Capítulo 17 - límites y concesiones (sin editar)

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— ¿Por qué de pronto te pusiste tan serio? —me preguntó Felix.

— Porque quiero ser tu novio, pero al parecer no me ves de la misma manera.

— ¿Novio? Claro que no. Eso es recién cuando me vaya a casar y nuestra relación sea lo suficientemente seria para eso. Por ahora solo somos compañeros.

— ¿Eh? Es que, para mí, las cosas que hemos hecho son cosas de novios. Por eso, estamos saliendo ante mis ojos. Y somos exclusivos, ¿no?

— Eh, sí, pero porque es lo más seguro para los dos.

— ¿Lo más seguro?

— Sí, por las ETS.

— Pero si no vamos a tener sexo.

— Pero el sexo oral o las prácticas que involucren los fluidos corporales de este tipo pueden producir ETS.

— ¿En serio? —pregunté.

— Claro. ¿No lo sabías?

— No —estaba muy deprimido—. Pensé que había despertado con un novio después de treinta años estando solo. Ah, qué tristeza.

— ¿Eh? Pero, a ver... ¿Qué significa para ti que seamos novios?

— Eh... No sé, lo normal.

— ¿Qué es para ti eso normal?

Era verdad. No se puede definir lo normal en estas circunstancias.

— Bueno, intentaré ponerlo en palabras. Para mí ser novios es pasar tiempo juntos, es ir a lugares, compartir experiencias...

— Pero en base a esa definición, somos novios desde hace mucho tiempo entonces.

— ¿Qué! ¡No! Digo, eh... Bueno, también es tener permiso para tocar al otro para darle besos y abrazos. Y bueno, cuando ambos estemos listos es tener sexo. Es, no sé... Eso. Ser exclusivos y crecer juntos. No sé cómo más explicarlo.

— Bueno, para mí ser novios es el paso antes de casarse. Es hacer oficial una relación frente a ambas familias y tener decidida la ruta de vida. Es básicamente comprometerse para estar juntos siempre.

— No, eso era el noviazgo antes. Ahora es diferente. Es como un voto para ser exclusivos más que nada —dije mientras seguía pensando cómo expresarme bien—. Es, no sé, aaaah, no sé qué decirte qué es. Yo solo quiero poder decir que eres mío y que yo soy tuyo.

— Dices eso de que era "antes" cuando eres tú el que prometió permanecer virgen hasta casarse.

— Es verdad, es hipócrita de mi parte —respondí herido—, pero no voy a cambiar mi promesa, porque soy un hombre de palabra.

— Creo que lo mejor será no ponerle un nombre a lo nuestro todavía. Recién hemos hecho claros nuestros sentimientos, pero no hemos convivido nada bajo esas reglas. No sabemos qué tan bien lo llevaremos y muchas cosas pueden pasar.

— Hablas con mucha madurez, pero me duelen tus palabras. Es como si me dijeras que sabes que terminaremos.

— No te voy a mentir. No he tenido relaciones largas como huésped. Y no es porque no me gustes, sino que son cosas que pasan. Creo que lo mejor es llevar todo de un día a la vez, viendo cómo nos llevamos y qué se da y qué no. Sin expectativas ni presiones. Sigamos siendo los mismos, pero mantengamos nuestras relaciones carnales hasta el punto que tú me digas.

— Me hace sentir como que lo que pido es demasiado descabellado.

— Bueno, lo que pasa es que no vivimos en un cuento de hadas donde todo sale bien. La vida real es diferente.

Aprendí de sexo con un íncuboDonde viven las historias. Descúbrelo ahora