Gritos silenciosos.

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     Hace años crearon una ley que obligaba a los cementerios enterrar a los muertos junto a una cuerda que hacía tocar una campanilla en caso de que alguno volviera a la vida, esto debido a extraños padecimientos que los hacía parecer muertos, claro que funcionó, y en muchos casos desenterraron a personas vivas. Fue una medida de gran alivio para las comunidades, sin embargo, cuando tocó mi turno nadie me escuchó.

     Toqué la campanilla tantas veces que ya no sentía mis dedos, escuchaba a mis familiares cuando venían a visitarme, oía sus quejidos y lamentos mientras yo tocaba aún más fuerte la campanilla. Ni la campanilla, ni mis gritos y alaridos eran escuchados. Entonces me di cuenta de que nunca saldría de aquí.

Relatos para antes de Dormir.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora