Capítulo 16

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Lunes, 31 de julio del 2017.

─Dicen que un adolescente desapareció hace unos días durante la fiestota que armaron por su graduación. ─comenzó a decir la señora Beatriz mientras que regaba las plantas.

─A lo mejor se fue con unos amigos o qué sé yo. ─le respondió Gerson de manera distraída mientras que acumulaba los sacos de tierra de quince kilos en su lugar correspondiente. Poco le importaba lo que hicieran los niños de la Generación Z con sus vidas y sus cuerpos llenos de alcohol y nicotina conferida por E-cigarrettes.

─Dicen que lo más probable es que esté muerto ─continuó la señora de cabellos blancos mientras que leía la noticia en su teléfono. Ahora los periódicos tenían sus propias páginas webs y ya no publicaban nada en papel─. Pudo ser víctima de un robo o lo secuestraron para la venta de órganos. Cualquiera de las dos es factible sabiendo que suceden a menudo de un tiempo para acá.

─Sí, tal vez, quién sabe... ─se pasó una mano por el cuello en un gesto mecánico sin recordar el hematoma que tenía─. Se me había olvidado ese detalle. ─murmuró después de quejarse. Beatriz se percató de eso.

─¿Qué tienes, mi niño? ¿Te lastimaste cargando la tierra? ─y ahora la conversación giraba hacia él. Mierda.

─¿Ah? No, no, solo es esto ─le dijo señalando el moretón que tenía. Un moretón extraño en el cuello es fácil de malinterpretar.

─Te está yendo bien con esa chica entonces... ─le dijo con mirada de ancianita pícara.

─¿Qué? ¡No! Dios. No es un chupetón ni nada de eso. Ya lo habías visto antes. Cuando comencé a trabajar aquí y todavía estudiaba violín. Le llaman "La marca del violinista", es por apoyar el violín en el cuello mientras que uno practica. Y bueno, las practicas duran horas así que. ─se encogió de hombros.

No quería hablar de eso. Quería hacer su trabajo y luego irse a su casa a ducharse. Por primera vez en mucho tiempo, solo quería aislarse para pensar de una buena vez en qué haría con Pedro Moura. Pensar en asesinatos constituye una inversión increíble de tiempo y energías.

─No recordaba que tocas violín.

─Lo dejé por unos años. Lo estoy retomando. ─no quería hablar de él. No sentía necesidad de hablar sobre si mismo ese día. Increíble a decir verdad.

Gerson se alejó discretamente hacia el fondo del vivero, como si fuese a revisar las plantas que crecían en el fondo. Aun así lo hizo. Pequeños brotes de violetas, buganvilias y rosales. Eran aún demasiado jóvenes y débiles como para ser vendidos. Se agachó y se quitó uno de sus guantes del trabajo, que eran diferentes a los guantes que usaba siempre.

─Pequeña y frágil... Aun no puedes cuidarte por ti misma, pero yo te ayudaré a que crezcas y florezcas.

Estiró sus dedos y rozó con suavidad las hojas de aquel rosal. Eran rosas baby, tan codiciadas, y a la vez tan jodidamente delicadas. Sonrió ligeramente. Sería una planta preciosa, estaba seguro de eso.

"Ya es suficiente aislamiento de los seres humanos por ahora." pensó. Se puso de pie. Tenía que volver al trabajo. Le gustaba su trabajo, necesitaba su trabajo. No podía darse el lujo de que creyeran que no. Todo el dinero que había gastado últimamente en café, galletas, vestidos y cositas bonitas venía de su cuenta de ahorros que había estado llenando desde los doce años. No era el típico chico millonario. Más bien sería:

─El típico hombre estúpido que gasta su dinero sin siquiera pensar en las consecuencias de hacerlo porque no le teme a la bancarrota. ─dijo en voz alta, como si hablar solo no fuera algo extraño y mal visto. Pero no había nadie cerca. La señora Beatriz estaba en la entrada de la tienda, era lunes por la mañana, lo más probable es que la única persona que se apareciera por el lugar fuera el esposo de Beatriz, el señor Juan.

No Estamos Locos, Somos Más Que EsoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora