La noche estuvo tranquila. Despertaron un par de veces por la picazón en la garganta y a beber un poco de agua. Sin embargo, el despertar en la mañana fue totalmente diferente. El reloj sonó a las seis y media, Judith pasaría de visita a las siete. En la noche fue una buena idea, pero al despertar y sentir cuerpos sus hubiesen preferido seguir durmiendo. Hermes se levantó con un frío que lo estremeció entrando raudamente en el baño y Pamela con problemas se sentó en la cama. El semblante de ambos no era el de los mejores y contrastaba mucho con el de hace unas horas. Pamela se puso la bata y se dirigió a la cocina. Hermes que aún se encontraba en el baño escucho un grito que lo alertó saliendo vertiginosamente con la boca con claros vestigios de haber vomitado. Por su babilla corría un líquido espeso el que también mancho su camisa, los ojos delataron la fuerza que hizo al sacar de su cuerpo lo último que había comido. Encontró a Pamela con la mano en la boca, de pie mirando como pequeños puntos negros caminaban sobre la mesa y otras cuantas volaban en la cocina y el salón.
Las moscas en el juego erótico y la noche anterior no eran nada en comparación a lo que tenían ante ellos. Ambos se quedaron inmóviles unos segundos viéndolas caminar como ser hormigas sobre la mesa y como revoloteaban sobre el vaso cuyo contenido volvía a expeler un fuerte olor, no tan agradable como a rosas, pero aceptable al olfato. Algunas se posaban sobre la rama y otras descendían hasta el agua dando la impresión que hacían fila para beber y luego volver a volar alocadamente. Era una mancha negra moviéndose sobre la superficie de la mesa, los vasos y como una oscura nube el salón.
Tomaron paños de cocina y Pamela fue a buscar un aerosol para ahuyentarlas. Abrieron la ventana y rociaron sobre los pequeños puntos que se movían escampando en todas direcciones. No lograron sacar a todas, sin embargo las que quedaron podían contarlas sin problemas. Pamela se sentó en el sofá frente a los vasos pensando en lo extraño de la situación. <<¿Cómo llegaron tantas? ¿Qué las atrae?>> se preguntó en el momento en que Hermes llegó con dos tazones con café caliente y unas galletas. Se miraron guardando silencio unos segundos intentando leer los pensamientos del otro, observando el desastroso y demacrado aspecto que tenían, las ojeras, la palidez y una cara de agotamiento tal como si hubiesen pasado días sin dormir.
— Te ves penoso. Límpiate la boca. ¿Vomitaste? — rompió el hielo Pamela mirándolo con compasión.
— Sí, supongo que es por la gripe — Limpiándose con la servilleta donde tenía envuelta tres galletas —. Tú también te ves hermosamente demacrada.
— Que loco fin de semana tuvimos.
— Demasiado, mira como nos dejó. Mira esto...¿Qué diablos es esto?.
Los dos rieron y conversaron distendidamente sobre lo que les estaba pasando. Recordaron viejos tiempos donde en más de una ocasión un fin de semana resonaba toda la semana por las cosas que habían hecho, ahora esta resonando de una manera diferente <<más adulta, pero no por eso menos loca>> dijeron entre extrañas ideas de lo que paso.
El sonido del timbre les recordó la visita de Judith y que debía sacar una caja de la pieza central para entregársela.
— Gunsa...yarsa...gunyu... o gusano momia — dijo Judith mientras sostenía una galleta con una mano y el tazón con café con la otra —. Había quedado con la duda así que lo busque. Saben que me encantan estas cosas, pero no lo recuerdo bien. Ya sabes mi memoria a corto plazo.
— ¿Gusano momia esta planta? — preguntó Pamela riendo y viendo como Judith sacaba dos galletas más.
— Se parece, pero no es la misma. Esta es extraña, estuve viendo la que me regalaron. El tamaño, el olor, la degradación de los colores son diferentes, pero la forma seca de la zona inferior que difiere de la superior. Es genial, pero... termina en esas raíces tan finas — comentó mientras masticaba galleta y sacaba otra ante la mirada de sus oyentes que prestaban más atención a sus movimientos que a sus palabras.
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La flor del sepulcro
HorrorEl espíritu de aventura alentado por sueños lleva a Pamela y a su amado Hermes hasta el cementerio de una ciudad cercana. La desconocida historia del lugar es la llave necesaria para cruzar las puertas. El tranquilo caminar entre viejas tumbas pront...