Miércoles, 26 de julio del 2017.
Allí estaba nuevamente, ese impulso, ese deseo que con esfuerzos sobrehumanos trataba de encarcelar en lo más recóndito de su ser, de su mente. Desvió la vista de la pantalla de su teléfono, las noticias de esa índole siempre le hacían volver a su época de estudiante, cuando creía que todo iría bien.
La sangre desparramada en la imagen captó su atención nuevamente. Se puso a pensar en cada vena, arteria, tendón, músculo y hueso que se vio desgarrado y comprometido por la bala. Sonrió a la fotografía que estaba mirando sin poder evitarlo, aquella sangre entremezclada con sesos le recordaba a la mermelada de fresas, como si un frasco de ésta se hubiese quebrado, causando todo un revoltijo.
─¿Qué diablos le pasa a la gente en estos días? ─se preguntó, tratando de concentrarse en lo que decía la descripción de la imagen, y no en la emoción que le provocaba ver la sangre.
“Militar le dispara a un hombre civil al borde del camino y luego se suicida con su misma arma; el rifle era su arma de servicio, se presume que venía del Cuartel Militar. No se ha podido identificar por los momentos a la víctima, dado a que el disparo le voló la cara. […]”
Exhaló. Se quitó sus lentes y los limpió con el borde de su bata, pese a que los cristales estaban limpios. Odiaba que le pasara aquello, iba en contra de su moral. El siquiera saber que una simple imagen que a otros les podría causar asco, miedo y rechazo, a él le despertara un éxtasis casi animal, primigenio y visceral. Nunca se atrevería atentar contra cualquier vida, ya fuera animal o humana, de eso sí que estaba seguro. Más de igual forma le preocupaba, y mucho. Se puso de pie y dio vueltas por su consultorio.
Sabía que era culpa de Joel, de eso no cabían dudas, pero ¿por qué? ¿Por qué no se mostraron indicios en sus otros ancestros antes que él? ¿Fue algún factor demográfico que desencadenó aquellos horribles actos? No lo sabía.
─Soy un psiquiatra del asco. ─murmuró para sí.
Se suponía que debería de conocer el porqué, motivo, un indicio. Pero no tenía más que vagas suposiciones. Y no podía hablar con sus abuelos o tíos y tías, estaban todos muertos. Los nueve habían muerto envenenados con Paraquat. Lo peor es que nadie lo vio como algo sospechoso, así que nunca se supo si fue intencional o no. Esa clase de envenenamientos son comunes por no lavar bien las frutas y verduras, o por si algún obrero portaba Paraquat en su ropa de trabajo y lo metía a casa por accidente… y ya se saben el resto.
Pero volviendo a las conjeturas de Gabriel, también le pasó por la cabeza pensar que se debía un fallo genético, dado a que si lo recordaba bien, su padre, Joel, le admitió que sus abuelos eran familia.
─Papá, ¿por qué los abuelos tenían los mismos segundos apellidos? ─alzó su vista al castaño que podría hacerse pasar por su hermano mayor y no por su padre.
─Es que… ellos, eran, ¿cómo explicarlo sin que suene raro? ─lo último lo dijo más para sí que para su hijo. Se sentó junto a él en la mesa del comedor, se suponía que le estaba ayudando con un árbol genealógico que le mandaron en el colegio.
»Tú sabes que en la época de antes, por allá en los años treinta y los cuarentas, la Colonia Gutt no confraternizaba tanto con San Víctor y otras ciudades. Por lo tanto las familias que ya estaban aquí seguían mezclándose entre ellas, en un punto que podía haber primos o hermanos que eran esposos. Es algo asqueroso si me lo preguntas a mí. Tus abuelos eran medio hermanos.
─¿Es decir que tenían la misma mamá y diferente papá?
─Sip. ─soltó con una mueca─. Por eso tu abuelo es Contreras Gerig y tu abuela Breinderbach Gerig. No sé cómo salió esa unión la verdad ─calló por unos instantes─. Ah y también es por eso que tenemos ojos azules tú y yo.
ESTÁS LEYENDO
No Estamos Locos, Somos Más Que Eso
Mystery / Thriller"Admite que te da curiosidad, él es como el fuego y tú una incauta polilla".