La flor del sepulcro P1

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Hermes tomó el cuaderno. Buscó su última anotación y la leyó. No tuvo dudas de que el sueño del cual acababa de despertar era similar a los que había tenido la última semana. No entendió bien el mensaje, sin embargo apenas despertó supo que debía anotarlo de inmediato, cada detalle, cada forma, cada pensamiento que tuvo dentro de ese mundo onírico, cada palabra que escucho, y en especial la sensación que le dio estar en ese cementerio entre la helada niebla y el tocar esa gran puerta sin poderla abrir.

En un comienzo le pareció estúpida la idea de escribirlos y aun más comprar un cuaderno especial para aquello, pero pronto le tomó el gusto e incluso agradeció la idea de la doctora. Pamela también tenía uno, pero no era tan constante en usarlo. "Cuando vuelvan a dormir comenzaran una nueva etapa y el anotarlos será un incentivo para rendirse a dormir y soñar" fue la frase que incluso sacó risas cuando se las dijo. Sin embargo, ahora estaba escrita en la primera página del cuaderno que ya tenía la mitad de las cien hojas ocupadas.

Miró a su esposa que seguía plácidamente dormida a su lado. Pasó por su mente despertarla y contarle el sueño, pero prefirió dejarla descansar. En los últimos días, al igual que él, no había dormido bien. Aunque sus sueños no eran tan reales como los de Hermes, comenzó a absorber en su inconsciente lo que él le contaba cada mañana y en la noche afloraba como sueños muy similares. Eso, por un lado le gustaba, era casi como compartir los sueños cada noche. Sin embargo en los últimos tres días despertaba asustada en la madrugada pensando en lo que había soñado, costándole volver a conciliar el sueño. El miedo de que el insomnio volviera los tenía preocupados.

Con lápiz en mano rápidamente comenzó a escribir antes de que lo olvidara, como solía ocurrir. Al terminar, volvió a leer la anotación del día anterior con la infantil intención de encontrar algún mensaje tal como había leído en algunas revistas.

Sueño 37

"Esta vez me acosté sin tanto miedo, aunque no sé si esa sea la palabra adecuada. La conversación con Pamela me relajo, nos relajamos en realidad. Ella me contó su último sueño y coincidimos en algo que nos aferró a una unión aún más fuerte que nuestro amor. Quizás fue porque le conté el sueño anterior, no lo sé, pero no deja de ser maravilloso que compartamos ese mundo Onírico. Soñamos con la misma entrada a un cementerio, las mismas grandes rejas de color verde con esas floreadas figuras que lo adornan haciéndola brillar de día y de noche. Un brillo especial, una luz plateada que llamaba a entrar a ese frio espacio de descanso de los inertes cuerpos. Pamela me contó que se acercó, pero no la tocó, ya que sintió una helada brisa y solo miró entre los barrotes. En cambio, yo nuevamente la pude tocar. Quise mover el pestillo y tener acceso a ese lóbrego lugar. Sin embargo, al mínimo contacto con aquel metal sentí un gran ardor en mi mano y un dolor invadiéndome todo el cuerpo como si comenzara a quemarse por dentro. Grité, lo hice con tal fuerza que me dolió la garganta y el sonido se fue apagando en un afónico y doloroso gemido. No pude seguir, sentí el dolor como si no fuese un sueño, tan real, tan doloroso como si estuviera en la vida real. Miré a todos lados buscando una salida de ese sueño que el dolor imaginario lo transformo en pesadilla, pero la oscuridad de la noche y la cerrada niebla que cayó en el lugar, solo mostraban un helado vacío. Camine unos metros hacia atrás, sin darle la espalda a la reja, volviendo por donde había llegado topándome con la pérgola donde venden flores. Me acerqué, pero a pocos metros antes de llegar vi el letrero "Benta de Vebidas". Un cartel que me unió a la realidad, Pamela también lo ha soñado, justo en el momento en que un fuerte chirrido se escuchó detrás de mí. La gran reja del cementerio estaba abierta. Giré el cuerpo y desperté."

Hermes se quedó quieto con el lápiz en la mano, estaba totalmente inmóvil saliendo lentamente del recuerdo que plasmo en las hojas. Observó nuevamente a Pamela que seguía durmiendo tranquila, tenía ganas de saber si nuevamente sus pensamientos nocturnos se toparon en algún punto, pero dejo que siguiera durmiendo. Miró el reloj <<Las ocho, buena hora para desayunar un domingo>> pensó mientras se levantaba.

