentales, algunos brillantes y elocuentes, otros, poetas que quieren conocer a Jesús.

     Mis manos están manchadas de tinta de tanto que lo intento una y otra vez, sin hallar resultado satisfactorio ¿Tan difícil me es escribir una sencilla epístola? Al parecer, ese es el caso. Así que voy a decirlo de forma simple, dejando la poesía de lado, más si eso es lo que quieres, busca tu “poema de San Valentín”. Desde el momento en que te vi cautivaste mi atención, distante y recelosa mujer, te fuiste acercando cual polilla a la flama, nunca me creí tan interesante, o al menos no tanto como tú me resultaste. Luces como alguien con quien me llevaría muy bien. No he vuelto a verte, más aquel cabello color ocaso sigue presente en mi memoria ¿habrá sido ese rasgo físico que más llamó mi atención de ti? ¿Por qué no tus ojos? Tal vez porque en aquella oscuridad no alcancé a verlos a tiempo. Mientras trabajaba vi un pequeño rosal que luchaba por mostrar su bella flor al mundo, aun hecha un capullo, la tonalidad de sus pétalos muy parecida a la de tu pelo, la llevé a casa para darle todo mi cuidado.

     No pienses que acabo de decirte flor, sería algo mediocre y poco imaginativo compararte con algo tan frágil y efímero, es más, no encuentro símil que te describa. Por primera vez carezco de palabras para expresarme, me convierto en un pozo seco frente al papel, pero, al final, sólo te he visto una vez, intercambiamos pocas frases, no te conozco lo suficiente como para poder dedicarte páginas y páginas de palabrería elocuente y poesía refinada.

     ¿Recuerdas al gato? Se llama Manchis, un nombre estúpido si me lo preguntas, su dueño es un hombre de mediana edad que tuvo poca capacidad de cultivar su ingenio o ampliar su diccionario en su juventud. Ahora ya es muy viejo para hacerlo, resignándose a seguir siendo un campesino casi analfabeta. Pero esto no es sobre el dueño, es sobre el minino. Decidí perdonarlo, tal como dijiste, no tiene culpa, actúa por mero instinto. A lo mejor yo me esté dejando llevar por el instinto también. Aquella reacción visceral, aquella profunda y primitiva necesidad de impresionar ¿Lo he logrado? Sería de mi agrado que me lo comunicaras luego, ¿alimentarías a mi autoestima? No, alimentarías mi ego más bien. Seguramente me habrás preguntado cómo devolverías el libro, viniendo de mí, lo más probable es que te haya dicho algo parecido a: Todo a su tiempo. Para ir cerrando esto que se ha extendido demasiado y ya debe de estarte aburriendo, tengo las respuestas a tus preguntas; la primera: ¿Cómo devuelvo el libro? Simple, me contactas y concertamos una “cita”, si es que me permites llamarla de esa manera; segundo: ¿Cómo te contacto? Dejaré mi número al borde de la hoja, eres libre de escribirme en cualquier momento, si estoy ocupado te responderé apenas esté libre. Tercero, aunque esta duda ha sido cultivada por mí: ¿esto funcionará? Desconozco la respuesta, más me aferro a la ligera esperanza (algo que no debería de tener, la esperanza es para fans del futbol venezolano), de que la respuesta sea afirmativa.

     Aquí culmina esta carta, cuídate Loquita.

     PS: Busca en tus memorias qué había al final de la ciudad, lado oeste.

     Pasó las páginas con cuidado, más sus dedos temblaban de desesperación, necesitaba más, unas palabras escritas por aquel hombre en un papel le habían cautivado más de lo que nunca cualquier ser vivo lo había hecho. Buscó con ávida mirada “…en el coche de Raspail…” Al hallar la frase también halló un trozo de papel rasgado y doblado. Lo abrió con rapidez.

No Estamos Locos, Somos Más Que EsoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora