El amor tiene la capacidad de surgir en los momentos y en los lugares menos esperados, a veces ni siquiera lo estábamos buscando cuando él simplemente llega y causa revuelos.
Eso es algo que Richard y Laura sabían a la perfección.
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Martes 14 de septiembre de 2021 - Medellín, Colombia
La clase de psicopatología me gustaba, tomaba apuntes en mi cuaderno al igual que Ana a mi lado. Ana y yo nos hicimos amigas desde el primer día, cuando nos conocimos en la universidad, desde entonces manteníamos juntas para arriba y para abajo, en cada trabajo en grupo ahí estábamos las dos listas para poner nuestro nombre en un mismo equipo.
—¿Qué le dijo la jefa al final? —preguntó Ana con voz baja, con cuidado de no interrumpir la clase.
—Que sí, entonces atiendo a mis pacientes de manera virtual, lo mismo que las clases de la siguiente semana —respondí a la par que revisaba algo de mi agenda.
—¿Qué dijo su papá?
—Que tuviera mucho cuidado, que el diablo es puerco y que le estuviera avisando cualquier cosa, nada fuera de lo normal.
—¿Ahora saliendo de acá me acompaña a comprar algo?
Asentí copiando una definición que acababa de proyectar la profesora.
Ayer durante un entrenamiento Richard se lesionó y fue grave, hablamos temprano en la mañana, cuando yo iba de camino al gimnasio y en horas de la tarde cuando estaba en la clínica me dijo que estaba en un hospital por la lesión, pensé que era algo que se curaría en días pero el diagnóstico fue otro, estaba programado para cirugía el viernes. Y aquí estaba yo, con mi boleto de avión ya comprado para viajar el jueves en la noche.
La clase terminó y mientras iba saliendo de la universidad con Ana alguien se atravesó en nuestro camino obligandonos a detenernos.
—Lina —saludó Ana.
—Muchachas, ¿Ya se van? —Ana asintió.
Yo buscaba una moña para amarrar mi cabello y Lina me quedó mirando como si quisiera decirme algo —¿Y esa cara? —pregunté recogiendo mi cabello.
—¿Sabe quien me estuvo preguntando por usted?
Compartí una mirada con Ana y luego miramos a Lina.
—¿Quien?
—El marica del Santiago.
—¿Y a ese guevón que se le perdió? —preguntó Ana de manera despectiva.
