En el interior.

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     Vivía al frente de una casa abandonada, de frente lucía descuidada, la pintura descascarada, la madera vieja crujía e incluso tenía ventanas rotas, con el pasto seco y un viejo árbol retorcido como advirtiéndote que no entres. Los niños del vecindario huían al pasar cerca y en halloween le lanzaban papel higiénico y otras tonterías. Siempre parecía estar deshabitada, despertaba cierta lástima en mí, quién sería el dueño de tan solitario lugar, no podía evitar echarle un ojo de vez en cuando.

     Me despierto por la alarma de mi esposo, quién me da los buenos días con un beso en la mejilla.

     —Buenos días, cielo. —me dice sonriendo.

     —Buenos días mi Bernardo —le sonrío de vuelta a mi esposo.

     Después de que mi esposo se marchara al trabajo, hice los quehaceres y vi televisión. Cada tarde como de costumbre, me asomé por la ventana al escuchar los gritos de los niños que intentaban ser valientes al querer entrar en la casa. Me reí al ver que no lo lograban. Cerré la ventana por el frío y noté una pequeña pero llamativa luz a través de las ventanas de esa casa. Jamás antes había visto una señal de vida en esa casa, «serán los dueños» pensé. Comencé a ver a un costado de las cortinas como toda una señora chismosa «Bernardo me regañaría si me viera husmeando por la ventana» pensé y solté una sonrisa.

     De pronto la luz comenzó a parpadear y me di cuenta que era una vela encendida, «tal vez no tienen electricidad» pensé, tiene sentido si es una casa bastante vieja. Seguí observando y una silueta comenzó a acercarse a la ventana, de pronto esa habitación se iluminó y la figura se pozó a un costado de la ventana. Me sorprendí al saber que se dieron cuenta de que los observaba, me alejé un momento sonrojada, pero mi curiosidad fue más fuerte y me volví a acercar, esta vez con más cautela. La figura volvió a enmarcarse en la ventana, comenzó a observarme a mi también, no hacía nada más que observar. Me sentí incomoda y me alejé un poco sin despegar la vista de la ventana, la silueta hizo lo mismo, luego me rasqué la cabeza y la silueta repitió mi movimiento. «¿Me estará imitando?» me pareció extraña la actitud de esa persona, aún así no podía despegar mi mirada de aquella ventana. Me acerqué nuevamente e hice una seña a modo de saludo, ella me respondió de la misma forma. «Claramente me esta imitando» pensé, me sentí un poco irritada. De repente me hace una seña a modo de silencio, no comprendí porque lo hacía. De pronto mi esposo entró por la puerta principal y me miró extrañado.

     —Cielo, ¿qué haces en la ventana?

     —S-sólo estaba saludando al vecino de enfrente —respondí rápidamente como niño que ha sido descubierto haciendo travesuras.

     —¿De qué hablas? No hay nadie en esa casa, acabo de pasar por ahí —Me dice y me asomo nuevamente, la luz de la vela que había estado encendida hace un momento, ya no estaba— Vamos a cenar, tengo hambre. Hoy fue un día muy largo —dice estirándose, nos dirijimos a la cocina, no sin antes echar una rápida mirada hacia la casa de enfrente.

     Después de cenar nos fuimos acostar. Los ronquidos de Bernardo no me dejan dormir, eso sumado a lo ocurrido esta tarde, tenían mi mente divagando y me dificultaban conciliar el sueño. Así que me levante y me asomé por la ventana y mi impresión fue tal al ver lo que ocurría en esa casa, que casi se me cae un florero que estaba sobre una mesita y casi despierto a mi esposo. Me escabullo hacia la planta baja, enciendo la luz de la sala y me asomo otra vez. Veo lo que parece ser una pareja discutiendo a través de la ventana. De repente la luz de la sala se apaga, intento encenderla sin resultados. Comienzo a buscar en un cajón una vela y fósforos, la luz tenue se apodera de la sala y regreso a la ventana, ahora no se ve nada. «¿Habrá ocurrido algo?» Pensé medio preocupada. Me alejo un poco, noto que la ventana se empaña un poco y la limpio con la mano.

Relatos para antes de Dormir.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora