Observaba a sus musas con cuidado y especial delicadeza. Cada detalle era tan importante como el anterior. Los colores, las formas y siluetas, cada bosquejo y trazo lo realizaba con tal precisión, que te erizaba la piel tanta magnificencia. Sin duda portaba un gran talento, un nivel que nadie lograba alcanzar. Sus clientes provenían de altas alcurnias y diversos orígenes, que ni siquiera emperadores y reyes podían solicitar su trabajo con antelación.
Muchos colegas en su campo lo envidiaban, podría decirse que poseía un basto patrimonio gracias a su indiscutible talento. Por el contrario, prefería un estilo de vida modesto y tranquilo, casi como un hermitaño, se recluía en el bosque donde se alojaba en su humilde morada. Uno pensaría que con tal talento y reconocimiento en su trabajo, se sentiría más que pleno, sin embargo nada llenaba sus expectativas. En varias ocasiones destruía sus obras, que para el ojo común, distaba de cualquier error, pero para él, se avergonzaba de no lograr la perfección absoluta.
Sus musas se quejaban constantemente de su mal caracter y las largas jornadas en la que debían posar sin mover un solo músculo y conservar su estética intacta. Para él le era difícil conseguir a una joven adecuada que posea una singular belleza y no se quejase de someterse a dicha labor. Probablemente no la encontraría, hasta ahora. Un día bien temprano en la mañana, una joven muchacha se aparece frente a su puerta.
—Buen día señor Hughes, he oído hablar mucho de usted —Saluda la joven. Él queda sorprendido por su visita, sobre todo porque solo su asistente sabe su ubicación.
—Buen día niña, ¿qué te trae por aquí y cuál es tu nombre? —Pregunta el viejo sin denotar su preocupación al ser delatado su hogar.
—Mi nombre es Leticia, es un honor poder conocerlo en persona —dice extendiendo su mano a modo de saludo, el viejo duda en estrecharla—. No se preocupe, nadie más sabe que estoy aquí y que usted vive en este lugar, si es lo que le preocupa.
El viejo Hughes la invita a pasar, aún sabiendo que desconoce la razón de su tan inesperada visita. Le ofrece una taza de té y galletas, él también se sirve recordando que aún no ha desayunado.
—Respondiendo a su pregunta anterior, he venido porque me enteré de que necesita una musa para su siguiente obra. Me costó mucho ubicarlo, no fue fácil dar con su paradero, verá lo interesada que me encuentro por poder ser participe en su trabajo. Espero pueda disculpar mi atrevimiento, soy gran admiradora de su obra y me encantaría poder trabajar con usted en el siguiente retrato que realice —Dice tratando de ocultar su entusiasmo.
—Señorita Leticia, me complace escuchar tal alabo de su parte —dice poco sincero—, sin embargo no estoy buscando por el momento a ninguna musa, entenderá que es un trabajo complicado en el que he perdido muchas jovencitas en el transcurso de mi carrera. Soy una persona muy exigente y famoso por mi nivel de perfeccionismo. Si bien es usted una joven muy bella con sus rosadas mejillas y cabello negro azabache, no creo que cumpla del todo con mis exigencias.
Leticia le da una media sonrisa y lo observa con una mirada intensa.
—No me malentienda mi señor, no estoy aquí precisamente para ser yo misma su musa. —El viejo la mira con extrañeza, sin entender el por qué se presentó a su puerta.
—Entonces, ¿de qué me hablas, jovencita?
—Yo misma le conseguiré a sus musas, a cambio sólo pido la misma discresión que cumpliré yo al no revelar su ubicación. Sé que es un hombre con enemigos y su desconfianza lo ha llevado a recluirse en este lugar.
—¿Es esa una amenaza? —La mira con el ceño fruncido.
—Todo lo contrario, señor Hughes, considerelo una propuesta. —Se levanta de la silla y se dirige a la salida—Pronto volveré con su siguiente musa, verá que no podrá rechazar mi propuesta. —Dice y se va cerrando la puerta tras ella.
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Relatos para antes de Dormir.
HorrorUna serie de relatos de índole oscura que esperan cautivar, aterrorizar y causarte pesadillas. Esperando que disfrutes, buenas noches...