El amor tiene la capacidad de surgir en los momentos y en los lugares menos esperados, a veces ni siquiera lo estábamos buscando cuando él simplemente llega y causa revuelos.
Eso es algo que Richard y Laura sabían a la perfección.
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Miércoles 10 de Abril de 2024 - Medellín, Colombia
Medellín se ve más opaco, pero no porque en realidad lo esté, es que así es como lo percibo, las luces de la ciudad se encienden y se apagan, los locales están abiertos, las personas afuera del carro parecen ajenas a la tristeza que me inunda el alma, al dolor que me cala los huesos, que me oprime el pecho. El carro se detiene frente a mi casa, le pago al conductor lo que marca el servicio, le doy las gracias y me bajo del vehículo, las luces exteriores están encendidas, es medianoche, las luces del comedor parecen estar encendidas, el resplandor se cuela por las cortinas, busco las llaves en mi bolso y abro la puerta, desactivo la alarma apenas entro; el comedor está lleno de hojas.
Hay pasos en la cocina, la silueta de Daniel emerge de la cocina, trae un palo de escoba.
—¡Vea ridícula, me asustó! pensé que se nos habían metido a la casa.
Hay un Dobermann en la casa, un animal que está aquí por seguridad y el otro en vez de soltar al perro trae un palo de escoba con el que es más fácil que lo cojan y le den a él. De vez en cuando pienso si mi mamá tomó ácido fólico cuando estaba en embarazo de Daniel. Porque no entiendo la razón por la que este man es como retrasadito.
Daniel deja el palo de la escoba a un lado y se recuesta en el marco de la cocina.
—¿Qué haces acá? Pensé que te quedaba más rato en Brasil con el negro.
La mención del paisa me estruja el corazón. Miro a Daniel con las lágrimas asomandose en mis ojos.
Veo tu rostro frente a mí
Siento que aún estás aquí
Todo mi cuerpo te extraña.
Estoy en mi casa, en Medellín. Pero no estoy con él. No digo nada, en el avión mis lágrimas se deslizaban por mis ojos de manera silenciosa y el camino a la casa no se detuvieron. Me sorprende tener lágrimas todavía. Llevo más de doce horas en este estado.
—¿Por qué no avisó que venía para irla a recoger?
En silencio me acerco y lo abrazo, me abraza fuerte y por primera vez delante de alguien me permito sentir lo que he estado aguantando todo el día, comienzo a llorar al sentir la calidez de un abrazo tan cercano como este. La fuerza que mis piernas han soportado para permitirme llegar al parque donde esperé a Juan, para subirme a ese avión, para salir a buscar mis cosas se desvanece, me intento ir de rodillas al piso pero Daniel con su agarre evita el golpe.