Hermes caminó rápidamente por el pasillo hasta el dormitorio encontrándose con la puerta abierta. La luz estaba apagada y el olor era suave, pero aun molesto a cada respiro que se incrementaban por el nerviosismo. Un murmullo lo alertó de que Pamela estaba despierta, luego escucho lo que le pareció un quejido apresurando el paso para prender rápidamente la luz. El olor a putrefacción que sintió en el salón no era nada en comparación a lo que vio en aquella cama. La ligereza, la tranquilidad, curiosidad y algo de excitación por todo lo que escondía lo que les había pasado en estos últimos días y horas antes por el viaje se despedazó en miles de pequeños trozos que como vidrio se abalanzaron contra su cuerpo sintiendo punzadas al respirar. Un mareo y debilidad en cada musculo se apodero de él, pero la fuerte emoción por lo que tenía delante lo obligo a moverse raudamente para tomarle la mano y acariciar su revoltoso pelo humedecido por el sudor.
Sobre la colcha descansaba un cuerpo desnudo que había perdido su color natural. Con la mirada pérdida resaltando unos enrojecidos ojos Pamela buscaba sin pestañar la figura de la cual provenía la voz y el dulce tacto que la hizo suspirar. Había signos de que había vomitado no solo un espeso líquido blanco, sino que también lo que parecían pequeñas bolitas de sangre que se confundían con las flores de las sabanas. <<Hola amor>> susurro Pamela, palabras que retumbaron en Hermes como un eterno eco en su cabeza. Un cuerpo totalmente débil, muy diferente al vivaz que dejo antes de emprender un alocado viaje sin sentido. En su mente se reprochaba el haber ido, el no haberse quedado con ella cuidándola para que no llegara a este estado. Tomó el vaso del velador y fue rápidamente a buscar agua al baño. Al tomar nuevamente su mano, su pelo y luego su frente notó que esta última ardía, sin embargo sus manos estaban heladas. Intentado comunicarse movía sus labios secos y agrietados que resaltaban la palidez de una mirada demacrada. Intentó moverla para sentarla en la cama, pero dándose cuenta de su debilidad desistió. Pamela sonrió al tiempo en que por uno de sus orificios nasales descendió un hilo de sangre que humedeció su boca. Hermes pasó la mano limpiándola notando en una nueva sonrisa que sus encías estaban ensangrentadas y partidas. La acomodó con la cabeza sobre la almohada, metió su mano en el bolsillo de la chaqueta, sacó el celular y marco el número de emergencias. Pamela no podía esperar más. El horror de apoderó de él, de lo que podía pasar, de lo que no paso y de lo que estaba pasando. Pamela comenzó a toser débilmente transmitiéndole el dolor que sentía al retumbar su cuerpo dejando salir suaves quejidos. Hermes corrió a la cocina, no sintió olor, ni asco y mucho menos puso atención a las moscas y a la planta. Volvió con hielo envuelvo en un paño con la idea de aliviar su afiebrada frente. Le volvió a dar agua humedeciendo levemente los labios.
— Mira — Salió como un susurro de la boca de Pamela que expelía un fuerte olor —. Volvieron.
Hermes nervioso y atónito miró donde su amada le señalaba, pero no vio nada. Una sonrisa mirando hacia los pies de la cama lo derrumbo no pudiendo evitar humedecer sus ojos pensando en su mente irracional.
— Son...ellos...es ella...la mujer — dijo Pamela con dificultad agitando su respiración.
— ¿Quiénes? ¿Tus padres? — preguntó Pedro sin esconder sus lágrimas y entendiendo de que podían ser los últimos minutos de su esposa. <<Cunado se van de este mundo sus seres amados vienen a buscarla>> paso por su mente mientras le acariciaba la mano y mirando donde ella señalaba.
— No. Es la mujer... la del...
— ¿La de la planta? ¿la del cementerio? — dijo Hermes con una voz que delataba su sorpresa e inseguridad —. No hables amor, descansa. Estoy contigo, nadie te va hacer daño.
Pamela soltó una lágrima de sus irritados ojos y con un movimiento lo invito a que la besara. Volvió a sonreír mostrando la irritación en sus encías y una palidez de sus labios que lo descolocó.
— Duerme. Descansa — le dijo —. Limpiare esto. Estarás bien, ya llegaran a verte. Ya viene la ambulancia.
Comenzó a ordenar y después fue a buscar trapos para limpiar. Miró la hora cada un minuto esperando a que llegara la ambulancia. Sin embargo, veinte minutos más tarde, cuando terminó aun no llegaba.
Un quejido lo hizo sentarse a su lado.
— Ella...él...ahí... — dijo levantando levemente el brazo hacia el otro costado de la cama.
— Tranquila, duerme, descansa...
Al hacerlo cerró sus ojos para nunca más volver a abrirlos.
Con una mezcla de rabia, impotencia y tristeza salió del cuarto directamente a buscar veneno, no tenía dudas que todo se relacionaba con lo que había en el salón. Lo uso todo cayendo decenas de moscas muertas. La mesa y el piso se llenaron de pequeños puntos negros algunos de los cuales aún aleteaban por su vida. Abrió la ventana, espanto a las que quedaban volando y caminando sobre la mesa, el sofá y sobre el vaso que poco a poco quedaba libre a la vista. Con el cuerpo lleno de ira y temblores Hermes tomo el vaso, pero este se encontraba vacío. No había rastro de aquella cosa que trajeron de ese viaje al cementerio, no había rastro de la planta, de la flor, del agua, de nada que recordara que en ese vaso había algo más que centenares de moscas y que hace pocos minutos aun expelía un fuerte olor a descomposición. Eso lo impresiono, pero no le dio importancia. Sus pensamientos estaban con ese cuerpo que estaba tendido en el cuarto, inerte y tan diferente al cual recordaba. Con el corazón golpeando con fuerza caminó al dormitorio, tenía ganas de gritar, llorar, culpar y culparse. Le tomó la mano, seguía helada. Toco su frente y la beso. Sus labios comprobaron que aún mantenía el calor lo cual lo estremeció. Estuvo unos minutos con ella antes de ir al salón. Se sentó en el sofá donde en la mañana habían estado mirando el mismo vaso que ahora estaba vacío, frio e inerte, igual que su Pamela.
Tomó el celular y llamó a Judith. La voz se le quebróal escuchar el saludo y la pregunta de Judith sobre el porqué no contestaban. Dosminutos después llegó la ambulancia.
ESTÁS LEYENDO
La flor del sepulcro
HorrorEl espíritu de aventura alentado por sueños lleva a Pamela y a su amado Hermes hasta el cementerio de una ciudad cercana. La desconocida historia del lugar es la llave necesaria para cruzar las puertas. El tranquilo caminar entre viejas tumbas pront...