Cuando Pamela llego a la cocina Hermes terminaba su segundo café y su quinto pan con huevo y tocino. Lo vio sin poder ocultar una sonrisa esbozada en su adormilada mirada. Se acercó sin responder lo que su esposo le dijo, totalmente hermética saco agua de la tetera que aún se mantenía tibia, se preparó un café con leche y saco unas galletas del mesón. Se sentó al otro lado de la pequeña mesa que tenían en la cocina. Disfrutaba el silencio y disfrutaba aún más el ver la cara de expectación de su amado. Podía imaginar lo que él pensaba, el miedo, curiosidad y el gran deseo de saber que soñó.

— Por tercera vez, buenos días mi amor — dijo Hermes revolviendo el café y mirándola a los ojos.

— Buenos días. ¿Cómo dormiste anoche? ¿Qué soñaste? ¿Adivina que fue lo que soñé? — respondió Pamela rápidamente, con voz que a los oídos de Hermes parecieron una mezcla de palabras llenas de ironía. Después de terminar la terapia y recuperar el buen dormir, Pamela dejó de escribir todo lo que soñaba. No le pareció importante escribir todo, pero cada mañana lo comentaba con su esposo notando una extraña fascinación de él por anotarlo todo. En un comienzo no le dio importancia, pero con el paso de las semanas notó que esa fascinación iba en aumento, al punto de comenzar sembrar en ella el juego de las interpretaciones. Pamela no cree en los mensajes en lo sueños, piensa que todo es parte de la sugestión diaria y que todo está basado en el inconsciente, lo que la llevo muchas veces a reírse y bromear con las conclusiones de Hermes. Sin embargo después del sueño donde compartieron el estar de pie frente a la misma reja del cementerio y el mismo cartel, no ha dejado de pensar en ello llenándola de una excitante curiosidad a lo misterioso que parece todo.

— ¿Después de lo que pasamos ayer sigues pensado que todo es una locura?. Déjate de bromas — dijo Hermes dando las últimas mascadas al pan.

— No mentiré diciendo que en un comienzo sí, pero ahora tengo curiosidad — replicó Pamela con cara risueña —. Soñé nuevamente con la reja y con el cartel que me contaste. Creo saber dónde es...

Hermes la miró en silencio intentado leer su mente, sus gestos. Quería pensar que ella hablaba con seriedad, pero no podía.

— Creo que conozco ese cementerio. Vi el letrero de "Benta de Vebidas" y la pileta...

— Soñé con la silueta de una persona — dijo Hermes sin dar tiempo a Pamela de continuar —. Creo que en el mismo lugar.

— La pileta es de la pérgola donde venden flores y el letrero era de un negocio a un costado del cementerio, ya no existe, pero existió — continuo Pamela sin hacer caso a su esposo –. Creo que deberíamos ir.

— ¿Ir? ¿Al cementerio? ¿Cómo sabes que existió?.

— Claro. No niego que todo esto me da curiosidad. Quizás tengas razón, son mensajes y algo nos dice que vayamos, ya sabes cómo en las películas — dijo riendo burlescamente —. Una vez vi un reportaje sobre historias de algunos cementerios y creo haber visto esa misma imagen. ¡Incluso creo que lo vimos juntos!. Sí, sí, lo vimos juntos. Ahora recuerdo, fue un lunes. ¿Ves? Quizás al verlo en televisión mi cerebro creo esa vivencia, igual te pasa a ti. Por eso hemos soñado los dos con eso. Pero, creo seriamente que es una muy buena idea el ir.

Hermes la quedó mirando seriamente, pero a los pocos segundos no pudo esconder una sonrisa. Le parecía una idea loca, pero no podía ocultar que también sentía una gran curiosidad por saber si lo que han estado soñando existe o existió en la realidad. Además, ambos compartían un gran espíritu de aventura y era una entretenida oportunidad para aquello.

— Casi jugando a los detectives — continuo Pamela con una risa que no pudo controlar.

— Para ti es un juego ¿cierto? — dijo riendo —. Pero pienso que tienes razón. Vayamos parece entretenido. ¿Dónde es?.

La flor del sepulcroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora