Los días que siguieron fueron un infierno. Cada día, al volver de mi trabajo me esperaba una fantasía sexual diferente y era muy difícil siquiera predecir cómo o cuándo iba a surgir. Felix realmente sabía mucho del tema y era capaz de transformar situaciones cotidianas superinocentes en supereróticas. Y su imaginación no tenía límites.
Un día llegué y entré con los ojos tapados. De pronto un intenso aroma dulce y embriagador me atrapó. De inmediato abrí los ojos y vi que Felix había preparado unas salsas o algo parecido.
— Son elíxires sorpresa. Solo puedes saber qué es si lo pruebas.
— Eh... Qué rico... —dije mientras mi corazón latía a mil solo por verlo desnudo; odiaba que la vergüenza me hiciera reaccionar así.
— ¿Tienes curiosidad? Ven.
Hipnotizado, me acerqué a él. Tomó dos tazones de la mesa y me los ofreció. Estuve a punto de meter un dedo en cada uno, cuando los sacó de mi alcance y en su lugar se echó una buena cantidad. Luego tomó mi cabeza por la nuca y la bajó hacia su torso.
— Sé un buen perrito y lámelo —señaló a la mesa y luego a su cuerpo.
Sobre la mesa había un collar con una correa. Tomó mi rostro dulcemente con una de sus manos y se acercó peligrosamente.
— Vamos. Sé que quieres hacerlo. Lámelo todo y dime a qué sabe.
Mi corazón estaba a punto de explotar.
— No —respondí mientras me incorporaba—. Vamos, debes darte un baño —lo cargué sobre uno de mis hombros como costal y me lo llevé al baño.
— Pero, pero... ¡Me esforcé mucho en hacer salsas de diferentes sabores! ¡Vamos! ¡Al menos pruébalas! No quiero que todo mi esfuerzo haya sido en vano.
Lo senté sobre la taza del inodoro y me quité la remera que había quedado llena de salsa. Con el dedo probé ambos colores, el blanco y el lila.
— El blanco es limón y el lila es... ¿Uva?
— Arándano. Me quedaban salsas más dulces como la de chocolate, vainilla o dulce de leche.
— Comámoslas con el postre.
— No —dijo ofendido mientras cruzaba los brazos y miraba hacia otro lado.
— Vamos, no te enojes. Sabes que te dije que no quiero tener sexo.
— Y ya te dije que eso te hará mal, por eso quiero ayudarte. Además, para poder ser un sirviente como se debe, es preciso que duermas conmigo.
Encendí la ducha y cuando estuvo calentita, lo cargué hasta ella. Se nuevo se prendió a mí como monito y se negó a separarse de mí, así que como pude lo limpié y me lavé. El agua hizo la mayor parte del trabajo y me hizo bien tomar una ducha después de un largo día de trabajo, así que mi humor cambió. Ese día en lugar de regañarlo como venía haciendo, le dije:
— Oye, aprecio tus intentos de mejorar mi libido, pero no lograrás hacerlo si yo no tengo ganas de...
Me dio un besito en la mejilla.
— Gracias por apreciar mis esfuerzos. No me rendiré. Lograré que te acuestes conmigo de una forma u otra —se bajó de mis brazos emocionado—. Ahora voy a preparar la cena. ¡No tardes! —y salió del baño como un viento.
— Ah... No puede ser... Otra vez estoy... Ah... Espero que no se haya dado cuenta o volverá a hacer lo mismo. ¿Cómo demonios pasó esto...? —recordé su dulce besito y me toqué la mejilla— Mierda. Creo que hace tanto que alguien no me toca que cualquier estímulo me la hace poner duro. Ahora deberé esperar un rato largo hasta que se me baje porque no me quiero bañar con agua fría...
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Aprendí de sexo con un íncubo
FanfictionUn profesor de historia antigua treintañero salva a un joven de veinticuatro de morir atropellado. Agradecido, el joven revela su verdadera identidad como un íncubo y jura darle al profesor noches de sexo y pasión por toda la eternidad. Al principio...