Capítulo 13 (sin editar)

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— Bien, vamos primero con lo primero. ¿Qué es masturbarse? —me dijo mientras me empujaba en la cama y se sentaba sobre mí— Es mi turno de darte una clase —y rio.

— Eh, supongo que es ¿tocarse para darse placer?

— Nop, error —dijo mientras hacía una cruz con los brazos—. Es mucho más que eso.

— ¿En serio?

— Sí. Es conectarse con los instintos más primitivos de nuestro ser; es hacer que el cuerpo y el alma se unan en una práctica sagrada que te eleva en todo sentido; es experimentar gozo jugando con la mente y los sentidos.

— ¿En serio es todo eso? —pregunté con sarcasmo.

— Claro que sí —me dijo con sinceridad—. Ya lo verás. Pero, primero. ¿Con qué te gustaría experimentar primero? Yo creo que lo mejor es la vista, pero se puede probar con otra cosa.

— Tú eres el experto. Lo dejo en tus manos.

— ¿Me dejarás hacerte todo lo que yo quiera?

— Solo si prometes que te detendrás si algo no me gusta.

— De acuerdo. Pero te pido que tengas paciencia, porque al ser tu primera vez puede que te cueste conectar con todos los sentidos y la imaginación.

— Está bien. ¿Cómo hacemos esto?

— Primero te taparé los ojos.

— ¿Eh?

— ¿Eh?

— No me dijiste nada de eso.

— Te acabo de decir que podemos jugar con los sentidos y que el primero que me gustaría intentar es la vista.

— Pensé que iba a ver todo, no que no iba a ver nada.

— Es la primera parte. Después ves todo con lujo de detalles. Pero primero debo estimular tu imaginación para que esto sea lo más placentero posible. Dijiste que confiabas en mí.

— Y lo hago, es solo que...

— Entonces, deja que yo maneje todo. Después te indicaré como hacerlo conmigo.

— Está bien. ¿Con qué me tapo los ojos?

Sonrió antes de responder.

— No hace falta que te los tapes si te da miedo, pero sí ciérralos. Intenta no abrirlos por nada del mundo.

— Entonces prefiero tener una venda o algo así, porque sé que los abriré si no.

— De acuerdo. A ver... Mira, este pañuelo nos servirá.

Me senté en la cama. Me cubrió los ojos con delicadeza y de inmediato comenzó con la estimulación. Primero, como estaba en mi espalda, me susurró al oído.

— Hola, mi rollito de canela. Ahora las cosas se pondrán muy sucias. Prepárate —y besó detrás de mi oreja lo que me hizo estremecer.

Continuó besándome con suavidad el cuello, los hombros y la espalda. Yo sentía que la piel se me erizaba al igual que mi pene. Quería tocarlo, pero me detuvo.

— Todavía no. Primero te toca a ti.

Me moría por tener su figura bajo mis dedos.

— Vamos, déjame. Aunque sea un poquito...

— No, no.

— Pero creo que me excitaría tocarte.

Se quedó quieto y en silencio. Hubiera querido poder ver su expresión en ese momento.

Aprendí de sexo con un íncuboDonde viven las historias. Descúbrelo ahora