Capítulo 8 - el segundo regalo

29 3 0
                                    

El viernes a la noche ya estaba mejor, pero Felix no. Tenía unas ojeras enormes y no paraba de bostezar, así que el sábado lo dejé dormir, y me encargué de limpiar la casa y hacer la comida. Me levanté a las ocho, pero a las nueve ya tenía a Felix detrás de mí.

— ¿Qué estás haciendo? ¡Tienes que seguir haciendo reposo! —me dijo.

— Estoy mejor. Tú deberías haberte quedado durmiendo.

— ¡Me dejaste dormido en tu cama no sé cómo! ¡Eres un tramposo!

— Anoche te dije que podías dormir conmigo y te acostaste. No hice nada.

— Mh, no te creo.

— ¿Eh?

— No me acuerdo de haberte preguntado nada, así que no inventes.

— ¿Ah? Pero es verdad. Bueno, como sea, vete a la cama. Es temprano y todavía no preparo el desayuno.

— ¡¿Qué?! ¡Esa es mi tarea! ¡Tú vete a descansar que todavía no te mejoras!

— Felix, no. Hoy me toca consentirte a ti. Ya hiciste mucho en estos tres días. Bah, desde que te mudaste, pero en especial ahora que estuve enfermo. Quiero compensarte por ello. Dejame que te cocine algo.

— ¿Eh? ¿Compen... sarme? ¿Por algo que yo hice? ¿En serio?

— Sí, ¿por qué lo preguntas?

— No, no. Por nada. Eh... Pero es mi trabajo como tu sirviente. No tienes que darme nada. Soy yo el que...

— Quiero hacerlo yo. Déjame, ¿sí? Obviamente no cocino tan rico como tú, pero...

— Eh... Esto es raro. No me había pasado antes y no sé qué hacer. Yo...

— Andá recostate. Yo te llevo el desayuno.

— Bue... Bueno. Pero, ¿no necesitás ayuda con nada?

— No, no.

— ¿En serio? Porque yo puedo limpiar mientras cocinas o algo así. Yo...

— Tranquilo, yo me encargo.

— Eh... Bueno... Mh... Me voy a la cama un rato más entonces... Permiso...

Comencé a preparar tostadas francesas y a los cinco minutos Felix estaba de regreso.

— ¡Aaaah...! No puedo quedarme en la cama. Me aburro. ¿Puedo quedarme aquí?

— Está bien. Pero no hagas nada.

— Bueno, bueno.

Las tostadas me salieron medio quemadas, pero en mi opinión salieron bien ricas.

— Todo tuyo, Felix.

— Oh, gracias. A ver... Mmmmhh... ¡Qué rico! ¡Gracias por cocinar para mí, Changbin!

— Oh, no es nada —mis cachetes ardían un poco—. Bueno, yo quería regalarte algo más, pero pensaba hacerlo mañana.

— ¿Eh? Demasiado has hecho ya. Es la primera vez que me cocinan algo. ¿Qué más puedo pedir?

— ¿Eh? Bueno, yo... Quería darte una pequeña sorpresa. Será una salida, pero sorpresa. ¿Te parece?

— ¿Por qué sorpresa?

— Porque no quiero que digas que no porque no hay dinero.

— Ah... —y comenzó a reir— ¡Pero si es verdad! ¡No lo hay! —continuó riendo— Ah... No hace falta que me des nada. No necesito ninguna compensación por ayudarte. Tampoco espero nada a cambio por hacerte la comida ni nada.

Aprendí de sexo con un íncuboDonde viven las historias. Descúbrelo ahora