La flor del sepulcro P2

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Quizás por la emoción de comenzar una nueva aventura el viaje de casi cuarenta y cinco minutos les pareció mucho menor. Estaban tranquilos, pero ansiosos por llegar y comprobar que la reja, la pileta y el letrero estaban ahí, en ese cementerio. Sin embargo, lo que más los atraía iba de la mano con esa gran puerta de metal en la entrada y el hecho de que en el sueño no pudieron traspasarla, ¿en la realidad lo lograrían?.

Hermes no era un aficionado de lo paranormal, pero si era un creyente de los avisos que dan los sueños. Cuando tenía seis años tuvo una serie de pesadillas que hicieron que sus padres lo llevaran a terapia psicológica, durando no más de cuatro sesiones. No estuvieron de acuerdo de que lo medicaran y la dejó. En su vigésimo cumpleaños alertó a sus padres con un sueño que lamentablemente se hizo realidad, una tragedia que remeció a todos sus seres queridos. Desde ese duro suceso no duda en que los sueños muestran algo más y se sentía extasiado por compartir un momento así con Pamela.

Se bajaron quinientos metros antes. Comenzaron a caminar muy lentamente buscando cualquier cosa que les activara el recuerdo. Al llegar a la esquina que daba paso a la entrada, una nerviosa ansiedad lleno sus cuerpos. Estaba el acceso a la pérgola de venta de flores. Pamela intento recordar exactamente la que vio en su sueño, parecía no ser la misma, sin embargo la similitud era suficiente para hacer vibrar fuertemente su corazón. <<Quizás la remodelaron o en los sueños se cambian cosas>> pensó mientras entraban en ella. No era grande y tenía una salida que los dejaba en la misma entrada al cementerio. Caminaron entre diferentes colores y fragancias hasta el centro. Los puestos de venta rodeaban una escultura central, una mujer que parecía danzar con una rosa en la mano y una larga falda que le llegaba un poco más arriba de los tobillos. No tenía reseña y el bronce de que estaba hecha mostraba un hermoso platinado.

— ¿Es tu pileta? — preguntó Hermes con risa haciendo notar su burla.

— Quizás. A lo mejor no era una gran pileta, sino esto. No lo sé, no la recuerdo bien, solo al despertar estaba segura de que era una. Y se parece bastante.

Hermes se alejó por un momento. No tenía dudas que esa escultura fue lo que Pamela soñó, la similitud, la pérgola, y la unión de sus sueños eran la clara señal de que estaban en el lugar correcto, lo cual lo emociono llevando su mente a navegar en un gran océano de pensamientos. Solo le faltaba saber si aquel letrero que ambos habían visto en sus sueños era real y, la reja del cementerio vista a la distancia, era la que les cerraba el paso hacia el interior.

Buscó a su esposa. La vio conversando con una señora que vendía rosas. Se acercó a ellas y la sola mirada de su mujer respondió lo que sospechaba.

— Adivina.

— Lo sé. Es la que soñaste — dijo Hermes respondiendo rápidamente.

— Sí, pero hay más.

La mirada y forma de hablar de su esposa solo podía ir relacionada con el letrero que soñaron. Pensar en eso lo estremeció, pero no fue nada en comparación con lo que sintió al escuchar a la vendedora. Le tomó la mano a su amada y sintió su tensión, no sabía bien si era miedo o solo el aumento de la curiosidad por la rareza de todo.

Una sonrisa de extrañeza y vacilación se esbozó en la mirada de la señora cuando Hermes le preguntó y describió el letrero que buscaban. Creían que podía ser real, pero nunca imaginaron en sus conversaciones que ese objeto podía esconder una historia como la que escucharon.

<< Lo que me dicen es extraño. Quizás lo hayan soñado porque lo vieron en la televisión o en alguna revista. El letrero si es real o al menos lo era, estaba en el negocio de al lado. Pero eso fue hace más de cien años. Cuando cerró se mantuvo como reliquia del lugar, pero usted sabe el descuido y mala mantención hicieron que se arruinara por completo. Hace quince años que ya no existe.

La flor del sepulcroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora