La flor del sepulcro P3

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El reloj sobre el velador comenzó pitar un ruidoso sonido al marcar en la pantalla las seis de la mañana. Pamela despertó e inmediatamente se abalanzó sobre Hermes alcanzando el aparato que no dejada de parpadear una molesta luz cada vez que emitía el fuerte pitido. Miró a Hermes que seguía durmiendo plácidamente a su lado dándole la espalda y luego a su velador buscando el vaso con agua que todas las noches dejaba. Lo tomó, pero estaba vacío. Pensó en quedarse un poco más en cama, pero una inusitada sensación de sequedad en la boca la hizo levantarse inmediatamente en busca de agua. Corrió las sabanas sentándose en la cama lentamente. Al ponerse de pie sintió las piernas tensas, los músculos apretados se soltaron al primer paso haciéndola trastabillar y caer sobre la cama. Una sensación de cansancio se apodero de ella que acrecentó la sed que sentía.

— Hermes, despierta — le gritó mientras golpeaba sus pies sobre la colcha —. Despierta, despierta...

— Si, si, si... — balbuceó dándose media vuelta —. ¿Qué pasa?.

Un silencio sepulcral colmó el cuarto. Los dos se quedaron mirando sin esconder en sus rostros las emociones que le provocaba lo que estaban viendo. "¿Te sientes bien?" fue la pregunta que rompió el mute en el aire.

Pamela en los pies de la cama vio a Hermes sentarse torpemente y luego trastabillar igual que ella al ponerse de pie. Su piel mostraba una palidez anormal, un paño blanco que destacaba unas ojeras que intensificaban un semblante cansado, débil y unos ojos notoriamente irritados, que la lleno de preocupación.

Hermes tampoco escondió su impresión al verla sentada en ropa interior negra lo cual delataba aún más la blancura de un cuerpo que hasta antes de acostarse no lo era. La mirada de Pamela reflejaba marcadas ojeras y un semblante como si no hubiese dormido en días.

Se acercaron al mismo tiempo tomando mutuamente sus manos. El contacto piel contra piel confirmo que la tibieza de los cuerpos se había ido y el frio que sentían era real. Pamela se dirigió a la ventana, corrió la cortina y dejo entrar un poco de luz solar sintiendo como un helado rayo de sol golpeó su brazo. Hermes se acercó y abrazado a ella se quedó unos segundos con la esperanza de entrar en calor.

— El frio...¿sientes el frio? — Preguntó Pamela frotando el pecho de Hermes.

— Sí... — respondió dubitativamente. Sus pensamientos no estaban ahí. Intentaba recordar las últimas horas antes de que se acostaran, pero no lograba hilar los momentos. Se acordaba sutilmente que habían viajado al cementerio, que habían encontrado la pileta, el cartel, que habían cruzado aquella armazón de fierro y encontrado una planta junto a dos personas de las cuales no recordaba nada. Tenía noción del viaje de regreso; pero no podía recordar con claridad ningún detalle que le respondiera el por qué se veían y sentían así.

— ¿Recuerdas lo que paso? — Preguntó Hermes.

— ¿A qué te refieres? — replicó Pamela caminando en busca de una camisa que estaba sobre una silla en uno de los rincones.

— ¿Recuerdas bien lo que paso en el viaje y de que hicimos al llegar?.

— La verdad no mucho. Tengo varias lagunas mentales, se siente como si varias cosas están entre un sueño y lo que realmente paso — respondió Pamela colocándose un pantalón deportivo.

— A eso me refiero. Mira como nos vemos, nos sentimos...¿tienes sed? — terminó preguntando Hermes, pregunta que caló hondo en Pamela que clavo sus ojos en lo de él.

— Quizás bebimos mucho — dijo sonriendo. Para ella también era extraño como despertaron, pero quizás esa sea la respuesta más racional. No era la primera vez que pasaban por una resaca sintiéndose mal al otro día. Sin embargo sabía que Hermes tenía razón. No lograba recordar claramente lo que había pasado en el viaje ni cómo llegaron.

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