La semana comenzó bien, pero el martes comencé con dolor de garganta y mocos. Decidí ignorarlo, diciendo que se pasaría pronto, pero no fue así. El miércoles llegué del trabajo supermolido y con el cuerpo cortado.
— ¿Qué sucedió? ¿Te hicieron algo?
— No, creo que estoy enfermo.
— ¿Enfermo? Oh, no. Deberás pedirte unos días en el trabajo.
— No puedo. No quiero atrasarme con los temas de las clases.
— Eso puede esperar. La prioridad es que estés bien de salud.
— Tomaré algún medicamento y me sentiré mejor.
— Vamos al médico entonces.
— No, no. No tengo tiempo para eso.
— Entonces, decídete. Si vas a tomar medicación, entonces vamos a un médico a que te revise.
— No es necesario.
— Escuchame una cosa. Si tú no te cuidas, me importa tres pepinos, pero yo sí te voy a cuidar. Si te sientes tan mal como para tomar medicina, entonces iremos al médico.
— No...
Me abrigó, pidió un taxi y me llevó al médico; ahora que había comenzado a dejarle dinero para comprar lo que fuese necesario, comenzó a ahorrar y pudo pagarlo sin pedirme.
El médico me dijo que tenía gripe y que debía hacer reposo.
— No puedo porque trabajo...
— No hay problema, le daré un certificado médico.
— Pero...
— ¡No quieres que tus alumnos también se enfermen, ¿o sí?! —me gritó Felix.
— No, no quiero. Está bien, haré reposo.
Llegamos de nuevo y me metí a la cama. Minutos más tarde, Felix me trajo un té con tostadas y las medicinas.
— No tengo hambre.
— Debes comer algo o la medicina te caerá mal. En un ratito te traeré las compresas con agua fría, pero mientras puedas, intenta dormir. Te levantaré cuando sea hora de la cena.
— De acuerdo. Gracias. Está rico el té. ¿De qué es?
— Jengibre. Dicen que ayuda a destapar la nariz y actúa como desinflamatorio.
— Genial. Gracias —y sonreí como pude.
No recuerdo en qué momento me quedé dormido, pero me desperté muy entrada la noche con el estómago vacío.
— Oh, es tarde.
— ¿Eh? Despertaste —dijo Felix restregándose los ojos.
— Espera, ¿dónde estabas?
— Aquí, me senté al lado de la cama para poder cambiarte los paños y me quedé dormido. ¿Tenés hambre?
— Bueno, sí, pero es tarde. Además, hace frío. Te enfermarás tú también si no te cuidas.
— No te preocupes. Los íncubos somos un poco más resistentes que los humanos porque generamos más calor, y los virus y bacterias se mueren antes de crecer. Ahora te caliento la comida. Dame un segundo —y bostezó.
En unos cinco minutos tenía servida una cena que incluía una sopa de pollo con verduras, un poco de pan y jugo de naranja.
— Es poquito para que no te caiga pesado, pero a su vez sigas nutrido.
— Gracias. ¿Tú no comes?
— Comí algo antes de venir y no tengo hambre.
— Bueno...
— Parece que se te bajó la fiebre, así que dejaremos los paños por ahora.
— Vete a dormir.
— No te preocupes, me iré enseguida.
Terminé de comer y Felix se llevó mi plato. Con la panza llena y aliviado por la medicación, me recosté de nuevo y me dormí.
Al despertar, Felix de nuevo estaba durmiendo con el torso apoyado sobre la cama mientras seguía sentado en una silla. Me levanté y un paño mojado cayó sobre mi regazo
— Mierda, no me hizo caso. Felix, Felix.
— ¿Eh? AH... ¿Cómo te sientes?
— Estoy mejor. Pero tú no has dormido nada.
— No te preocupes. Te subió fiebre de nuevo en la noche, pero nada que temer. Después bajó de nuevo y ahora parece que estás mejor.
Los cuidados atentos de Felix continuaron hasta el viernes que se durmió sobre mi regazo tras haberme dado de comer.
— Gracias por cuidarme tanto, Felix —le dije, pero creo que no me escuchó.
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Aprendí de sexo con un íncubo
FanfictionUn profesor de historia antigua treintañero salva a un joven de veinticuatro de morir atropellado. Agradecido, el joven revela su verdadera identidad como un íncubo y jura darle al profesor noches de sexo y pasión por toda la eternidad. Al principio...